Rodrigo Arena es un artista escénico transgénero en extremo lúcido. No hay disolución entre su obra y su vida, no hay una sin la otra, ni lo quiere. 

Su trabajo tiene algún punto de contacto con el del escritor francés Emmanuel Carrere, que explora los abismos de lo humano a través de su propia historia. 

Arena no tiene límites para buscar correr las pautas establecidas por el sistema teatral o cualquier otro donde se mueva. 

Su última obra fue la perfomance duracional Parresía en el desierto, en la que durante 24 horas reales buscó explicar “la impunidad de mis actos, la desesperanza de mi vida, la profundidad de mi sentimiento artístico y la ruptura con mi familia”. 

Dirigió la puesta en escena de su diario íntimo, Mis días sin Victoria, que fue presentada en el CC Matienzo (2016), en el CC Recoleta, en el Museo de Arte Queer de Atenas, Grecia, y en el Showcase MICA (2017). 

Dirigió junto a Fiorella Álvarez Vleminchx la performance duracional de cinco horas “Entrevistas frustradas a bailarinas exitosas”, donde 20 bailarinas presentan sus testimonios performáticos acerca de la discriminación sistematizada en el mundo de la danza y cuentan “su verdad”.

En 2016 fue expulsado del bar La Biela junto a su pareja, y llevó adelante una movilización para denunciar la discriminación a la comunidad de lesbianas, comenzando a reconocerse como activista y feminista. A fines de 2017 reconoció su identidad de género transmasculina.

Todo esto, al día de la entrevista. Con 27 años, todo en su vida puede mutar.