Derechos
Hasta no hace muchas décadas, existía una separación entre el agitado mundo de la calle y el que transcurría con cierta tranquilidad en los palacios donde se administra justicia. Pero la división, que mantenía cierta sumisión y elegancia en el segundo ámbito, se fue transformando en un agitado intercambio. Y se debe a que determinados grupos sociales deben reforzar su petición de reconocimiento de derechos humanos acompañando la presentación en Tribunales con actividades públicas, colectivas. Que implican esfuerzos de todo tipo, salir a la calle, pedir adhesiones, dejar horas de descanso después de los trabajos cotidianos, horas en familia. Se ven forzados a tales vías porque los papeles en las oficinas judiciales no alcanzan. Ya se trate de derechos humanos civiles, económicos, sociales, medioambientales, para señalar algunos. A su vez, en estos casos, quienes están del otro lado, contrapartes, no necesitan más que a veces acompañar a sus letrados. Nos referimos a los representantes del poder político, a los dueños de tierras de las cuales se propagan fumigaciones letales.
Caso emblemático lo constituyen, desde hace tiempo, las movilizaciones que deben desplegar las familias, amigos, vecinos de las víctimas de la violencia de las fuerzas de seguridad. Derechos (humanos) a vida, a la integridad, entre otros, han sido violados. Se ven obligados al activismo solidario para establecer una igualdad real en el proceso, porque no basta la formal. Y precisamente en estos días se les acaba de asestar duro golpe a esa población de víctimas permanentes. Que parecen constituir la cantera de reservas en donde pueden satisfacerse vaya a saber qué oscuros instintos de parte de los integrantes de esas fuerzas. Porque a menudo esa violación de derechos exhibe de parte de los victimarios un ejercicio de banal crueldad. Nos preguntamos qué beneficio obtienen por ejemplo de torturar, matar a un inofensivo y humilde trabajador, tirando su cuerpo al río para aumentar con alevosía los padecimientos de sus allegados. O hacer desaparecer a un hombre de otra provincia. Al Defensor General Gabriel Ganon lo desplazaron de su cargo. El mesianismo con que justificaron esta sanción consistió en asumir con vehemencia y convicción su representación y la defensa de esas víctimas del poder.
Ana María de Benito