Desde el año 2006 se comenzó a trabajar con Uruguay para ser sede del Mundial 2030. Se entendía que la única forma de ser elegidos por los representantes de la FIFA era apelar a la historia. La idea fue concientizar sobre la importancia de que al cumplirse en esa fecha 100 años del primer mundial se volviera a jugar en el lugar donde nació la máxima cita del fútbol, siendo anfitriones los dos países que disputaron aquella final.
Sabemos que poco pesa la historia y las emociones en el mundo de las grandes corporaciones, pero entendíamos que era la única posibilidad de lograrlo.
Los entonces presidentes Cristina Fernández de Kirchner y Pepe Mujica firmaron acuerdos en esa dirección y pusieron a trabajar a sus cancillerías, secretarias de Deporte y asociaciones deportivas. El sueño de volver a ser sede en Uruguay y por primera vez en democracia en Argentina fue creciendo.
El presidente Macri, en otra de sus acciones de muy difícil comprensión, le propuso al presidente de Uruguay incorporar en la candidatura a Paraguay, destruyendo así el argumento más fuerte que tenían Argentina y Uruguay para disputar la sede.
Las declaraciones del Presidente de FIFA: “Argentina, Uruguay y Paraguay no tienen que temer al mundial 2026 (cuya organización quedó para Estados Unidos, México y Canadá)”, tienen la hipocresía de la mal llamada diplomacia.
Qué imaginan que votarán los representantes de la FIFA para ser sede en el 2030. Un país del continente europeo o volver a América en tres países de América del Sur.
Sería importante que el Presidente, que tuvo esa genial idea, no nos haga gastar dinero de nuestras reservas en costosas presentaciones, viajes de funcionarios y publicidades para disputar la sede del 2030. Que el mejor equipo de los últimos 50 años, con su brillante capitán, guarde el dinero para pagar la deuda con el FMI.
Claudio Morresi: Ex secretario de Deporte de la Nación.