Rudi Dornbusch fue profesor del MIT y marcó a una generación de macroeconomistas. La intuición de este investigador, más allá de sus propuestas de política económica, era fabulosa. En los ochenta comentaba a sus estudiantes que el mundo puede dividirse en cuatro clases de países: los ricos, los pobres, Japón y la Argentina. La economía local efectivamente sigue reglas propias que no pueden explicarse a partir de manuales convencionales. La anterior gestión del Banco Central lo entendió muy tarde y lo pagó muy caro. El mercado argentino muestra fenómenos muy difícil de replicar. La tasa de interés en pesos es del 60 por ciento, las reservas internacionales suman 60 mil millones de dólares, el Fondo Monetario Internacional aprobó un crédito multimillonario y el equipo económico se comprometió ante los acreedores internacionales a cerrar con un shock el déficit fiscal, pero parece que no alcanza para recomponer la confianza ni aliviar las tensiones cambiarias.
Los datos de riesgo financiero de la Argentina hablan solos. Esta semana se difundió a través de las redes sociales un dato elaborado con la plataforma Bloomberg que se hizo viral: el seguro contra default griego es más barato que el argentino. Puesto en palabras simples: la probabilidad de impago local es mayor que la de Grecia, un país con el porcentaje de deuda de 180 por ciento del Producto Interno Bruto. El índice de riesgo país del JP Morgan completa el panorama. La economía local es uno de los países emergentes que más tasa de interés en dólares deben pagar para emitir nuevos bonos en los mercados internacionales. La semana pasada el riesgo país cerró cerca de los 600 puntos básicos, con un incremento del 70 por ciento en el año. Este indicador es menos de la mitad para otros países de la región. Brasil tiene 330 puntos básicos, Colombia 190 puntos, Perú 140 y México, donde el domingo pasado ganó la presidencia un candidato identificado por los mercados como un “populista latinoamericano”, cuenta con un riesgo país de 210 puntos básico.
La Argentina es castigada por los mercados internacionales de forma espectacular a pesar de haber concedido en los últimos años casi todos los reclamos del sistema financiero: realizó el pago integró a los fondos buitre para cerrar el juicio en las cortes de Nueva York, desarmó los controles de capital, unificó el mercado cambiario, desarticuló la administración del comercio exterior, eliminó impuestos a las exportaciones (quita de retenciones), aceptó la revisión estadística del FMI y luego solicitó un crédito con acuerdo de buena conducta macro a ese organismo.
En América latina el riesgo país local sólo es superado por Ecuador (770 puntos básicos) y Venezuela (4983 puntos). En la relación con otras economías emergentes, Ucrania tiene un riesgo similar al argentino (600 puntos), mientras que Turquía, país que atraviesa fuertes tensiones políticas y cambiarias, tiene 420 puntos, una cifra que es 30 por ciento menor respecto del riesgo argentino.
La city se transformó así en un espacio de elevada incertidumbre para los inversores: analizan las pérdidas y las posibles ganancias extraordinarias de las acciones, los bonos, los derivados y otros instrumentos, con el objetivo de especular con el alza (y la baja) de los activos. El problema es que detrás de la timba hay una economía real, en donde el consumo, el empleo, los ingresos y la producción siguen recibiendo impactos negativos.