Si Argentina no recupera la confianza de los mercados, el año 2018 terminaría con una contracción económica del 1,3 por ciento, una fuga de capitales que provocaría una pérdida parcial de los depósitos en pesos del sistema bancaria y una huida total de los depósitos en dólares, estimados en alrededor de 7000 millones de dólares. Además, tal escenario haría necesarias medidas de ajuste más duras para mantener el déficit fiscal primario por debajo de los dos puntos del PBI en 2019 y por debajo del uno por ciento en 2020. Se aceleraría la devaluación, resultando un 33 por ciento más alta en términos reales este año a la que surgiría de una evolución exitosa del programa apoyado por el FMI.
Este escenario, por catastrófico que parezca, no fue confeccionado por dirigentes alineados en la trinchera de quienes salen a la calle clamando “Fuera el FMI” –cada vez más frecuentemente–, sino que es parte integrante del documento de respaldo elaborado por el “staff” del FMI conocido el último viernes (desarrollado por Tomás Lukin en nota de la edición de ayer, sábado 14). Está planteado en el capítulo denominado “Un escenario adverso”, en el cual los técnicos del staff analizan qué sucedería en el caso de que “un cambio en las condiciones de las finanzas globales interrumpan el proceso de retorno de la confianza de los mercados hacia la Argentina”. El FMI le asigna “una baja probabilidad” a que ello ocurra. Los datos acerca de la extenuante volatilidad que presentan los mercados internacionales no respaldan la confianza del Fondo. Los antecedentes del Fondo, en cuanto al acierto de sus previsiones, tampoco.
El documento recoge los resultados de las discusiones que mantuvo el staff del Fondo, encabezado por Roberto Cardarelli, con la representación argentina encabezada por Nicolás Dujovne, entre el 18 de mayo y el 7 de junio de este año, previo a la firma del Acuerdo de préstamo condicionado. Este documento sirvió de apoyo al Comité Ejecutivo del FMI para considerar la aprobación del crédito solicitado. Tal como se reflejó ayer en la nota de Lukin, el informe técnico señala las políticas comprometidas por el gobierno argentino para alcanzar las metas de reducción del déficit fiscal primario (la diferencia entre ingresos y egresos de la Administración Nacional, sin computar los pagos de la deuda), algunas en marcha y otras prometidas que se impulsarán con el presupuesto del año 2019.
El programa de gobierno aprobado por el Fondo (o el programa del Fondo que aplica el gobierno, según se vea) apunta a recuperar la confianza perdida entre los inversores especulativos que sostuvieron, vía pedaleo de la bicicleta financiera, el proceso de endeudamiento constante en los primeros dos años de gestión del macrismo. “A partir de mediados de abril, Argentina sufrió una abrupta presión sobre su balanza de pagos, ya que tanto los inversores locales como extranjeros decidieron liquidar sus posiciones en activos en pesos”, sostiene el informe del FMI en el planteo de la cuestión. Esta confianza perdida es la que busca restablecer el fuerte plan de ajuste impulsado que, según reconoce, “conducirá a una desaceleración de la economía” en los próximos meses. Elevación de tasas de interés (nominal y real) y las restricciones fiscales (para reducir el déficit) serán “un obstáculo al crecimiento”. Pero confía en que las medidas dispuestas lograrán “la restauración gradual de confianza de los mercados (la cual) revertirá los obstáculos a la economía” tras los padeceres de este segundo semestre.
Sin embargo, el informe se permite estimar qué podría suceder con la economía si “las condiciones” no son las esperadas. “Hay una baja probabilidad de que un cambio en las condiciones financieras globales interrumpan el retorno de la confianza de los mercados”, señala el punto 39 del informe técnico “requerido para el acuerdo stand by con Argentina”, fechado el 13 de junio. Sin embargo, señala luego que “es posible que pueda demorarse el regreso de los inversores a los activos argentinos” si algo fallara. En tal caso, los técnicos del FMI enumeran las consecuencias que habría que esperar:
- “Recesión en 2018 y una más pausada recuperación hacia el año 2020, con una caída en la tasa de crecimiento potencial, de la mano de la suba de las tasas de interés y la debilidad de la confianza de los inversores”.
- Pérdida total de los depósitos en dólares en los bancos (estimados por el FMI en torno a 7000 millones de dólares) junto a un retiro del 2 por ciento de los depósitos en pesos. La magnitud del shock bancario sería similar a la experimentada por Argentina entre 2008 y 2011” (crisis subprime en Estados Unidos y estallido de la burbuja financiera)
- Aceleración de la devaluación, en línea con la pérdida de “afluencia de capitales” al mercado argentino y la reducida demanda de activos en pesos. En el escenario optimista, considerado “más probable”, la devaluación “real” del peso para este año (por encima del impacto inflacionario) está calculada por el FMI en el 18 por ciento. En el “escenario adverso”, la devaluación real esperada asciende al 24 por ciento.
- Pese a la suba de tasas y a la caída de la actividad económica, la inflación también resultaría más alta por el impacto de la mayor devaluación. En el escenario optimista, la inflación de 2018 se ubicaría en el 27 por ciento; en el escenario adverso, en 31,7 por ciento. Con respecto al nivel de actividad, en el primer escenario de ajuste se espera un crecimiento del 0,4 por ciento para 20018 (nivel de estancamiento), pero en el escenario adverso caería la actividad 1,3 por ciento (recesión).
- Necesidad de medidas adicionales para mantener el déficit primario por debajo del dos por ciento del PBI en 2019 y del uno por ciento en 2020. “Lamentablemente, una pérdida fiscal en este escenario hace inevitable tomar medidas procíclicas”. Esto es, ajuste más severos sobre gastos en obra pública, pago de salarios a estatales, contrataciones, suba de tarifas para bajar subsidios, seguir postergando beneficios fiscales prometidas y hasta la posibilidad de echar mano a retenciones a las exportaciones. El ajuste del déficit está primero, lo demás puede esperar.
- “En un escenario adverso, la inversión extranjera directa cae en un 45 por ciento”. Menos dólares ingresando, más presión sobre el tipo de cambio.
- “La necesidad de financiamiento global al sector público aumentaría, a lo largo de período proyectado, en alrededor de 35 mil millones de dólares, incluso haciendo accedido el gobierno argentino al total del crédito stand by del FMI (50 mil millones)”. “En este escenario, si bien la deuda sigue siendo sustentable, ya no (bajo la calificación de) con alta probabilidad”, indica el informe.
- Se perderían reservas internacionales por 11 mil millones de dólares, calculan los técnicos del FMI, ya que en un escenario favorable las estiman en 65.400 millones de dólares para fin de año, y en el “adverso”, en 54.300 millones.
“Nunca es triste la verdad, lo que no tiene es remedio”, cantaba Serrat. Según el FMI, es triste la verdad y tiene remedio, que es el suministrado por la receta del Fondo. El resultado puede ser aun más triste.