No fue en Italia donde Peppe Voltarelli redescubrió como en una epifanía la obra de Otello Profazio, cantautor calabrés que comenzó su carrera en los años 50 con el carisma de quien va de pueblo en pueblo para pedir prestada alguna guitarra y largarse a cantar. Fue en Berlín, hace un par de años, de visita en la casa de un amigo que insistió en que le pegara una nueva escucha a esa obra cantada en dialecto antiguo que en su juventud en Cosenza, cuando se estrenaba en la música con la rabia juvenil de un estilo que el mundo conocería luego como tarantella punk, lo había aburrido.
Eran los vertiginosos años de Il Parto delle Nuvole Pesanti, la banda que Peppe creó en 1990 y con la que a lo largo de quince años grabaría nueve discos y recorrería escenarios de Nueva York a Bagdad, mientras afianzaba en paralelo una carrera como actor en más de veinte películas y obras de teatro y aprovechaba su tiempo entre una cosa y la otra para escribir libros de crónicas y ficción (lleva seis editados a la fecha). Hoy, de visita en nuestro país a días de su próximo show, con cinco discos solistas editados desde 2007 a los que acaba de sumar Live in Café Vinilo, Buenos Aires (Los Años Luz), el inagotable calabrés cuenta con entusiasmo cómo surgió la idea de su último gran proyecto, Voltarelli canta Profazio, el trabajo con que homenajea al pionero del folk de su tierra: “Fue una especie de maduración artística a la que llegué tarde, a los cuarenta y cinco años”, cuenta Peppe. “Sentí la necesidad de conocerlo, charlar con él, confrontarme con su obra para entender mi propia motivación y a la vez la de mi pueblo. Este viaje, que pude compartir con mi mujer, es para mí como un regalo tras dos años de trabajo muy intenso.”
Mucho más que un disco de versiones, Voltarelli canta Profazio es también un proyecto que reflexiona acerca de la cultura calabresa a través de un libro con poemas y ensayos firmados por autores del sur italiano como Ignazio Buttitta o Carlo Levi, todo ilustrado con una serie de collages realizados por las artistas plásticas Anna (mujer de Peppe) y Rosario Corcione, quienes se embarcaron en una reelaboración de la obra del también calabrés Mimmo Rotella, artista pop amigo de Andy Warhol. Un gran caleidoscopio meridional con líricas de fantasía suburbana que fue galardonado este año en Italia con el Premio Tenco, el mismo que en ediciones anteriores ganaran Vinicius de Moraes, Yupanqui, Leonard Cohen, Laurie Anderson o Nick Cave: “La idea principal fue la de confrontar tradición con actualidad”, señala Peppe. “Aggiornamos las letras para adaptarlas a un dialecto actual, mientras que en la parte visual quisimos homenajear a Rotella desde una perspectiva contemporánea. Otello empezó en los años 50 y Rotella también, ambos en calles paralelas: Otello con la música folk y Rotella con la pintura pop, y me gustaba la idea de mezclar esos dos mundos. Estos collages cruzan obras de Renatto Guttuso, pintor siciliano comunista de los 60, con afiches de la época, fotos, tapas de discos... Fue genial lo que hicieron Anna y Rosario, y nos dio un marco visual maravilloso para usar durante los shows”.
A través del uso del dialecto –hoy relegado a la gente mayor, las clases menos favorecidas y los habitantes de pueblos y aldeas alejadas de los centros urbanos– el proyecto busca rescatar la tradición cultural de los suburbios estigmatizados en tanto se planta como estética opositora al paisaje oral del italiano estándar que se impone a través de los medios masivos y la clase política. Un trabajo que reescribe el lamento de la poesía clásica calabresa con una nota de cálida ironía despojada de solemnidades. “Nos interesa abordar el lamento como un derecho, el derecho a quejarse”, ríe Peppe, y agrega: “El lamento como un ritual antropológicamente necesario”.
No es casual que haya sido en Berlín donde Peppe redescubrió la obra de Profazio: la capital alemana es uno de los destinos más buscados por jóvenes del sur italiano que parten detrás de un proyecto laboral que en la actualidad se les niega en su país. “Lamentablemente ahora tenemos una fuga similar a la de los años 50”, cuenta Peppe, “jóvenes que se van del país hacia Londres, Berlín, París o Nueva York para buscar trabajo. En Londres entrás a una pizzería y todos los mozos son italianos, toda gente joven, energía que se pierde. En Italia perdimos mucha cultura y no tenemos la fuerza necesaria para convencer a la juventud de que se quede, estamos demasiado esclavos de un mecanismo político mafioso que nunca cambia. Es una tendencia universal, una mediocridad gobernante que se sostiene y que a la larga genera un gran declive de producción de obras culturales que logren marcar la historia”.
“El ejemplo más claro es el del cine”, continúa, “no basta con Garrone o Sorrentino, dos o tres directores en treinta años es muy poco para un país que en los años 60 tenía quince directores que filmaban con una personalidad muy fuerte. En ciudades del este de Europa como Belgrado, Budapest o Praga conocen el cine italiano mejor que nosotros. Mismo acá en Argentina, la gente crece y se forma en su juventud con películas italianas... Nosotros perdimos eso, y con eso perdimos la confianza en nuestra tradición cultural. Y si a la cultura no se la cuida poco a poco se diluye, se pierde, se convierte en cero. Es en ese sentido que me interesa rescatar trayectorias que resultan una toma de posición frente a la estética dominante, historias en dialecto que se ubiquen en un lugar periférico respecto a la línea de producción serial en cine, música o literatura. Hacer arte hoy para mí es un modo de... consapevolezza... cómo se dice... una cosa de conciencia. Pienso que crear arte es estar alerta, una manera de conocer, de vivir en la profunda realidad”. Y concluye: “Claro que también en la realidad hay mucho espacio para la fantasía”.
Peppe Voltarelli presenta Voltarelli canta Profazio los jueves 12 y 19 de enero a las 21 en Café Vinilo, Gorriti 3780. También estará el 9 de enero desde las 19 como invitado de La Bomba de Tiempo en el Centro Cultural Konex, Sarmiento 3131.