Sabemos que perdimos con Francia a uno y otro lado del Río de la Plata pero nosotras tuvimos otra fecha para cinchar por ella el domingo 1º de julio: los restos de Simone Veil entraron al panteón de Francia. No es el momento de analizar este reconocimiento propuesto por Emmanuel Macron ni si a Simone le hubiera gustado yacer hecha cenizas junto a Victor Hugo y otros machirulos ilustres de su país, con la sola compañía de Madame Curie y de unas pocas más. Pero nosotras podemos recordarla como la ministra de salud que en 1975 logró la ley de despenalización del aborto que lleva su nombre, la sobreviviente del Holocausto empeñada en vivir para la acción política desde las instituciones sin bajar las banderas del feminismo. Y como no hay una Francia, la que lucha contra la independencia de Argelia no es la misma de Baudelaire y Simone de Beauvoir, no me siento colonizada para afirmar hoy: esos sí son funcionarios, no los que tenemos en casa.
No pasa, no sé, qué sé yo
¡Qué noche de la filosofía a la macrista o su paralela de oposición! La noche de la filosofía a la letra es la que se desprende de las recientes declaraciones del presidente provisional del Senado, Federico Pinedo, y de la vicepresidenta Gabriela Michetti, los dos fallados por sus fallidos, y sin embargo ahora en el lugar escandaloso de incidir en un fallo.
El:
“Como sociedad podemos hacernos cargo de la angustia de las mujeres que sienten que una maternidad inesperada puede quitarles su vida, y también de proteger lo más posible la vida de los chicos”, ha escrito Pinedo. ¿Una maternidad inesperada puede quitarles su vida? Extraña redacción para quien propulsa salvar las dos vidas o ¿fue el inconsciente el que habló ya que es el aborto clandestino el que puede quitarles su vida? Y sigue: “¿No es raro un país en el que un diputado afirme durante el debate sobre el aborto que quiere terminar con la aplicación de cárcel a las mujeres que se lo hagan, cuando en la realidad él y todos los demás saben que no se aplica prisión absolutamente a ninguna mujer por ese delito?” “Casi todos queremos que no pase lo que de todos modos sabemos que no pasa. Nunca pasa”. ¿Aval de la despenalización o de que la ley pueda no ser respetada como cuando él se ganó imputaciones por negocios incompatibles con la función pública?
La política de hechos consumados de Federico Pinedo se termina en su trabalenguas sobre “no queremos que pase lo que no pasa “y no la aplastante cifra de abortos clandestinos y sus numerosas causas de muerte.
Ella:
Luego de fingir asombro porque le contaran que Silvia Lospennato estaba preocupada debido la falta de neutralidad que había demostrado en el debate sobre el aborto y responder “¿En serio? Ay, qué raro, porque me conoce Silvia y tenemos muy buena relación”, como si se asombrara de que su compañera del PRO le hubiera recomendado un spa carísimo, aclaró luego de que un periodista de La Nación le recordara que no votó el matrimonio igualitario: “Yo no estaba en contra. Solo tenía una duda, que era el tema de la adopción: en qué etapa de la sociedad podíamos considerar que la adopción no iba a ser un tema para los niños en términos de discriminación. A las tres o cuatro semanas, pensé y dije: ‘Me equivoqué’. Porque los chicos ya están insertados en la escuela y bueno, si alguien lo discrimina, a cualquier otro chico lo van a discriminar por otra cosa” Vale decir: también discriminan a los gordos, a los bolita, a los pobres, a los dis, a los judíos. Es decir Gabriela Michetti se tranquiliza cuando hay equidad en discriminación. Como también abogaría por una equidad en el drama, uno de los cuales sería el tener un hijo sin desearlo pero, cito: “hay tantos dramas en la vida que uno no puede solucionar que no me parece que porque exista ese drama, digamos que a uno se le terminó la vida. Digo, hay personas que viven cosas muchísimo más dramáticas y no las pueden solucionar y se las tienen que bancar”. Como si dijera “si yo estoy clavada en una silla de ruedas no veo por qué no puede una mujer tener un hijo que no desea y bancársela”.
Entre “podés dar en adopción el bebé y no te pasa nada” y “Casi todos queremos que no pase lo que de todos modos sabemos que no pasa” de nuestros funcionarios filósofos se oculta su falta de respeto a una ley que dicen defender, él con sus imputaciones por el delito de “negocios incompatibles con la función pública”, es decir de beneficiar desde el congreso a la empresa de comunicaciones fundada por él mismo, ella porque suprimiría la excepción a la prohibición del aborto en el caso de una mujer que desee abortar haya sido violada.
Ninguno de los dos
Ninguno de estos dos reos de lesa violencia retórica e irresponsabilidad en el ejercicio de sus funciones piensa en salvar dos vidas sino a ninguna de las dos. La propuesta de adopción en los dos casos ha sido pensada borrando a las mujeres y enajenando su libertad a una coacción que las convierte en objetos bajo la forma de incubadoras o compost para una vida a donar. Pero una mujer que quiera abortar no es una mujer que quiere entregar un hijo. Una mujer que ha quedado embarazada y no puede abortar y da su hijo para que sea adoptado no lo hace sin sufrimiento. La adopción, como bien lo sabe Eva Giberti, se realiza con la sombra de una madre adolescente, de una mujer que no puede sostener su deseo de maternidad, de una multípara cuya capacidad de acogida se encuentra agotada, de alguien que desea otro tiempo para tener un hijo. Y ninguna de ellas ha querido abortar sino no estar embarazadas.
Trapos
El uso promocional del pañuelo celeste, la homologación de un símbolo patrio a la posición de un grupo determinado, la palabra “Argentina” como disolución de los intereses del poder despótico en los de una comunidad imaginada pero impuesta, pertenecen a la iconografía del terror. De Roca a Videla fueron la puesta en escena del genocidio. Como el yo freudiano, el ser argentino es en su origen producto de la repulsa y exclusión de toda diferencia –bárbaros, mujeres, homosexuales, inmigrantes, disidentes políticos. Ser argentino es no ser puto, ni torta, ni trans, ni inter, ni extranjero, ni pobre, ni loco, ni mujer, ni pro aborto legal. El pañuelo celeste significa que el adversario no pertenece a la Nación. Entonces el pañuelo celeste en manos de los opositores a la legalización del aborto intenta liquidar simbólicamente al otro, encima promociona en su falacia de salvar las dos vidas, un feto con un diminuto triángulo entre las piernas, al que llama “el bebito” –es decir el feto es siempre un masculino como diría la policía– mientras utiliza en su pañuelo el color atribuido al hijo varón.