Andrés Manuel López Obrador, AMLO, está en el mejor momento de un político. Es presidente electo, disfruta de su victoria bien fresquita y todavía no paga los costos de gobernar. La luna de miel le viene saliendo perfecta. Cada día un antiguo contrincante lo elogia. Si todo sigue así, hacia el futuro solo le cabe compartir el deseo de Chavela Vargas: “Que todas las noches sean noches de bodas”.
En su caso, además, ganó muy bien. “Que el 70 por ciento haya votado y que AMLO haya obtenido el 53 por ciento de la votación es un hecho impactante”, dice en un café de Buenos Aires el mexicano Antonio Ibarra. Es profesor titular de Historia Económica en su país y estos días recorre archivos argentinos porque investiga los consulados españoles de la colonia.
Si hay un mexicano en la Argentina debe haber un argentino en México. En perfecta simetría, el historiador argentino Pablo Yankelevich, profesor del Centro de Estudios Históricos de El Colegio de México, aporta en charla telefónica otra clave: “Por primera vez decidieron organizar todas las elecciones juntas, las federales y las de nueve gobernaturas, con sus congresos locales, intendencias y cabildos. Y los electores votaron completo. Por AMLO y por toda la lista. Así, hasta el norte del país, que era anti-AMLO, se tiñó de AMLO desde arriba y arrasó hacia abajo en los funcionarios electos”.
Para Ibarra y Yankelevich AMLO interpretó bien el proceso de crisis de los partidos tradicionales cuando fundó el Movimiento de Regeneración Nacional, el triunfante Morena, el mismo nombre de la virgen morena, la Virgen de Guadalupe que convoca millones cada 12 de diciembre. AMLO convirtió el Morena en partido político para competir pero, a la vez, no le quitó su carácter de movimiento. “El éxito de Morena es haber construido una base territorial fincada en demandas locales, movimientos reivindicatorios y un tejido de lealtades tradicionales, y haber aprovechado el gran capital de AMLO que es la confianza de muchos sectores en él”, dice Ibarra.
Las elecciones del 1° de julio fueron la evidencia de la crisis de los partidos. El PRI, el Partido Revolucionario Institucional que había gobernado hasta 2000 sin interrupciones y volvió con Enrique Peña Nieto en 2012, “colapsó internamente, perdió la territorialidad se aisló de su base social y se dedicó a reproducir una tecnocracia sofisticada pero incapaz políticamente, o sea que se cortó las venas”, opina Ibarra. En cuanto al PAN, el Partido de Acción Nacional de los presidentes Vicente Fox (2000-2006) y Felipe Calderón (2006-2012), de raigambre democristiana, “perdió el patrimonio suyo de un votante social y conservador, religioso y anti-PRI”. Quedó roto el pacto bipartidista PRI-PAN que comenzó en 1988 con el presidente neoliberal Carlos Salinas de Gortari. Las elecciones terminaron, pues, nada menos que con un ciclo de 30 años.
“El triunfo fue tan arrollador que es como si el peronismo perdiera La Matanza”, analiza Yankelevich. Y encima fue así. Su Matanza simbólica, aunque más pequeña porque tiene 100 mil habitantes y no más de un millón, se llama Atlacomulco. Es un municipio del Estado de México. Cuna de dirigentes priístas, siempre fue territorio del PRI pero solo consiguió poner un presidente con Peña Nieto. “Ahora, por primera vez en la historia, Atlacomulco tendrá un presidente de Morena.”
Corrupción
El Partido de la Revolución Democrática, desprendimiento por izquierda del PRI fundado en 1989, ya había ido perdiendo a sus principales dirigentes, entre ellos el mismo AMLO y Cuauhtemoc Cárdenas, el hijo del presidente priísta y nacionalista Lázaro Cárdenas (1934-1940), y se quedó si identidad cuando firmó el Pacto por México de 2012 con el PRI y el PAN.
Para AMLO, en cambio, no había dudas. “Es un pacto contra México, la preparación de un gran atraco para reformar la Constitución y entregar la renta petrolera”. Citaba López Obrador una frase del millonario John D. Rockefeller: “El mejor negocio del mundo es el petróleo, y el segundo mejor negocio es el petróleo mal administrado”. Para AMLO el Pacto por México no suponía “una colonización mental sino una enajenación por codicia”.
También sostenía el actual presidente electo que la corrupción en los gastos de servicio generaba un sobreprecio del 60 por ciento, de cuatro a diez dólares por barril, y que el objetivo del PRI, el PAN y el PRD era quedarse con el sobreprecio y avanzar sobre el resto de la ganancia.
“Cuando México dejó de refinar naftas el gobierno tomó la decisión de trasladar a los ciudadanos el costo de la corrupción de Pemex”, dice Ibarra, que de esta manera enlaza energía y corrupción.
Según Ibarra “Andrés Manuel promete relanzar el crecimiento, distribuir y combatir la corrupción por ejemplo eliminando el sobreprecio que entrañan las adjudicaciones directas o las licitaciones amañadas, y abriendo la competencia a las empresas medianas que antes estaba excluidas”. Mientras tanto, “ya anunció gestos simbólicos como la reducción de los sueldos y los gastos de los funcionarios y del mismo presidente”. Yankelevich complementa con el dato de que AMLO ya dijo que no necesita al cuerpo de guardia presidencial del Ejército ni otra residencia que su casa. Y recuerda una frase del ganador: “La escalera se barre de arriba para abajo”. Es decir que, incluso sin un gran plan anticorrupción, cuando el presidente no requiere ser la cabeza de un sistema recaudatorio ese sistema ya empieza a ser más débil.
