Desde cualquier punto de vista, la noticia es positiva. Una buena nueva en momentos en los cuales diversos referentes y entidades del sector cinematográfico y audiovisual continúan denunciando las dificultades para el otorgamiento de créditos –incluso para proyectos ya aprobados– y el nombramiento de nuevos comités de evaluación. Con la firma del vicepresidente del Instituto Nacional de Cine y Artes Audiovisuales (Incaa), Fernando Juan Lima, el Boletín Oficial de la República Argentina acaba de publicar las nuevas normativas para la aplicación de la cuota de pantalla que regula la exhibición del cine nacional, una herramienta diseñada para proteger la presencia de las películas locales en los cines ante un mercado cada vez más concentrado. Creada en el año 1973 y con diversos cambios introducidos a lo largo de las décadas, lo cierto es que las prácticas habituales entre productores, distribuidores y exhibidores hacen que la letra de la ley se cumpla apenas en contadas ocasiones. El resultado directo de ese estado de las cosas ha sido, casi siempre, la desprotección de las películas pequeñas y medianas, obligadas a pelear palmo a palmo por un hueco en la grilla de estrenos, conseguir una semana más de vida en pantalla e, incluso, lograr una presencia en apenas una o dos funciones diarias.
A grandes rasgos, la ley 17.741, que regula esa cuota de pantalla, obliga a los exhibidores a proyectar una película nacional por sala, en todas las funciones, en al menos una semana de cada trimestre del año calendario. Esa herramienta legal, unida a la media de continuidad (el porcentaje mínimo de espectadores necesario para generar la obligación de continuar con la exhibición de la película en la siguiente semana en esa misma sala), es uno de los métodos que una gran parte de las cinematografías más importantes del mundo –desde Francia hasta Corea del Sur, por citar apenas por ejemplos modélicos– han desarrollado para fomentar, proteger y sostener su producción ante las prácticas monopólicas de los grandes jugadores del negocio de la distribución y el avance invasivo de los mega tanques de Hollywood. Pero lo cierto es que, al menos hasta la fecha, las presiones de los complejos multi-pantalla y la anuencia de los propios distribuidores han generado una situación de encerrona, una suerte de trampa 22 en la cual cualquier alternativa termina perjudicando la posibilidad de supervivencia de las películas argentinas que no disfrutan de una gran presencia promocional detrás. Generando incluso, en casos extremos, acuerdos un tanto perversos entre las partes, como la firma de una renuncia a la media de continuidad antes de la fecha de estreno para garantizar la presencia mínima en determinada sala de un complejo.
“La ley directamente no se aplicó entre el año 1973 y el 2004”, detalla Fernando Juan Lima en comunicación con PáginaI12. “A partir de ese momento, todas las reglamentaciones dictadas por el Incaa fueron para restringir e incumplir la cuota de pantalla. Por ejemplo, se permitió que se proyectaran la mitad de las funciones estipuladas, algo así como ‘media cuota es igual a una cuota completa’. Una reglamentación que iba en contra de la ley”. El cambio sustancial que la nueva resolución viene a introducir es precisamente una afirmación aritmética: media cuota es media cuota. De esa manera, para cumplir con la ley, los exhibidores deberán sostener el porcentaje total de funciones durante la primera semana o bien “completar” la media cuota de un film con otro título de origen nacional. “De esta manera se logran más ventanas para el cine argentino, que es algo que está faltando. Ante la enorme cantidad de copias con las cuales se lanzan ciertas películas, la presencia del cine nacional se ve empequeñecida”, afirma Lima. No se trata, de ninguna manera, de imponerle nada al público. La cuota de pantalla, como lo demuestra su aplicación en otros países, es una medida de protección estatal que de ninguna manera atenta contra la libre competencia de la oferta cinematográfica, al tiempo que permite que determinadas películas sin grandes campañas publicitarias intenten encontrar a su posible público.
“Es una norma de orden público y, por lo tanto, irrenunciable. La cuota de pantalla no está establecida para favorecer al productor, al distribuidor o al realizador, sino que es a favor del pueblo. Es asegurar el acceso a la cultura. Esa posible interpretación virtuosa es la que ahora está escrita en el reglamento”. El otro cambio relevante de la nueva normativa establece claramente que el seguimiento del cumplimiento de la cuota de pantalla y de la media de continuidad será ejercido de oficio por la Gerencia de fiscalización del Incaa y establece un canal de denuncia, que puede ser o no anónimo, para los casos donde eso no ocurra. Por otro lado, dispone la nulidad de cualquier acuerdo entre exhibidores y distribuidores que vaya en sentido opuesto a la reglamentación. Esta última aclaración legal intenta ponerle un freno a las prácticas habituales entre las grandes cadenas de exhibición y los distribuidores de cine nacional, quienes debían ceder ante las presiones y aceptar horarios marginales o escasas funciones diarias. Para Juan Lima, “se trata de una herramienta fundamental para asegurar un piso, un mínimo de lugar para el cine nacional. No es algo novedoso, se aplica en muchos lugares y tiene que ver con una realidad de la industria del cine que existe desde siempre. Si bien no poseen un sistema de subsidios para la producción o una cuota de pantalla, hasta el cine estadounidense tiene apoyos estatales”.
¿Cómo garantizar la diversidad? Diversidad que implica, además de la convivencia entre el cine argentino y el estadounidense, de la participación en el mercado de todos aquellos otros cines del mundo. La limitación de la cantidad de copias con la cual se lanzan los títulos más populares (Los increíbles 2 fue estrenada hace un mes en 363 pantallas y, la semana siguiente, Jurassic World - El reino caído ocupó otras 347) quizá sea la madre de todas las batallas. Aunque es también un arma de doble filo: son las películas más taquilleras las que terminan aportando una mayor cantidad de fondos para la producción de cine nacional. “Hay discusiones abiertas y vamos a tener que pensar en modos de distribución y exhibición para el cine de terceros países, además de analizar si puede haber alguna forma de auto regulación que morigere esto que suele suceder: que una película se lleve el 60 o el 70 de las ventanas de exhibición que existen en el país”. Vale la pena volver a aclarar que la cuota de pantalla no obliga al espectador de cine a abandonar sus preferencias, aunque su correcta aplicación puede ayudar a quebrar, al menos en cierta medida, ese circulo vicioso que relega al ostracismo a una parte importante de la producción nacional. Un cine que, salvo las notorias excepciones de siempre, no solemos mirar. Muchas veces, porque ni siquiera sabemos que existe.