“Así es de cruel la política y el peronismo en particular”, anticipaba en su diario personal su eventual ocaso Antonio Cafiero en caso de perder, como temía, la interna presidencial con Carlos Menem el 9 de julio de 1988, es decir, justos 30 años. Si bien efectivamente perdió y él nunca llegó a la presidencia, hoy su legado renovador es mayoritariamente rescatado dentro de las filas peronistas y aquella interna es mirada como un ejemplo a seguir, dado que fue la herramienta que le permitió al PJ volver al poder después del cimbronazo de la derrota de 1983. “Yo reivindico siempre ese hecho. La interna fue un golpe de nocaut para el radicalismo, de ahí Menem fue derecho a la Casa Rosada. Si ahora pudiéramos repetir algo parecido, con todos los candidatos adentro, el triunfo no se nos puede escapar”, sostuvo José Luis Gioja, presidente del todavía intervenido PJ Nacional.
“Hay similitudes con la actualidad. Mauricio Macri habla del mejor equipo de los últimos 50 años y Raúl Alfonsín del tercer movimiento histórico que duraría 100 años. Pero cuando fue la interna el peronismo ya veía, como pasa ahora, que el gobierno había defraudado las expectativas y resolvió el mecanismo de consulta a los afiliados para decidir su candidato. Y fue el método correcto”, coincidió Mario Cafiero, uno de los hijos de Antonio y titular de Fudepa, la histórica fundación de formación de cuadros del cafierismo.
Antonio Cafiero había lanzado la renovación peronista como vehículo para enfrentar a la ortodoxia de Lorenzo Miguel y Herminio Iglesias, planteando tanto un relevo generacional como doctrinario, un poco en espejo a la exitosa línea Renovación y Cambio que lideraba Alfonsín en la UCR. Obviamente, la ortodoxia trató de cerrarle todos los caminos y debió ir con una lista por fuera del Partido Justicialista, con la sigla Frejudepa (Frente para la Justicia, la Democracia y la Participación), a las legislativas de 1985 en la provincia de Buenos Aires. Casi triplicó los votos de la lista “oficial” de Herminio, lo que convirtió de inmediato a la Renovación como la principal opción al gobierno radical, con Cafiero, Carlos Menem y Carlos Grosso como sus conductores.
FMI, deuda, ajuste, default, fueron todas palabras que se pusieron de moda por entonces, hoy de nuevo con inesperada actualidad. Cafiero coronó su rutilante aparición en el centro del escenario político con un triunfo electoral para la gobernación bonaerense el 6 de septiembre de 1987 ante el radical Juan Manuel Casella. Su llegada a la Casa Rosada parecía sólo cuestión de tiempo. No era la idea de Menem, claro, que comenzó a empapelar el país con sus afiches. En su minuciosa autobiografía “Militancia sin tiempo” en varios momentos Cafiero muestra su extrañeza ante el personaje que lo desafiaba. “Cada día me resulta más incoherente y misterioso”, dirá. También: “Para mí seguía siendo un tipo pintoresco que se paseaba creído de su popularidad”.
Luego analizará que mientras él se dedicaba a preparar cuadros, discutir la filosofía partidaria y la renovación programática, Menem iba el programa de Mario Sapag a reírse de su imitación y ganar simpatías. Por otro lado, mientras Cafiero elegía mantener la pureza renovadora en una fórmula con José Manuel De la Sota, Menem sumaba a todos los que quisieran apoyarlo -la ortodoxia se pasó en malón- y completó su binomio con Eduardo Duhalde. Y más, aunque Menem se había mostrado en muchos momentos de la gestión radical como el gobernador opositor más cercano, a ojos del votante peronista el sector que encabezaba Cafiero era el más parecido al alfonsinismo al que se quería desalojar del poder.
“Tremendo temor al derrumbe político ante este extraño poder del Turco Menem”, escribirá Cafiero en su diario tres meses antes de la elección.
Fue la primera vez en la historia que el peronismo elegía su candidato en internas. Lejos todavía de las PASO, se trataba de elecciones cerradas pero masivas. Aquel 10 de julio de 1988 votaron 1.600.000 afiliados de un padrón de 4 millones. Como temía Cafiero, ganó Menem. “El lo sabía. Me acuerdo perfecto: lo fui a ver un sábado por la mañana y me dijo ‘Mario, perdemos’. Y creo que uno de los legados que dejó fue el respeto a las reglas del juego, eso es fundamental”, rememoró Mario Cafiero, algo en lo que coincidieron todos.
Por ejemplo, el presidente del PJ Bonaerense, Gustavo Menéndez, quien conoció a Cafiero de chico y siempre lo tuvo cerca. “En esa interna hubo grandes demostraciones de civismo de Cafiero, que ya era el presidente del PJ y manejaba el aparato partidario. Concedió cosas que le convenían a Menem como hacerla por distrito único. Fue una interna muy limpia y se cumplió con la consigna del que gana conduce y el que pierde acompaña”, recordó. Gioja destacó que a las 11 de la noche Cafiero y De la Sota ya estaban en el hotel Presidente saludando al ganador.
Lo mismo después. Mario Cafiero contó que su padre y los equipos técnicos del peronismo le prepararon a Menem una plataforma de gobierno que el candidato ni se tomó la molestia de ojear. “Ya veremos qué hacer cuando llegue el momento”, les dijo. Claro, ya tenía en mente el acuerdo con Bunge & Born y cargarse toda la base doctrinaria del peronismo. No obstante, Cafiero luego sería embajador en Chile y senador. Además, le recomendó a Felipe Solá que aceptara el cargo de secretario de Agricultura que le ofrecía Menem. “Viendo todo lo que pasó después la figura de Cafiero se agiganta. A mí me tocó verlo de cerca y nunca se cayó del pedestal”, insistió Menéndez.
En definitiva, lo que sucedió hace 30 años fue que el peronismo estando en la oposición eligió al candidato que luego sería presidente por primera vez en una interna, que resultó masiva y sin incidentes. “Esa interna le dio volumen y competitividad al peronismo y le permitió ganar. Eso es algo que tendríamos que repetir”, remarcó el vicepresidente del PJ Bonaerense, Fernando Gray, otro punto en el que coincidieron todos los consultados. Aunque algunos objetaron la posición de algunos de los posibles postulantes -llámase Juan Manuel Urtubey o Sergio Massa-, a quienes por momentos ven interesados en jugar a favor de los intereses del oficialismo que de tirar para el carro del peronismo. “No paramos de decir lo mismo: una gran primaria, con todos adentro. No tiene que haber un único ganador; que haya un primero, un segundo y un tercero. Que en las listas entren candidatos de todos los sectores y así ganamos todos”, subrayó Gioja, que, dicho sea de paso, todavía espera que la justicia electoral resuelva sobre la insólita intervención al Partido Justicialista.