Varias familias separadas en la frontera mexicana, se reencontraron finalmente ayer, en distintos puntos de Estados Unidos. El martes a la medianoche, el Tribunal de San Diego constató que solo 38 niños, de los 102 exigidos por la justicia, podrían volver con sus familiares. La mayoría de las familias separadas proceden de Honduras, El Salvador y Guatemala.
José, hondureño de 33 años y su hija Liz de cuatro, se conviertieron en las primeras dos víctimas de la política de tolerancia cero, aplicada por el fiscal general Jeff Sessions,y a su vez los primeros en ser reunificados luego de que así lo exigiera el juez Sabraw.
José llego junto a su hija el siete de abril a la frontera con Estados Unidos, allí fueron demorados y posteriormente trasladados a un centro de detención en Texas. A la madrugada siguiente, José estaba durmiendo junto a su hija cuando fue sorprendido por varios oficiales. “Un agente le dijo a otro: ‘Agárrala ahora. Si no lo haces, esto va a empeorar’”,recordó José.
Sin mediar palabra un oficial agarró a la niña y a lo que José le preguntó “¿No tienen hijos?”. No hubo respuesta de su parte. Mientras tanto, Liz en llanto exigía quedarse con su padre.
El día que se llevaron a su hija no fue la primera vez que José sintió el maltrato de los agentes. Recién llegado a Texas un oficial lo acusó de haber robado a Liz. “Me dijeron que no era mi hija”, explicó el hondureño. A pesar de que José había viajado con el certificado de nacimiento, la tarjeta de seguro médico de la pequeña e incluso una carta de autorización que la madre de Liz le dio para salir de Honduras.
Hace dos semanas José se enteró que su hija había sido enviada a un albergue en Michigan, a miles de kilómetros de Texas y de la frontera con México.
Mirce Alba López, de 31 años y Milka Pablo, de 35, son madres que después de varios meses de angustia e incertidumbre, también pudieron reencontrarse ayer con sus hijos.
“Mi alegría se tornó temporalmente en tristeza”, dijo López al New York Times luego de volver a ver a su hijo Ederson de tres años de edad. La mujer relató con desazón que su hijo no la reconoció. Lo mismo le sucedió a Milka Pablo. “Quiero a Miss, quiero a Miss”, le gritó Darly a su madre pidiendo volver con la mujer que la había cuidado en el albergue en el que estuvo desde la separación.
“¡Mi amor!”, Gritó por su parte, Celia Del Carmen Delgado cuando vio por primera vez a su hija de 3 años, Adela, después de más de dos meses de no saber de ella. Celia y su hija dejaron el Salvador y partieron a Estados Unidos, en busca de nuevas posibilidades de vida. Ayer se reencontraron en Lower Manhattan y ante los sollozos de su madre, Adela solo la miraba. “Fue como si me estuviera recordando”, dijo Delgado. Entonces Adela comenzó a llorar.
Mientras estuvo detenida en Texas, las autoridades de inmigración le dijeron a Delgado que la única forma de recuperar a su hija sería deportándola. Al principio ella estuvo de acuerdo, dijo, pero cuando supo que sería deportada sola se resistió.
Denis Rivas es un inmigrante más que ayer pudo reencontrarse con su hijo Joshua, de cuatro años, luego de haber sido separados en la frontera un mes atrás. Denis y su hijo huyeron de la violencia de las pandillas que asola a Honduras, según recordó en conversación con The New York Times.
El 26 de julio concluye el plazo para juntar a las casi 3000 familias que restan ser reunificadas, luego de ser víctimas de la administración de Trump y su política de “tolerancia cero”.