El trío autoral compuesto por Ernesto Korovsky, Silvina Frejdkes y Alejandro Quesada ha sabido ser pionero en introducir en sus ficciones a las diversidades sexuales. En Educando a Nina Diego Ramos interpretaba al gay oficial y afeminado que sin embargo no estaba solo para hacer reír. Era un gay no sólo asumido sino asumido que necesitaba reafirmar sus derechos y se casaba en el ese momento novedoso marco legal del matrimonio igualitario. En Viudas e Hijos del Rock and roll, Segundo (Juan Minujín) era el gay tapado cuya historia de amor con el petisero llegó a cobrar tal relevancia que casi opaca a la historia de amor principal al punto de que la novela terminó con el casamiento de ellos.
En la telenovela 100 días para enamorarse dan un paso más en relación a la representación ficcional de las identidades y diversidades sexuales: en los primeros capítulos Juani (Maite Lanata) está enamorada de una chica y sale del clóset con su madre. Luego sabremos que este personaje no se autopercibe como mujer sino como varón. En un guiño a la comunidad la psicóloga especializada en cuestiones de género que atiende a Juani es interpretada por Sandra Mihanovich (¡Soy lo que soy!) y en una escena ejemplar explica (al público que tal vez por primera vez lo mira por TV) las diferencias entre género y sexualidad, identidad de género y se explica lo que es transgénero y el significado también de una palabra clave para entender, cisgénero, entre otras cuestiones. Escena con clara intención pedagógica como no se veía en la televisión argentina al menos desde los años noventa (en un encuentro de 1991 Unicef recomendó tratar temas de salud en telenovelas y eso posibilitó entre otros ejemplos que Roberto Jáuregui apareciera en la novela Celeste, de Enrique Torres, hablando acerca de vivir con VIH).
Si tuvieran que definirlo en unas pocas líneas… ¿Qué quisieron contar en 100 días....?
Alejandro Quesada: La idea madre fue poder ahondar en la construcción de una pareja que toma distancia intentando entender qué los mantiene juntos, si sigue existiendo el amor, si con el amor solo basta. Permitirse la posibilidad de repensar los modelos de compromiso que uno asume, no acomodarse a estructuras sociales que para muchos ya quedaron caducas.
Silvina Fredjkes: Queríamos hacer una comedia dramática poniendo el énfasis en las relaciones. Teníamos claro que queríamos construir identificación, unir a toda la familia frente al televisor, y para ello partimos de nuevos conceptos de familias. Queríamos construir un abanico de cómo son hoy las familias y por eso aparecieron familias de amigos, de padres separados, de madre soltera, con dos padres, etc. También apareció ya desde el inicio, las ganas de contar la transición de género dentro de una de las familias. La idea fue armar una construcción respetuosa, sin arrebatamiento. Queríamos darle luz y visibilidad a la temática trans, acercarla al público masivo y en ese camino que todos aprendamos.
En este sentido van a afrontar un gran desafío. ¿Qué referentes y antecedentes tomaron y qué complejidades y oportunidades encuentran?
AQ: Tenemos la oportunidad y la responsabilidad de darle visibilidad a un tema que no está visibilizado no solo por nosotros sino en toda la televisión. Creo que el único antecedente es Alejandro de Gran Hermano, pero en ese caso no se trataba de una ficción sino una situación real encuadrada en un reality.
SF: Lo de vivir la transición de un género a otro es novedoso en la televisión. También es otra época. No estaba la Ley de Identidad de Género que nos da un marco.
Ernesto Korovsky: Este programa tiene la particularidad de que sin perder el tono de comedia es más serio y más dramático ya desde el punto de partida que plantea la crisis de dos matrimonios y las búsquedas personales. Como antecedentes estaba Laysa, el personaje de Flor de la V en Los Roldán. Pero era una trans mujer. Tampoco las historias de amor entre mujeres fueron por muchos años lo corriente. Ahora es más frecuente pero antes no les gustaba a los productores. El personaje de la marica pero la mujer marimacho para usar la palabra contraria a mariquita tampoco solía a gustar.
¿Cómo compusieron el personaje?
AQ: A partir de testimonios, de situaciones reales de chicos trans con los que nos contactamos y que nos contaron sus historias.
