“Ariosto me enseñó que en la dudosa / Luna moran los sueños, lo inasible”, escribió Jorge Luis Borges y Leopoldo Lugones sentenció “Cuánto, cuánto albayalde/ llevas gastado en balde / para adornar a tu hermana morena”. Sea por las fantasías poéticas o por la realidad de la pisada humana en su superficie, el paisaje lunar es un imán para la literatura y la ciencia y la provincia de San Juan invita a imaginarlo desde el noroeste argentino en el Parque Natural Provincial Ischigualasto.
Más conocido como Valle de la Luna, el parque puede atraer por la ilusión de emular a Neil Armstrong, pero su realidad impacta por atesorar la historia casi completa del Período Triásico de la Era Mesozoica. Ischigualasto –en quechua “lugar en que se posa la luna” y en diaguita “donde no hay vida”– es viajar en el tiempo, pisar los sitios que hace millones de años habitaron los dinosaurios, admirar las particulares geoformas que el agua y el viento esculpieron en las rocas, estar en contacto con restos fósiles en un paisaje desértico de conmovedora grandeza con sus tonalidades de grises, marrones y rojos.
Pocos datos bastan para presentar este mundo, ubicado 330 kilómetros al noroeste de la ciudad de San Juan y limítrofe con la provincia de La Rioja y su cañón de Talampaya, un Parque Nacional también declarado Patrimonio Mundial por la Unesco, como el Valle de la Luna.
Hace 230 millones de años Ischigualasto era un lago con vegetación en cuyos alrededores paseaban los dinosaurios. Se trata de 60.369 hectáreas que, además de restos fósiles, albergan gigantescas tallas naturales que empezaron a aparecer hace 60 millones de años, cuando las zona quedó al aire libre, a merced de la obra del viento, el agua y el sol.
Esta poderosísima e implacable máquina pulidora de la naturaleza “creó” las geoformas que, al promediar el siglo pasado comenzaron a identificarse, como la Cancha de Bochas y el Submarino (que acaba de perder, también por la lenta labor natural, una de sus chimeneas).
Ambas esculturas naturales, además del Hongo, la Esfinge y el Gusano, son las más buscadas por quienes llegan al Parque. Pero no las únicas. Y si algún día la fuerza del Zonda llegase a derribarlas parcial o totalmente, el recorrido, que en la actualidad comprende el 20 por ciento de la superficie del Valle de la Luna, mostrará geoformas que los expertos ya conocen pero mantienen fuera del circuito de visitas.
Además de abrirse al turismo, este increíble museo al aire libre es espacio privilegiado para estudios geológicos, paleontológicos y arqueológicos, que no solo analizan sino también preservan el sitio con la extracción de piezas que de otro modo podrían perderse, sea por la acción del viento en miles y millones de años, sea por episodios sísmicos.
El paseo vale la pena por su belleza y por su interés cultural. Y si se puede programar en coincidencia con la luna llena (dos días antes y hasta dos días después), el viaje sumará el encanto de las visitas.
EL VIENTO Y SUS LEYENDAS El origen del viento zonda, uno de los responsables del pulido de las rocas mediante su permanente y lenta labor, se debe al castigo que la Pachamama impuso a la arrogancia, vanidad o soberbia de un joven huarpe, según la leyenda que, con variantes, se conserva en la región.
Una versión cuenta que el viento caliente que sopla en con ráfagas muy fuertes –en especial entren mayo y octubre– fue consecuencia de la soberbia de Huampi, un indio huarpe de gran puntería con el arco y la flecha. El joven se ejercitaba matando animales con el único objetivo de hacer ver su destreza. La Pachamama le advirtió que debía modificar esa conducta pero Huampi no acató la orden y la divinidad lanzó nubes de polvo y arenisca hasta formar un remolino que atrapó al indio que la había ofendido.
Otras leyendas hablan, en cambio, de un huarpe de nombre Gilanco que ofendió a la divinidad protectora de los animales, Yastay. Esta fue la encargada de anunciar al indio que la Pachamama estaba irritada y que si persistía en las matanzas lo iba a castigar. En este caso la Madre Tierra dejó flotando en el aire una flecha de Gilanco al tiempo que un viento fortísimo y tórrido arrasó la región. A partir de entonces, cuando una persona ignora a la Pachamama el zonda hace sentir su rabia.
