En días en los que los ataques, intimidaciones y amenazas de grupos antiderechos se multiplican tanto contra activistas feministas y adolescentes que portan el pañuelo verde en la vía pública como contra referentes de la cultura que se han expresado a favor de la ley de interrupción voluntaria del embarazo, la escritora Claudia Piñeiro fue uno de los blancos más visibles de la furia de los sectores autodenominados "provida". Esta semana la autora de Las viudas de los jueves recibió agravios virtuales y estuvo en la mira de una campaña de difamación dirigida a impedir su participación en una entrevista pública al escritor cubano Leonardo Padura, pautada para fines de agosto en la Fundación OSDE. Este intento de censura por parte de grupos ultraconservadores provocó que distintas personalidades e instituciones de la cultura -incluida la editorial Penguin Random House, que salió en defensa de una de sus plumas más exitosas-, expresaran su solidaridad con la autora.
“Me descoloca el ataque que viví esta semana. En los últimos meses, antes de ser invitada a esta charla en la Fundación OSDE, en la que ni siquiera estaba acordado que yo hablara y sólo presentaba a Padura, fui protagonista de muchas otras charlas. En ninguna de esas oportunidades se montó una campaña contra mí. En este caso la que me invita es una fundación vinculada con una empresa de medicina privada, entonces quieren lanzar un mensaje contra las prepagas”, le contó la escritora a Pagina/12.
-¿Qué reflexiones te provocó el ataque que viviste?
-Viví estos días con mucho asombro. Una sabe que cuando das tu opinión sobre temas de tanta sensibilidad social puede haber gente a la que no le guste lo que decís. No me asombró que cuando empecé a hablar públicamente a favor de legalizar el aborto surgiera gente que me empezara a dejar mensajes diciendo “nunca más voy a leer un libro tuyo”. Y me parece perfecto. Están en su derecho de leerlo o no. Ahora, que un grupo de personas se organicen especialmente para exigirle a una empresa que me contrató a mí para hacer un trabajo (la entrevista a Padura) que me despida... Y que amenacen con que si igual voy y hago el trabajo, ellos me van a ir a escrachar, a impedir que ejerza mi derecho al trabajo, me parece que supera los límites de lo democrático.
-Se podría plantear aquí la discusión sobre los límites entre dónde termina la libertad de expresión y dónde empieza el delito de incitación a la violencia…
-Es que ni siquiera vale la pena ese esfuerzo... Estamos hablando aquí de gente muy ignorante que no plantea el debate en esos términos. Lo reducen a lo siguiente: ven que tengo el pañuelo verde en la muñeca y salen a poner el grito en el cielo para que no vaya a una actividad pública. Me descoloca el ataque que viví esta semana. En los últimos meses, antes de ser invitada a esta charla en la Fundación OSDE, en la que ni siquiera estaba acordado que yo hablara y sólo presentaba a Padura, fui protagonista de muchas otras charlas. En ninguna de esas oportunidades se montó una campaña contra mí.
-¿Qué cambió ahora?
-En este caso la que me invita es una fundación vinculada con una prepaga, entonces quieren lanzar un mensaje contra las prepagas. Es un mensaje para las clínicas privadas, las prepagas, etc: “No vamos a permitir que hagan abortos si se aprueba la ley”. Padura es un autor cubano y ahí el aborto está legislado desde hace muchísimo tiempo. Incluso él, cuando se enteró de todo este revuelo, no podía creer en primer lugar que la Argentina no tuviera aborto legal, que estuviéramos discutiendo las cosas en estos términos, con este nivel de atraso. En Cuba se puede acceder al aborto y se plantea mucho más que 14 semanas, que es el límite que tiene este proyecto de ley. Los que atacaron a Padura y a mí no tienen ni idea de quiénes somos, qué decimos, qué pensamos. Es simplemente un mensaje, una amenaza direccionada, que me terminó poniendo en la mira a mí, pero podría haber sido contra cualquier otra escritora o escritor. Así trabajó el fascismo.
-¿Será un método para asustar que en verdad indica que ellos son los asustados?
-El debate recrudeció en estos meses. Se puso más violento que cuando el proyecto de ley se debatía en Diputados, donde todo se dio de modo más democrático. Pero ahora que tiene la media sanción, es verdad, se generó un miedo. Los sectores reaccionarios que pensaron que no iba a pasar Diputados se sorprendieron y por eso se están jugando y poniendo toda la carne al asador. Eso se traduce en ataques muy concretos, golpizas, incluso contra adolescentes que llevan el pañuelo verde. Agravios contra mujeres en todo el país.
-¿Cuál es tu pronóstico para el 8 de agosto cuando se vote en el Senado?
-Tiene que salir porque ya está despenalizado socialmente. Lo hemos sacado a la luz. Todo el mundo conoce desde siempre la realidad del aborto clandestino, pero antes no teníamos a quien responsabilizar en concreto. Ahora tenemos responsables muy puntuales: si las mujeres siguen muriendo en este país por abortos clandestinos, los responsables serán los senadores.
-¿Te da la realidad letra para la ficción? ¿Te dan ganas de escribir sobre estas discusiones?
-Por estos días no puedo dejar de pensar en mi novela Elena sabe. En ella una mujer va a una clínica a hacerse un aborto y es interceptada por otra mujer, que la rapta y la obliga a seguir con el embarazo.
-Un argumento que recuerda a proyectos de ley como el del senador Federico Pinedo, que propone obligar a las mujeres a gestar para entregar al bebé en adopción, aun en casos de violación. ¿Se habrá inspirado en tu libro?
-Es de 2007 y en 2018 tenemos un proyecto como el del senador Pinedo. Es un proyecto delirante, uno entre varios, que también plantea obligar a parir y dar en adopción. Creo que se inspiran en sus propias imposibilidades. En este caso, la imposibilidad de entender el aborto como un tema de salud pública. Y en vez de entenderlo simplemente con una cuestión de salud pública, en este caso Pinedo inventa estas propuestas descabelladas, más descabelladas que la ficción.