Donald Trump nombró a su candidato para la Corte Suprema y los demócratas contestaron que darán pelea. La expectativa no es menor. Por lo que está en juego y por la incertidumbre acerca del desenlace, el drama político-judicial que se viene amenaza con convertirse en un gran espectáculo. Un culebrón en la tradición de las audiencias televisadas del Congreso que paralizaban al país, desde la de Joseph McCarthy en los años 50 cuando cazaba comunistas hasta la de Oliver North en los 80 con el escándalo Irangate, o últimamente la de Hillary Clinton por el ataque en Libia, personajes variopintos convertidos en héroes y villanos favoritos de millones de espectadores atentos a cada una de sus palabras, pero sobre todo a cada gesto, mirada o ademán.
El personaje del momento es un abogado llamado Brett Kavanaugh. Republicano, católico y conservador, 53 años, ex funcionario del gobierno de G. W. Bush, flamante nominado supremo. Pero no es su currículum lo que importa sino su circunstancia. Son tiempos de Trump. Entre otros cosas Trump es un opositor declarado a la ley de interrupción voluntaria del embarazo. Durante su campaña había prometido nombrar jueces que anularían dicha legislación. Kavanaugh le daría el voto decisivo a una mayoría antiabortista.
En Estados Unidos cada cabeza de poder tiene su propia lógica de legitimación. Los presidentes son elegidos para liderar el mundo y manejar la economía doméstica. Los legisladores nacionales, para conseguir aportes federales a sus distritos y para marcar la agenda política en Washington. En la Corte Suprema, desde que el famoso fallo Roe v. Wade legalizó el aborto en 1973, más que ningún otro, los jueces deben ocuparse de ese tema. Por eso la cuestión del aborto suele dominar los procesos de nominación y esta vez no será la excepción.
“Hay dos cosas que deberías saber ahora que Trump ha nominado a Brett Kavanaugh a la Corte Suprema: 1) El nombramiento afectará decisiones clave en el próximo medio siglo. 2)Un voto para confirmar a Brett Kavanaugh es un voto para dar vuelta Roe v. Wade y para desmembrar el Obamacare. ¿Aportarías tres dólares para ayudar a elegir a Demócratas que puedan defender nuestros derechos fundamentales?” El aviso fue enviado el martes con el sello del partido Demócrata a millones de simpatizantes vía email y redes sociales. Para despejar cualquier duda acerca de la principal razón para oponerse a Kavanaugh, dos días más tarde el partido insistió con otro mensaje, esta vez firmado por la representante texana Wendy Davis. Lleva como encabezado “La Corte Suprema podría revertir Roe v. Wade.” Según Davis, “estoy lista para alzar mi voz en Defensa de Roe v. Wade y el derecho de las mujeres a que el tratamiento para abortar esté protegido por la constitución, y cuento con tu apoyo. Haz una contribución de tres dólares si estás listo para elegir a Demócratas que protegerán el derecho a elegir de las mujeres.”
No es la primera vez que una nominación amenaza a la mayoría que sostiene a Roe v Wade en la Corte Suprema estadounidense. En 1987 Ronald Reagan propuso a Robert Bork para reemplazar a Lewis Powell, un moderado que actuaba como pivot en la Corte y que aportaba el quinto voto para sostener a Roe v. Wade. Bork era un prestigioso jurista y ex profesor de Yale. Había sido ministro de justicia de Nixon y era juez de la corte de apelaciones de Washington. Nadie podía cuestionar sus credenciales. Pero en audiencias transmitidas en vivo a todo el país, los senadores demócratas del comité judicial le cuestionaron su ideología. Bork había dejado un extenso testimonio escrito de fallos y opiniones legales, en particular sobre su oposición legalizar el aborto. También había escrito en contra de las leyes de Acción Afirmativa (cuotas laborales y educativas para minorías raciales) surgidas del movimiento de los derechos civiles en los años 60. Considerado un referente de la llamada “corriente originalista” del derecho, Bork sostenía una visión rígida de la constitución, de la que exigía una interpretación literal, rechazando la idea de que las lecturas de la Carta Magna evolucionan con el tiempo y el cambio social. En su pico de dramatismo, las audiencias del Senado mostraron a un profesor entre irritado y ofendido ante los cuestionamientos de los senadores opositores, dando respuestas entre sobradoras y políticamente incorrectas a quienes consideraba sus inferiores intelectuales. Respetable, sí, pero demasiado soberbio para la Corte Suprema, concluyeron por igual los analistas de sofá y los miembros de la Cámara alta. Terminó derrotado por cuatro votos. Poco tiempo después, cuando un columnista del New York Times convirtió en verbo al apellido del juez, la palabra “borkear” irrumpió en el léxico político estadounidense. Según el diccionario de lengua inglesa Oxford English Dictionary, “borkear” significa “difamar o vilificar (a una persona) sistemáticamente, especialmente en los medios de comunicación, con el objetivo de prevenir su nombramiento a un cargo público, u obstruir o frustrar (a una persona)”.