El “Viento de las Brujas o Huayra Puca”, como también se conoce al zonda en alusión a perturbaciones que desencadena en el humor de las personas, ha contribuido a dar forma al sitio, donde todo es impactante. En la espectacular Cancha de Bochas numerosas esferas de diferentes tamaños, de forma perfecta e increíblemente pulidas, de material igual al del suelo, maravillan al visitante y a la ciencia, que aún tiene incógnitas sobre los procesos que les dieron origen. Pero es solo una de las maravillas del lugar, cuyas formaciones arcillosas tienen diferentes tonos y presentan desniveles con minerales y sedimentos del primer período de la era Mesozoica, el Triásico, que comenzó hace 245.000.000 de años, cuando había un único continente, la Pangea.
Y ante el actual desierto, con sus vientos y elevadas temperaturas, cuesta imaginar que allí hubo un enorme lago, en el que paseaban el Herrerasaurus Ischigualastensis y el Eoraptor, los dinosaurios más antiguos hasta ahora conocidos en el mundo.
La visita tradicional se efectúa en vehículos (puede ser el propio automóvil), con el acompañamiento de un guía. En unas tres horas y cinco paradas se observan las geoformas más atractivas, junto a las cuales la caravana se detiene dando tiempo a escuchar detalladas explicaciones sobre el origen de la zona y de cada una de ellas.
Otra actividad es ascender al Cerro Morado, de 1800 metros de altura, en una caminata de tres horas que premia el esfuerzo de la subida con la visión panorámica del Parque. Y como no podía faltar una leyenda, se cuenta que en el fondo de la profunda grieta que se abre en la cima hay un tesoro escondido e inaccesible.
Las charlas de los guías destacan que en Ischigualasto se puede contemplar al descubierto, “de manera ordenada y completa”, el período Triásico y que por su valor “arqueológico, paleontológico y ecológico”, el parque fue declarado Lugar Histórico Nacional en 1995. Cinco años más tarde, la Unesco lo sumó a la lista de Patrimonios de la Humanidad.
DINOSAURIOS Y ÁRBOLES PETRIFICADOS Coníferas, palmeras, helechos, algas ocupaban el ahora árido Valle de la Luna cuando reptiles voladores y acuáticos eran sus pobladores. A ese mundo remoto llegamos de la mano de dos ejemplares privilegiados: los dinosaurios Herrerasaurus Ischigualensis y Eoraptor Lunensis, que vivieron hace 200.000.000 de años.
El Eoraptor encontrado en 1991, un “carnívoro primitivo activo” según indica su nombre, medía un metro de longitud y se considera el hallazgo más completo y antiguo del Triásico. Por su parte el Herrerasaurus, un pequeño y activo depredador con fuertes mandíbulas y dientes aserrados y filosos, tenía cuatro metros de largo y un metro y medio de alto.
Estas y otras explicaciones las brinda el Centro de Interpretación William Sill del Museo de Ciencias Naturales de la Universidad Nacional de San Juan, inaugurado el año pasado con el nombre del científico que impulsó las investigaciones paleontológicas en la provincia. El nuevo Centro se inscribe en un laborioso camino que se inició con una carpa, ubicada en la entrada al parque, donde los turistas recibían información y podían observar restos fósiles. El primero de ellos se encontró hace 75 años: lo halló el geólogo Joaquín Frenguelli y era un un cráneo de cinodonte. Sin embargo el área no alcanzó difusión hasta la década del 60 y aún ahora, con el flujo turístico en aumento, Ischigualasto no ocupa el primer plano que se merece holgadamente. “Si no hubiera sido por las charlas y la insistencia de una amiga argentina nunca hubiese descubierto el fascinante Valle de la Luna”, comenta una turista italiana que se animó a ampliar la experiencia visitando también la ruta de los dinosaurios en La Rioja y Catamarca.
DATOS ÚTILES
- Cómo llegar: en avión a San Juan (Aerolíneas Argentinas tiene vuelos desde $ 2500 ida y vuelta, con impuestos) y desde allí por ruta al Valle de la Luna, en menos de 300 kilómetros de viaje.
- Entrada: general $ 250. Consultar descuentos para residentes. En 2017 hay una promoción que incluye con la entrada también el circuito de trekking o mountain-bike, y un 10 por ciento de descuento en el alojamiento en Valle Fértil.
- Dónde alojarse: en la capital provincial es amplia la oferta de hoteles y pensiones. En ruta hacia Ischigualasto conviene pasar una noche en Villa San Agustín de Valle Fértil, donde es tradicional dormir en la hostería que mira a la laguna.
- Más información: www.ischigualasto.gob.ar