* Evaristo Gottardi: seis meses antes de que se inicie el Mundial, este empresario de la industria láctea hipotecó su fábrica para pagar la filmación de varios spots publicitarios con la imagen de Sergio Romero y Manuel Lanzini para que promocionen sus productos. Como ambos jugadores no tuvieron larga vida en la Selección, su marca de lácteos no vendió ni un vasito de yogurt. Y quebró. Mala leche.
Hoy, para reponerse de tal colapso financiero, Evaristo trabaja 15 horas al día cosiendo botones en un taller clandestino de la zona del Bajo Flores.
* Hanz Holzmann: cierta noche del mes de mayo pasado, en un bar de las afueras de Hamburgo, algo pasado de copas, Hanz le apostó su casa a un cantinero mexicano a que el campeón del Mundo Alemania vencía fácilmente al frágil México. El barman, oriundo de Chiapas, que no tenía nada que perder, le aceptó la apuesta.
Hoy Hanz vive de la mendicidad, reparte estampitas de San Beckenbauer en la terminal de ómnibus de Frankfurt.
* Luisão Gilberto Prieto Do Nascimento: este entusiasta hincha de la Canarinha, derrochó toda su cuantiosa indemnización laboral para alentar a Brasil en el Mundial. Abonó por anticipado hotel, avión y plateas preferenciales para él y sus amigos en los siete partidos en donde debía actuar el equipo de Neymar (foto). Con la derrota de su selección ante Bélgica, Luisão tuvo su propio Maracanazo.
Hoy es propietario de un puesto callejero de venta de fundas de celulares a pasitos de la Favela “Os ressentidos da cidade”.
* Jacinta López: presa de una inoportuna fiebre nacionalista, esta joven emprendedora invirtió la totalidad de una herencia familiar en la fabricación de 10 mil caretas de Sampaoli y en la impresión de 2 mil camisetas con la cara del calvo DT Argentino, que pretendía vender en las adyacencias del Obelisco.
Hoy Jacinta toca la armónica en la estación Burzaco de la ex línea Roca, a cambio de monedas de 2 pesos, aunque también acepta las de 50 centavos.