En tiempos donde impera la imagen, Eugenia Zicavo lleva adelante un rol destacado en la divulgación literaria, pero se mete de lleno en los medios de comunicación y articula los universos de la literatura, la televisión y las redes sociales. En el cruce de esos mundos, conduce Libroteca en el Canal de la Ciudad y Bibliómanos en la Televisión Pública. 

Licenciada en Sociología de la UBA y Doctora en Ciencias Sociales en la misma Universidad, también se desempeña como docente e investigadora de la materia Sociología de la Cultura de la UBA, y en Gestión del Arte y la Cultura de la UNTREF. 

Universidad entrevistó a Zicavo para profundizar acerca del papel de la literatura y la educación superior en el contexto actual. 

-¿Qué importancia le das a la palabra escrita en momentos donde la imagen ocupa un lugar cada vez más preponderante?

Si bien vivimos en un entorno mediático de preponderancia de las imágenes, curiosamente desde la llamada “revolución digital” gran parte de las comunicaciones se realizan a través de la palabra escrita. Lejos de haber perdido su valor, la escritura tiene un nuevo protagonismo, desde el mail (que de algún modo refundó el género epistolar) y los blogs, hasta Whatsapp y las redes sociales, donde incluso se prueban nuevos modos de escribir, que además son replicados por los medios masivos tradicionales (diarios, radio y televisión). Además, en lo que respecta a los consumos culturales, la literatura sigue siendo un espacio de creación de imágenes en la cabeza de cada lector, algo que ninguna otra actividad puede emular.  

 

-¿Cual consideras que es el rol de la educación en este sentido?

La educación en sentido amplio siempre tuvo como objetivo la difusión del conocimiento y de las artes, entre ellas la literatura. Sin embargo, es curioso cómo la lectura sigue estando asociada en el imaginario social a un consumo de “alta cultura”, cuando existen millones de lectores –y sobre todo lectoras- de todos los géneros que encuentran en ella un divertimento, como puede ser el cine o las series. Creo que, en este sentido, la educación tradicional (sobre todo en el nivel escolar) asocia el acto de leer con una obligación, con planes de lectura que no tienen que ver con los intereses de las nuevas generaciones. Cuando cursé la secundaria, por ejemplo, tuve que leer las obras del Siglo de Oro español, que pueden estar muy bien para ciertos públicos pero que difícilmente despierten el interés de una adolescente. En cambio, si un libro que conecta con el universo de los jóvenes llega en el momento justo, provocando placer (que es lo que buscamos al leer), seguramente allí vaya a haber un lector.

-Con el avance de las nuevas tecnologías, ¿la literatura y la narrativa pierden más de lo que puede ganar o ganan más de lo que pierden?

En lo que respecta al hábito lector, las nuevas tecnologías (en especial los teléfonos celulares) conspiran de algún modo porque resultan distractivas. En mi caso, por ejemplo, antes leía mucho más en el transporte público y hoy ese tiempo muchas veces lo dedico a estar conectada a internet. Sin embargo, las redes sociales hacen que la literatura cobre una nueva visibilidad, además de generar comunidades de lectores que se encuentran en dichos espacios virtuales. De hecho, muchos usuarios de estas plataformas publican allí sus lecturas sin que haya una oposición entre la comunicación visual y la escrita, sino que resultan complementarias. Es lo que pasa en mi caso con el uso de Twitter o Instagram para comentar libros, donde por un lado me queda un registro de lo leído, y por el otro, puedo compartirlo con otros lectores y llegar a nuevas lecturas.

-En las sociedades actuales, ¿qué papel ocupa la universidad en la producción cultural y en su consumo?

Actualmente, buena parte de los consumos culturales pasan por internet, ya sea por Youtube, servicios on demand como Netflix o incluso los sitios web de los medios tradicionales como los diarios, la radio y la televisión. Sin embargo, existen grandes disparidades en el acceso y el uso de internet. Así como para acceder a la cultura escrita fueron necesarios planes masivos de alfabetización, la cibercultura también requiere de una alfabetización tecnológica en la que las universidades pueden jugar un rol fundamental, ya que se están generando importantes brechas sociales a partir del uso diferencial de estas herramientas. El sociólogo español Manuel Castells habla de “interactuantes” e “interactuados” para distinguir entre aquellos cuyas competencias les permiten ser productores y consumidores activos y quienes sólo consumen los productos que otros ponen en la red. 

En un entorno de sobresaturación informativa, la universidad debe brindar herramientas conceptuales (además de tecnológicas) para el acceso, la lectura crítica y la construcción colectiva del conocimiento. Además de continuar siendo un polo de producción cultural activo, que a su vez se difunda por dichos medios.

-¿Cómo ves hoy la función social de la universidad pública de cara al futuro?

Las universidades públicas en Argentina, que son gratuitas y de ingreso irrestricto, además de brindar conocimientos específicos de calidad académica, son espacios para el debate y la formación del pensamiento crítico. En este momento económico social en el que existe una política de gobierno de ajuste y achicamiento del Estado, el desafío de cara al futuro es que puedan seguir siendo agentes de transformación y de movilidad social ascendente por la vía del saber. Son espacios fundamentales de resistencia ante la avanzada neoliberal que evalúa el gasto público desde una mirada mercantilista y no como una inversión en el bien común.