“La corrupción feroz de gobernadores del norte, en Estados como Chihuahua, terminó inclinando la votación hacia AMLO”, interpreta Yankelevich. “Se juntaron el hartazgo frente a la corrupción con el cansancio ante la violencia por la intensa actividad narco, mucho más intensa todavía en el norte por la ruta hacia los Estados Unidos, y el aumento de los combustibles.” La corrupción es un mal importante “pero la matazón es tremenda”, dice tan mexicanamente Yankelevich hablando de un país donde los muertos se cuentan por cientos de miles. “Y la pobreza también: son 45 millones, más de una Argentina, en un país de 130 millones de habitantes”. De esos 45 millones, “15 millones viven en la pobreza extrema”, informa Ibarra.
Ebrard canciller
¿Y Donald Trump? Los dos historiadores acuerdan en que parte del capital político de AMLO viene de su diferenciación con la “actitud indigna” de Peña Nieto, que aceptó las humillaciones de su colega norteamericano, y que la relación con los Estados Unidos podría tener un punto común surgido del realismo. AMLO quiere ser el presidente de un país donde los mexicanos no emigren. Trump quiere ser el adalid de unos Estados Unidos con menos inmigrantes. El NAFTA y los acuerdos entre los dos países pueden o no revisarse pero nada cambiará velozmente el nudo de dos economías encastradas en términos productivos y financieros, incluyendo las remesas a México de los migrantes que ya viven en los Estados Unidos.
Yankelevich le otorga importancia al anuncio de que el ex alcalde de México 2006-2012 Marcelo Ebrard será el canciller. “Es un político hábil que ya trabajó en el gabinete de AMLO cuando Andrés Manuel fue alcalde de México entre 2000 y 2005 y tiene buena formación para leer las relaciones con los Estados Unidos, con el resto de América Latina y con los conflictos mundiales.”
“Los neoliberales trataron de construir una figura dictatorial, estatista, expropiadora, y hay patrones que llamaron a sus obreros a votar contra ese diablo de AMLO bajo amenaza de despido”, cuenta Yankelevich. “Pero el triunfo arrasador hizo que algunos de esos patrones hoy hablen bien del presidente electo y que les cueste entender los matices y las tácticas de un líder popular que no llama a romper las relaciones con los Estados Unidos ni pulverizar el intercambio.”
La historia
Tanto Ibarra como Yankelevich le dan importancia a la estrategia morenista y del propio AMLO de colocarse como la encarnación del cuarto cambio en la historia mexicana. En la narrativa de López Obrador la primera transformación fue la independencia. La segunda, el período de Benito Juárez y la reforma fueron la segunda y la revolución mexicana de 1910 fue la tercera.
“AMLO se pone dentro de un linaje patriótico y dentro de la tradición social liberal”, dice Ibarra. “La identificación fundamental está en la austeridad y la legalidad de Juárez y en la vocación demócrata de Francisco Madero.”
“La potencia del discurso historiográfico oficial mexicano es tal que ocho años de panismo no pudo modificarlo”, recuerda Yankelevich. “Hasta Calderón tuvo que festejar el centenario de la revolución mexicana en 2010 desde un partido que estuvo en contra. Y el rescate que hace Andrés Manuel de Madero no es casual. Madero combatió a Porfirio Díaz, le hicieron fraude, lo encarcelaron, ya fuera de la prisión se levantó contra Porfirio, logró el llamado a elecciones y las ganó.”
“El respeto al derecho ajeno es la paz”, una frase que repite López Obrador, le pertenece a Juárez. En campaña AMLO aludió con ella tanto a lo que busca de Trump como a lo que hará respecto de Venezuela. “Si nosotros no nos metemos con nadie, que no se metan con nosotros”, sería la traducción diplomática. Lo que implicaría, en relación con Nicolás Maduro, el retiro de México del grupo más hostil.
La presencia de Ebrard tiene también una clave interna. Morena, para ganar, se alió en la coalición Juntos Haremos Historia con el Partido del Trabajo y con el PES, el Partido Encuentro Social, con un gran peso evangélico aunque respetuoso del laicismo mexicano. El PES se opone al matrimonio igualitario y al aborto libre, dos avances ya vigentes en la capital mexicana que gobernaron Cuauhtemoc, AMLO y Ebrard y que ahora se dispone a regir la alcaldesa electa Claudia Sheinbaum, que fue secretaria de Medio Ambiente de López Obrador y bajó la contaminación en cinco años.
El cambio en el sistema político podría abarcar otros dos elementos.
Uno es que por primera vez se habilita la reelección para diputados (que tienen un período de tres años) y de senadores (con período de seis). “Un legislador está autorizado a cambiar de partido en la primera parte de su mandato, o sea antes del año y medio para diputados y de los tres años para senadores”, explica Yankelevich. “Si el nivel de apoyo de Andrés Manuel sigue como ahora, podría haber un pase masivo hacia el Morena, que ampliaría aún más la mayoría que ya ganó.”
El segundo elemento surge de una promesa de AMLO que destaca Ibarra. “Dijo que al tercer año, en la mitad de su mandato, convocará a un referéndum que será revocatorio. Y en los cargos locales lo hará al año y medio. Así se obliga a sí mismo a una gestión dinámica y busca la construcción de una nueva clase política en los niveles locales. No es un objetivo menor: en los gobiernos locales está asentado el narcotráfico. Renovándolos será más fácil aislar a los narcos.”