El gobierno ha ensayado un cambio de velocidad: del gradualismo ha pasado a la aceleración del ajuste. Para intentar consolidar ese proceso ha recurrido a una jefatura externa en la que delegó las decisiones.
El documento del acuerdo con el Fondo tiene treinta y tres páginas y en él se dice diez veces “la Argentina deberá” y otras catorce veces “la Argentina consultará”. Es claro:el compromiso de consultar muestra que se ha transferido parte de la soberanía a otra instancia que ya no es la del gobierno. Junto a la fuga de capitales hay fuga de decisiones. Cambiemos dice que el acuerdo con el Fondo Monetario no es condicionante. Es decir, que éste no le impone las medidas porque el gobierno previamente ya acuerda con ellas. Es lógico: el Fondo no le puede imponer al gobierno las políticas que éste ya siente como propias. FMI y gobierno coinciden en el programa. Sin embargo, este último está obligado comparecer, una y otra vez, ante el organismo internacional que a partir del acuerdo tiene la última palabra.
Este programa -con el que acuerdan el gobierno y el FMI- es presentado como el único posible. Cuando el Presidente de la Nación dice que el camino que él propone no tiene alternativas, que hay que atravesarlo para poder recuperarnos de “la herencia recibida”, está intentando convencer a la sociedad de que hay sólo dos opciones: aceptar su programa o caer en el desánimo. En la perspectiva neoliberal la democracia no es el sistema donde se discuten proyectos diferentes sino el lugar donde se produce la resignación ante una política única. Trabajan para hacernos perder la esperanza.
Pero al FMI no le alcanza con que el gobierno coincida con el programa que ambos impulsan. Además, le pide garantías de que va a cumplir. Y le demanda otra cosa más: que esas garantías las den también otros actores del sistema político. El discurso único debe transformarse en un proyecto unificado sostenido por oficialismo y “oposición”.
El gobierno viene diciendo que un conjunto de gobernadores se han comprometido a apoyar el Presupuesto 2019 con el ajuste que los mercados reclaman. Oficialistas y opositores “racionales” coincidirían en responder a la demanda del FMI: juntos darían garantías de que cumplirán con el acuerdo. Algunos legisladores, diputados y senadores repiten con matices el mismo discurso: ellos son dirigentes responsables que garantizarán que el país tenga el presupuesto que necesita.
El FMI nos somete a un programa de tres años que termina en junio de 2021, y a cambio, nos otorga un crédito de 50 mil millones de dólares al que se podrá acceder en la medida que se cumplan con las revisiones trimestrales. Es decir: el gobierno que asuma en diciembre de 2019 tendrá por delante un año y medio de compromisos con el organismo internacional,y es por eso que este último le pide garantías a “la oposición razonable” de que cumplirá con ese acuerdo en caso de que gane las elecciones.
Por eso, la unidad que nosotros debemos construir es aquella capaz de presentar en sociedad un proyecto alternativo. Se trata de una unidad lo más amplia posible, sin exclusiones, pero organizada alrededor de un programa que proponga el país en el que queremos vivir.
Tenemos que trabajar en la construcción de un compromiso público ciudadano que contenga lo que vamos a hacer cuando recuperemos el gobierno y también lo que nunca haremos cuando gobernemos.
Una clara línea divisoria.
Entre quienes apuestan a una integración subordinada a los países centrales y quienes apostamos a la integración regional, fortaleciendo la UNASUR y la CELAC y promoviendo la relación con los nuevos países emergentes.
Entre quienes delegan el gobierno en los Mercados y quienes promovemos el gobierno de la ciudadanía a través de un Estado que regule.
Entre quienes le entregan la administración de las divisas al Mercado y quienes creemos que debe estar regulada por el Estado.
Entre quienes apuestan a inversiones que nunca van a venir y quienes creemos en un poderoso Mercado interno para el cual son necesarias paritarias libres, mayor poder adquisitivo de la población, jubilaciones que aumenten y control de las importaciones que compiten con la producción nacional.
Entre quienes desprotegen a las pymes y a las economías regionales y quienes las pensamos como el motor de la economía nacional.
Entre quienes conciben los servicios públicos como una relación privada entre proveedores y consumidores que los obtienen mientras pueden pagarlos y quienes los consideramos, tal como los define la Organización Internacional del Trabajo, un bien universal al que todo ciudadano debe tener acceso, independientemente de sus ingresos.
Entre quienes intervienen sobre las jubilaciones para ajustarlas y quienes proponemos volver a un sistema previsional con casi el cien por ciento de inclusión.
Estos son sólo algunos puntos de una propuesta integral para construir una Argentina soberana, inclusiva y democrática.
El oficialismo nos quiere hacer perder las esperanzas. Nos quiere hacer creer que no hay alternativas posibles.
Sin embargo, cuando hay voluntad popular y hay líderes convencidos nada es imposible.
Para desarrollar una alternativa al proyecto “único” del neoliberalismo no sólo son necesarios gobernantes competentes, decididos y capaces. Además hay que construir mayorías conscientes y comprometidas. No es posible desarrollar otro modelo de país sólo con los gobernantes. Necesitamos un pueblo movilizado, una épica ciudadana que ponga entusiasmo y pasión allí donde ellos quieren dejar sólo la resignación. Es con la fortaleza de ese pueblo activo que se generarán las condiciones, cuando ganemos las elecciones, para gobernar con una propuesta liberada de los condicionamientos del FMI.
El triunfo de Andrés Manuel López Obrador en México, sumado a la presión nacional e internacional para que Lula sea liberado y pueda presentarse como candidato en Brasil -lo que podría terminar en una victoria electoral del líder del Partido de los Trabajadores-, representa un gran punto de partida para recomponer una fuerte alianza regional.
El proyecto nacional, popular y democrático sólo se impone doblegando resistencias. Un conglomerado de corporaciones nacionales e internacionales ha hecho, hace y hará todo lo posible para que nuestro proyecto no se fortalezca. Por eso, de este lado, es necesario organizar una fuerza alternativa: una ciudadanía involucrada y esperanzada en la construcción, entre todos y todas, de un país democrático, soberano e inclusivo.
Trabajamos todos los días construyendo una propuesta con la cual forjar la unidad más amplia posible y enamorar a una mayoría ciudadana que establezca el 9 de diciembre de 2019 como el último día en el que un presidente neoliberal ocupe la presidencia de nuestro país.
* Presidente Partido Solidario.