SF: Teníamos también relatos cercanos. Por ejemplo las fajas que usa Juani porque no quiere que se le noten los pechos, y que la madre encuentra, es un hecho que tiene un referente que conocemos.
Hay un boom de ficciones de diversidades sexuales que como en la ficción de ustedes, se sitúan en la adolescencia. ¿Por qué será?
SF: Creo que en la actualidad los adolescentes tienen otra cabeza, son mucho más amplios. Las identidades sexuales diversas están muy incorporadas. Por eso es más fácil situar el tema en la adolescencia. Los adolescentes tienen mayor libertad de elección. Tampoco es que se tienen que definir. Lo cual no sucede con las generaciones más grandes. El personaje de Osvaldo Laport no asume tan fácil que la nieta está haciendo una transición de género. La quiere pero sufre. Cree que está enferma.
EK: El personaje de la madre que naturaliza fácilmente que a su hija le gustan las chicas no naturaliza tan fácilmente que quiera ser varón. También es lo que tratamos de contar: el esfuerzo de las familias para entender. Además quisimos reflejar que si muchas veces la familia es comprensiva, la calle en ocasiones no lo es. Este chico trans no está exento en la calle de recibir la agresión de otro. Nunca olvido que cuando hicieron Los Roldán en Chile, en la sociedad había muchos problemas con las travestis. Entonces se dio vía libre y se les dijo: “Háganlo como ocurre en Chile”. Por eso en Chile al personaje de Laysa la cagaron a trompadas.
AQ: Tampoco hay que perder la perspectiva de la clase de los personajes: los principales son de clase media. Cuando en la novela Juan empieza a encontrarse con otros chicos trans, se enfrenta con otras clases sociales y empieza a encontrar realidades más complicadas.
Como en las vidas de los gays que relata Didier Eribon, debe ser muy importante para los varones trans hacerse de una comunidad de pares, saber de las experiencias de otros.
AQ: De eso hemos hablado con quienes conversamos. Por ejemplo, según varios testimonios, las y los trans suelen encontrar amigos y generar comunidad en los hospitales públicos como en el Fernández o en el de Morón que tienen servicio para ellxs. Tienen días para atenderse.
EK: El día de la entrega de hormonas es un día fundacional. Resulta interesante pensar que antes como tratamiento a los niños afeminados había una tendencia horrible de de administrarles hormonas masculinas. Un tratamiento famoso por lo cruel y lo peligroso. Y que hoy la medicina y la farmacología se refinaron al punto de invertir esa tendencia y que un tratamiento con hormonas pueda ayudar a hacer vidas más felices.
SF: Frecuentemente hoy todavía, se encuentran con ginecólogos que no saben del tema en hospitales privados. Pensemos que aún hay profesionales que no saben atender a chicas lesbianas y prevenirles respecto de las ETS.
¿Cuáles son las principales situaciones que quisieron reflejar en la vida de Juani?
EK: Lo interesante es reconocer la potencia casi vocacional que tiene el personaje. Una potencia que nos cuesta imaginar. Ante la pregunta: ¿Qué querés ser cuando seas grande? La respuesta es “ser hombre”. La energía psíquica que debe llevar eso. Mostrar los pasos internos y externos. Definir su nombre masculino por un lado. Y que los demás lo llamen así. El tema de defender a qué baño ir en la escuela y a qué clase de gimnasia.
SF: En ese sentido escribimos un capítulo sobre lo que pasa a partir de que el personaje de Juani decide ir al baño de varones y todo lo que genera en la directora. Y los chicos terminan tomando el colegio porque lo quieren echar.
AQ: El capítulo del baño está planteado como un acto de rebelión frente a un compañero que patotea al personaje y que no quiere llamarlo Juan. Entonces para chicanearlo lo desafía: “¿Vas a ir al baño de varones, entonces, Juan?”
Tanto tiempo sin voz o aludidos por los discursos –morales, jurídicos, religiosos– que se suele exigir que un personaje trans sea representado por un actor trans. ¿Cómo resolvieron esa situación?
SF: Lo primero que nos preguntaban los trans que contactamos es: ¿el personaje lo va a hacer un chico trans? Pero ocurre que en nuestra historia el personaje tiene que hacer una transición. Este proceso requiere de un actor o actriz bueno, sea o no trans. Y esta actriz, Maite, es increíble, es un hallazgo.
