PáginaI12 En rusia
Desde San Petersburgo
La Copa del Mundo está a un paso de su finalización, y el planeta conocerá a un nuevo monarca el domingo próximo en Moscú. Sin embargo, el éxito que se le otorgará al campeón contrastará con la falta de innovación futbolística que entregó el torneo por parte de los 32 participantes. Los sistemas tácticos no se han modificado en esta edición, y se necesitaron muy pocas variantes para llegar a las instancias decisivas.
Francia, el primer finalista, fue precisamente uno de los que mejor juego entregó, pero dentro de una estructura conocida. El equipo de Didier Deschamps defiende con cuatro hombres en la última línea, y delante de ellos se ubican dos jugadores que se encargan de la recuperación de la pelota (Pogba y Kanté). Los tres que organizan el circuito son los que están más cerca del único delantero (Giroud). Los franceses no han cambiado mucho su funcionamiento, en relación al plantel que ganó el título en 1998. Precisamente, Deschamps era el que cumplía la función actual de Kanté. Los veinte años que transcurrieron desde ese logro han vuelto a depositar a los europeos en otro encuentro decisivo, aunque con argumentos similares a los de aquella época.
Lo curioso es que Francia sufrió apenas cuatro goles en contra en el certamen, y tres se los convirtió un mismo equipo (Argentina). De esta manera, el orden fue lo que provocó que Francia esté en la final. Con apenas eso, un equipo podía llegar lejos aquí en Rusia. La nostalgia por el seleccionado argentino tiene que ver por lo que hizo dentro del campo: falta de coordinación defensiva, desatenciones colectivas, y errores individuales. Si el conjunto nacional habría tenido al menos una orientación hacia un destino claro, tal vez estaría aún con posibilidades. Eso no se sabrá nunca.
El equipo del cual se pueden rescatar aspectos positivos es Bélgica. Más allá de que le tocó perder en las semifinales, el plantel a cargo de Roberto Martínez exhibió la utilización de un mediocampista con virtudes tanto defensivas como ofensivas (Fellaini) acompañando al único delantero (Lukaku). El volante del Manchester United suele llegar con frecuencia al área rival para poder convertir goles, pero en este Mundial su desplazó casi como otro hombre de punta. Y la variante no apareció cuando los belgas se encontraron en desventaja, sino que Fellaini también lo hizo cuando su equipo estaba arriba en el marcador.
Lo de los alemanes fue sorprendente. El actual campeón del mundo se sumergió en su propia inoperancia y ni siquiera pudo superar la primera ronda. Si se toma en cuenta la final de 2014 en Río de Janeiro, Alemania no ha evolucionado respecto de su fútbol, y toda la maquinaria que ofreció en Brasil no la trasladó a Rusia. Inclusive, en esta oportunidad pudo contar con un jugador que le agrega más jerarquía, Ilkay Gündogan, quien no pudo estar en Brasil por una lesión, pero ni siquiera con él logró plasmar en la cancha un planteo diferente, y desaprovechó la chance de defender la corona. La Copa Confederaciones que obtuvo el año pasado en este país, con muchos jóvenes, dio lugar a especular que los alemanes presentarían un equipo más fuerte todavía que hace cuatro años. Pero eso no se concretó, y ni siquiera pudieron plasmar algo de lo que habían hecho en Brasil.
El resto de los que clasificaron hasta los cuartos de final tampoco pudieron entregar un nuevo formato. Rusia llegó hasta allí con mucha entrega física y nulo aporte al juego. Croacia descansó en lo que puede realizar su mediocampo, uno de los mejores del mundo. Sin ellos, y principalmente sin Modric, los croatas no hubieran llegado hasta donde lo están haciendo en este torneo. Uruguay tampoco intentó una apuesta diferente, y cuando se quedó sin uno de sus mejores hombres (Cavani) no supo de qué manera salir adelante.
Los brasileños se despidieron haciendo lo suyo, lo que le manda la historia. El problema que tuvo fue que eso apareció de a ratos, y no tuvo opciones diferentes para resolverlo. Si bien nunca se esperan revoluciones futbolísticas en cada Mundial, al menos resurgen novedades que dejan una huella. Rusia no fue el caso.