La llegada de los republicanos al poder en enero del 2017 auguraba una profundización de las políticas unilaterales promovidas por los demócratas. Lo que ha sorprendido al mundo es la agresividad con la que el presidente Donald Trump anuncia su política exterior y sus efectos sobre el multilateralismo; creado por el propio Estados Unidos al final de la Primera Guerra Mundial e instalado en 1944 como la esencia de la Pax Americana y el orden mundial de post guerra. Todo apunta a que estamos al final de ese orden mundial multilateral de segunda post guerra, como señala Zizjek, y que estamos entrando en una etapa de confrontación directa para tratar de reafirmar el liderazgo estadounidense ante su pérdida de hegemonía. Está logrando lo inverso.

Desde el punto de partida del G6 en 1975, cuando los jefes de Estado y de gobierno de Francia, Alemania Occidental, Estados Unidos, Japón, Reino Unido e Italia discutieron el impacto del precio del petróleo, la crisis financiera y las vías para salir de la recesión; hasta el primero de marzo de 2018, cuando el presidente de Estados Unidos anunció la imposición de tarifas arancelarias a las importaciones de acero y aluminio estadounidenses, los acontecimientos económicos internacionales han modificado las reglas de intercambio, los mercados, los acuerdos comerciales, las prácticas diplomáticas y las instituciones del comercio mundial. En ese periodo se creó la OMC, el TLCAN, el Mercosur, se vigorizó el ASEAN, llegó y se fue el Unasur, y se anunció la integración africana. El G6 se volvió G7, con la incorporación de Canadá en 1976. Casi una década después de la refundación de Rusia, esta fue invitada pero como G7+1. Ese 1 no tiene nada en común con el resto, y queda a la voluntad de los miembros plenos invitarlo o no. Lo significativo es que si no hay consenso para su permanencia, el uno puede ser dejado de lado.

La OMC fue creada en abril de 1994, a través del Acuerdo de Marrakesh, para asegurar las políticas de libre comercio que el Banco Mundial y el FMI habían instalado alrededor del mundo. Esto fue aplicar las políticas que el Tesoro y el Congreso de Estados Unidos habían acordado para los organismos multilaterales. Empero, con el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), Estados Unidos fue el primero en romper el espíritu de la OMC. Propuesto por México pero articulado en Washington, el TLCAN colocó lo trilateral sobre lo multilateral en la relación entre Estados Unidos, México y Canadá. No obstante que Estados Unidos ratificó la OMC en 1994, meses después de haber ratificado el TLCAN. Así, por un lado seguía con el juego multilateral y por el otro abría un juego trilateral contrario.

Tratados 

Estados Unidos sólo tiene, actualmente, 20 tratados de libre comercio, pero con una distribución geopolítica interesante: 12 están en el hemisferio americano, acorde al principio de continentalización del siglo XIX donde se percibe y actúa con el resto del continente como parte de sí mismo; cinco están en Medio Oriente; dos en Asia y uno en Oceanía. Todos son aliados militares.

Unilateralmente, Trump impuso aranceles de 25 por ciento al acero y 10 por ciento al aluminio dado que Canadá y México no cedían a sus demandas de renegociación del TLCAN. Esta medida la amplió a China y la Unión Europea. De este modo, todo parece indica que el libre comercio ya no le interesa a Estados Unidos, ahora cuando más necesita al mundo y el mundo ya no lo necesita tanto, como dice Zizjek. El mercado mundial dinámico del siglo XXI es China, ya no es Estados Unidos.

El argumento para poner aranceles de manera unilateral fue la Ley de Expansión Comercial de 1962, que permite imponer barreras comercial, por un período indefinido, cuando el mercado internacional amenaza a la seguridad nacional de Estados Unidos. El conflicto de Estados Unidos con el G7 fue señalar una serie de aranceles que aplican todos los miembros del G7 y China contra este país, lo que no parece ser cierto o, de ser así, por qué no recurrió a la OMC para su arbitraje. De igual unilateralismo se podría considerar el alza de la tasa de interés de Estados Unidos que, de mantenerse la trayectoria actual, podría alcanzar el 4 por ciento para fines del 2019. Las consecuencias sobre la economía mundial, los mercados de commodities y los tipos de cambio serán devastadores –las deudas públicas se verán severamente impactadas, en Europa y Japón e incluso en Estados Unidos dado su altísimo nivel de endeudamiento–.

Aranceles 

Lo que ha mostrado Trump, acompañado de Bolton, es que Estados Unidos puede hacer un tour de force sin respetar a la OMC ni a nadie. Anunció el alza de los aranceles de forma unilateral y generó un problema en la reunión. Trudeau dijo al final de la misma que Canadá “no tomaba a la ligera la imposición de aranceles a productos canadienses” y que “era insultante señalar como excusa problemas de seguridad nacional” cuando canadienses han peleado lado a lado a los americanos en diversas guerras. Peter Navarro, asesor de política comercial de la Casa Blanca desde el avión presidencial yendo a Singapur, dijo en respuesta: “Hay un lugar especial en el infierno para cualquier líder extranjero que se involucre en diplomacia de mala fe con el presidente Donald J. Trump y luego trate de apuñalarlo por la espalda al salir”.

La OMC nunca fue señalada en este dialogo de baja estofa. La reacción de los líderes mundiales fue llamar a la reunión de Quebec, una del G6 +1, con las consecuencias que tendrá para el sistema internacional y la pérdida de prestigio de quien fuera su líder. Queda abierta la posibilidad que Estados Unidos no sea invitado a la próxima reunión del G7 (menos 1) en Biarritz, Francia, a mediados del 2019.

* Investigador titular C, IIEc-UNAM, SNI II, coordinador Proyecto obela.org

** Técnico académico IIEc-UNAM, miembro el Proyecto obela.org

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