Desde entonces los presidentes que han hecho nominaciones para la Corte Suprema de Estados Unidos se han cuidado de elegir a candidatos que no hayan escrito extensamente sobre ningún tema y sobre todo que no tengan un posicionamiento claro en el tema del aborto. La razón es simple: salvo algunas excepciones, los republicanos votan en contra de los candidatos abiertamente pro aborto legal y los demócratas votan en contra de los abiertamente anti aborto legal. En consecuencia una Corte Suprema que supo contar con juristas de nota de miradas tan dispares como Thurgood Marshall y Antonin Scalia, hoy es más una camarilla de jueces opacos que han escrito poco, promovidos en audiencias de confirmación que, salvo alguna excepción, se han diluido en sesiones grises y rutinarias.
A saber, tras fracasar con Bork, Reagan propuso a Douglas Ginsburg, un joven magistrado conservador que sólo había escrito 13 fallos en toda su carrera judicial. Parecía el candidato ideal, pero Ginsburg tuvo que retirar su candidatura en plena audiencia de confirmación tras reconocer su hábito de fumar marihuana, un bochorno para la época. Después Reagan candidateó a Anthony Kennedy, quien fue confirmado sin ruido y sirvió en la corte hasta este año, cuando su retiro produjo la vacante que Kavanaugh aspira a cubrir.
De hecho, desde el borkeo de Bork los republicanos han puesto a nueve jueces en la Corte Suprema y los demócratas solamente a cinco. Sin embargo Roe v. Wade ha sobrevivido. Resulta que algunos nominados republicanos conservadores que pintaban antiaborto pero se mostraban ambiguos para no ser borkeados, al llegar al máximo tribunal sorprendieron a sus nominadores al negarse a abolir Roe v. Wade. Fue el caso Kennedy y el de David Souter, nominado por Bush padre. Y en su momento Sandra Day O´Connor, la primera nominada Reagan, también había cruzado esa vereda.
En cuanto a Kavanaugh, desde que es juez votó reiteradamente a favor de restringir el aborto legal. Pero en la audiencia de confirmación para la cámara de apelaciones, en el año 2000, había dicho que sostendría a Roe v. Wade. Sus rivales, claro, no le creen.
En el resultado de la votación es impredecible. Si bien los republicanos tienen una mayoría de dos votos en el Senado, uno de sus miembros, John McCain, está gravemente enfermo y podría no votar. Peor aún para las aspiraciones partidarias es que dos senadoras republicanas han declarado que podrían no votar por Kavanaugh. ¿Por qué? Porque ambas mujeres, Susan Collins y Lisa Murkowski, a pesar de su pertenencia partidaria, defienden el derecho a abortar. “No tengo una impresión de cómo se situará el juez Kavanaugh en temas como el aborto y varios otros,” declaró Murkowski. “Espero acompañar la audiencia del juez Kavanaugh ante el comité judicial del Senado antes de definir una posición,” coincidió Collins.
Pero la suerte del candidato no está echada. Con este mismo Senado, el anterior nominado de Trump, Neil Gorsuch, de perfil similar a Kavanaugh, fue confirmado sin grandes problemas y con el voto a favor de Collins y Murkowski. También votaron a Gorsuch cuatro senadores demócratas que representan a estados conservadores sureños de la región conocida como el cinturón bíblico o Bible Belt. Y los cuatro van por su reelección en Noviembre, por lo que tienen razones más que suficientes para seguir apoyando a las nominaciones de Trump.
Entonces, ¿cuándo y cómo se harán las audiencias de Kavanaugh? La sesiones suelen durar unas 20 horas que se reparten a lo largo de una semana, generalmente a la tarde, horario en el que compiten con las telenovelas. Los republicanos quieren hacerlas cuanto antes y proponen principios de septiembre. Los demócratas olfatean un triunfo en las elecciones de medio término en noviembre y por eso prefieren esperar hasta fin de año, cuando podrían contar con una bancada más numerosa. Habrá que negociar.
Así las cosas los estadounidenses se preparan para un nuevo drama-show del clásico género que los medios han bautizado “batalla de confirmación”. La revista Variety, decana de Hollywood, que de espectáculos algo sabe, no se lo iba a perder. El miércoles publicó un extenso artículo sobre el tema. “La audiencia de confirmación de Kavanaugh podría convertirse en televisión obligatoria,” lo tituló.
El guión ya está escrito. Los actores lo conocen de memoria, los espectadores también. “Sin dudas Roe v. Wade será un tópico primario para Kavanaugh en las audiencias, pero dadas las críticas que los demócratas le hacen al candidato, seguramente también lo presionarán con salud pública, derechos LGBT, reforma electoral, neutralidad en la red y otros grandes temas,” anticipa Variety..
En otras palabras, mientras duren las audiencias, los senadores demócratas y el nominado republicano jugarán al gato y al ratón con distintos temas pero sobre todo con el aborto. Unos para defender a Roe v. Wade, el otro para no ser borkeado.