Con la canasta básica de alimentos en aumento, las barriadas más postergadas de Rosario la pasan "cada día peor". Desde las organizaciones populares y sociales buscan trabajar con estrategias de ahorro, supervivencia, y con un gran esfuerzo para que no falte un plato de comida. "Todos escuchamos el ruido en la panza de pibes y pibas, menos quienes lo tienen que escuchar", lanzó Facundo Peralta, de la organización popular Causa. Alejandra Fedele, referente barrial del Movimiento Evita, aseguró que la situación es crítica. "Ya no hay siquiera changas, a las compañeras que trabajaban en casas de familia de clase media les redujeron o sacaron las horas, y la realidad es que no les alcanza", aseguró. Así, cada vez hay más bocas que alimentar en comedores y merenderos, donde hay que marcar días para asistir con un menú que, para la mayoría, es el único alimento de la jornada. El desempleo y el ajuste del Gobierno nacional no solo sacude en lo alimentario, sino que afecta fuerte también las relaciones sociales.
El informe de precios de junio pasado, realizado por el Centro de Educación, Servicios y Asesoramiento al Consumidor (Cesyac), estimó que la canasta familiar trepó a 31.726 pesos; es decir, casi un 5 por ciento más que en mayo. En tanto, miles de familias de los barrios humildes sobrevive con 6 mil pesos mensuales, entre lo que ganan los adultos que se las rebuscan con algún trabajo informal y planes sociales que perciben para mantener a sus hijos.
San Martín Sur, Libertad, Quinta, Empalme Graneros, Itatí y Villa Banana son los seis barrios de zona noroeste, oeste, sur y sudoeste donde Causa tiene comedores populares en los que hace tres meses se daban 600 raciones de comida para niños y niñas, y ahora son 880 los que reclaman su plato. "Son 350 familias a las que llegamos tres veces por semana. Es un 30 por ciento más que en marzo, con una aceleración descomunal y los mismos fondos. La realidad es que venimos de mal en peor con la cantidad de gente que necesita asistencia alimentaria. Lo que hacemos es elaborar estrategias, porque con lo mismo tuvimos que producir más, que es lo que hacen las compañeras que están al frente de los comedores. También intentamos ahorrar con la logística y distribución, ya que es otra de las cuestiones que genera costos", relató Peralta.
La situación ‑sumó el militante de base‑ "se aceleró en los últimos meses y esto es algo que nosotros no habíamos visto tan marcado el año pasado. No sabemos cuánto tiempo más podremos sostener lo que venimos haciendo. Vivimos en la incertidumbre. Cada vez hay más gente que manda a sus hijos e hijas a los comedores", señaló. "Algo que notamos en un comedor de barrio Libertad, donde empezamos con niñas y niños de la primera infancia, es que hace dos meses se sumaron cerca de treinta adolescentes. No solo tuvimos que ampliar la respuesta a esa demanda, sino modificar el tipo de alimento porque se trata de pibes y pibas que vienen de hacer deportes y llegan con un hambre bárbaro, porque necesitan energías", develó.
Para Peralta, la situación es "una olla a presión". "Nosotros no sabemos cuánto tiempo vamos a poder sostener los comedores, la gente no sabe cuánto tiempo va a poder sostenerse yendo a comer ahí; los comerciantes del Mercado de Productores no saben hasta cuándo se sostiene su negocio y esto nos lleva camino a una situación de emergencia, donde siempre salen los conflictos y la violencia, como mayor temor. Hay ciertos sectores, sobre todo la clase media, que empiezan a mirar hacia los barrios populares, porque lo empiezan a ver en la calle. Es como que todos estamos escuchando el ruido en la panza de los pibes, menos los que lo tienen que escuchar. En general, la sociedad se empieza a dar cuenta de la malaria, y el gobierno claramente lo sabe y agrede a los de abajo. Cuando se activa es desde un lugar limosnero: quizás antes de fin de año nos tiren algo para reforzar los comedores, pero eso no transforma nada", planteó.
Alejandra Fedele, referente en barrios como Saladillo, Las Flores y Nuevo Alberdi, entre otros, aseguró que "lo que se está viviendo es terrible". En esas zonas, dan la comida una vez por semana. Lo que relató es cotidiano: "Todos los días aumentan la leche, el pan, el aceite, hay familias enteras que suspendieron la cena; y empiezan a incrementarse las ferias y los trueques, como herramienta de supervivencia".
Sobre la situación de los merenderos del Evita, que brindan asistencia todos los días, Fedele aseguró que donde hace un par de meses había 50 niños y niñas, hoy son más de 200. "Hace seis meses que estamos con una altísima demanda. No podemos ya darle solamente a los más pequeños, sino que empezamos a asistir a madres, padres y abuelos. Las compañeras hacen un trabajo importantísimo y se las rebuscan amasando todos los días para que haya tortas fritas, bolas de fraile, y no solo la leche. Cada día es más complicado y a eso tenemos que sumarle la violencia, porque cuando una familia pierde el poder adquisitivo aparecen otras cuestiones y lo único que hace el gobierno nacional es enviar más fuerzas de seguridad. Pensábamos que lo que habíamos visto en 2001 no lo íbamos a ver más", lamentó.