La piel de Elisa, obra de la canadiense Carole Fréchette dirigida por Silvina Katz, estrenó una nueva temporada en el Espacio Callejón. Se trata de una propuesta teatral intimista, que transcurre en el bar del teatro, con el público como parte de la puesta en escena, invitado a participar del encuentro. En la mesa hay papeles en blanco y lápices con la expectativa de que la gente deje sus relatos para que nutran las siguientes funciones. Allí se develarán, junto con Dana Basso y Lisandro Penelas, historias de sensaciones, de imágenes vivas, de pequeños momentos transitados en su plenitud.
Los recuerdos invaden el espacio, lo que le permite al espectador, además de disfrutar de las historias contadas, indagar en la propia existencia a partir de lo que sucede en el escenario, desde lo más obvio a lo más abstracto que pueda imaginarse.
Es una experiencia que invita a rememorar vivencias acompañadas por la música en vivo que ejecuta Fabio Loverso con el chelo, y que propone un decir diferente.
La obra está atravesada por la premisa de que los seres humanos son sujetos “en y por” el discurso. Lo que a Elisa le permite ser, es su relato, sin importar si este resulta verdadero o falso. Y es ese ser en el discurso, lo que no la dejará envejecer. Para Katz, “al contar historias uno elige lo que ficciona y lo que no, y al verbalizarlo, eso te revitaliza. Con La piel de Elisa nos preguntamos sobre el amor a la vida y sobre la lucha desesperada que hacemos por aferrarnos a ella porque la obra nos propone la necesidad de hacernos preguntas respecto del amor a través del tiempo y como nos sostiene vivos estar en contacto con él.”
–¿Cómo fue el acercamiento al material de Carole Fréchette?
–Me encontré con el material en el 2003 buscando monólogos junto con Dana. Y en su momento hicimos tanto con Lisandro como con Dana nuestra primera versión en un bar, pero que no tenía nada que ver con la obra actual. Fue un primer acercamiento. Y después a medida que fueron pasando los años nos llamó la atención la necesidad que teníamos de hacerla. Luego hicimos un camino distinto y la adaptamos a nuestra realidad local. Le realizamos adecuaciones al texto que no están en el de Carole y ahora nos encontramos con muchas de ganas de sumar las historias nuevas que nos aporta la gente en cada encuentro.
–La idea de hacer una puesta intimista y no usar la sala, ¿es parte de la propuesta original o fue pensado por ustedes?
–La obra en realidad está planteada para hacer en escenario, con distintos personajes. A nosotros se nos ocurrió que el lugar ideal para hacerla era el bar. Y si bien el lugar es chiquito, nos pareció que era el espacio que necesitábamos para generar la intimidad entre el público y los actores. Inclusive en un momento intentamos hacer una puesta de luces y nos dimos cuenta de que queríamos quitarle esa zona teatral de la luz de la ficción y que la gente estuviera lo más francamente posible en un bar y que pudiera vivir y ver lo que le iba pasando al otro. Creo que ese fue el gran cambio. Nuestra pretensión es que, más que una obra teatral, vaya en un caminito a la tertulia. Ya desde el año pasado estamos en el Callejón y Javier Daulte fue quien nos alentó para hacerla.
–¿En qué la interpeló particularmente la obra?
–A mí lo que más toca de la obra es si uno puede sostenerse sensual y vivo con el paso del tiempo. Hay algo de la vejez que a veces va en contradicción con uno que se siente joven. La sorpresa entre el paso del tiempo y lo que uno siente para mí tiene que ver con esa llamita encendida vinculada con distintas formas de amar. Por ejemplo, esta obra para mí es una forma de amar. Actuar o dirigir es una forma de sostenerse joven. Además, es una obra que empecé con mi compañero Darío Luchetta, con un amor que ya no está. Esta obra está signada también por el amor. Al rehacerla también lo sostenemos vivo a él y a todos nuestros amores.
* La piel de Elisa puede verse los sábados a las 18 hasta fines de julio en el Espacio Callejón (Humahuaca 3759).
Entrevista: Josefina Frega.