AQ: Sí, es muy importante que aparezcan los propios sujetos narrándose. Por eso está prevista la incorporación de varones trans para que tengan voz propia. Ellos nos lo pidieron. Y eso haremos.
EK: Pueden faltar cosas en la representaciónb, es posible. Pero sin dudas el nombrar la situación, dar cuenta del problema cuando lo hay, dar cuenta de las existencias abre toda una posibilidad, lo visibiliza, creo que abre cabezas y puede ayudar a que una chica o chico que estén mirando encuentre algo allí. Más allá de hasta donde profundizamos y hasta donde podemos llegar en una telecomedia a la nueve y media de la noche. La presentación ya abre un camino.
Líquido y sólido
Por un lado, en épocas que el sociólogo Zigmunt Bauman caracterizó de amor líquido o donde la institución matrimonial heterosexual y la idea de familia tradicional se desmoronan no es difícil imaginar que parte del éxito de 100 días para enamorarse tiene que ver con la identificación del público con lo que cuenta la historia principal. En el mismo sentido, en la ficción el auge de los amores diversos va de la mano de la crisis de la heterosexualidad (ya lo dice el sentido común y lo revelaron las estadísticas hace años que “ahora solo gays y lesbianas se casan”) y ello también refleja un cierto aire de los tiempos que corren. Pero ese auge de los amores diversos que los adolescentes sin duda aceptan con mayor naturalidad no hace que las salidas del clóset sean menos traumáticas y dolorosas para los jóvenes y sus familias (aunque las familias sean comprensivas y ya lo sepan consciente o inconscientemente). Por ello la salida del clóset de Juani reducida a una escena en donde la madre le pregunta casualmente si le gustan las chicas y ella dice simplemente que sí, sin conflictos ni ambages, parece de una resolución poco creíble.
Por otro lado, 100 días… resulta pionera en incluir temáticas como la identidad de género en adolescentes, cuestión que en los últimos años aparecen como problemas emergentes para las familias y en las escuelas. Ello sumado al hecho de que la manera en que se encara el personaje de Juani genera empatía constituye un valor en sí mismo. Y eso va más allá de que las definiciones de transgénero y cisgénero, entre otras, sean esquemáticas y no se profundice sobre tantas otras cuestiones. El hecho de que estos temas aparezcan en el prime time de la televisión concientiza e informa al gran público y puede contribuir a alivianar el sufrimiento de muchas vidas. Las repercusiones positivas en redes sociales y en otros ámbitos públicos hablan de ello.
No es un dato menor que la historia principal sea la de dos amigas de toda la vida (Nancy Dupláa y Carla Peterson), muy diferentes pero con algo en común: sendos matrimonios heterosexuales de casi dos décadas que se desgastan. La trama da cuenta de un fenómeno social global: el matrimonio y la familia tradicional en crisis. A la trama se agrega otro personaje clave: Fidel (Michel Noher), quien se separa de su mujer y se enamora de Paul (Ludovico di Santo). Sin dudas el éxito de la tira habla de la necesidad de pensar nuevas configuraciones familiares y nuevos vínculos de amores y solidaridades: comunidades de amigos, matrimonios de diversidades sexuales, parejas de más de dos, entre tantas variantes.
¿Cómo pensaron la historia de Fidel? ¿Tuvieron referentes o pura creación?
SF: La idea fue crear un profesor de literatura muy empático con sus alumnos, que buscara ampliarles el horizonte, saliéndose muchas veces del programa escolar, que revolucionara en parte las aulas, abierto de mente. Pero que en su historia personal no tuviera las cosas tan resueltas. De hecho al inicio de la historia está recién separado de la madre de su hija y se enamora de Paul (un chico cis), algo que no tenía calculado. Asistimos a su contradicción interna donde tenía palabras para ayudar a Juani con su redescubrimiento pero no las tenía para él mismo. Quisimos jugar esas contradicciones en un personaje que se presenta tan bien plantado hacia el afuera. En cuanto a referencias, coincidíamos en que tuviera algo de Merlí, algo del profesor de La sociedad de los poetas muertos, de hecho su nombre Fidel también remite a algo revolucionario. Podía ser el héroe del colegio, pero con sus propios dilemas.
AQ: En 100 días… abordamos una mirada sobre las relaciones de pareja en los tiempos que corren, intentamos reflexionar sobre la manera de vincularse o asumir un compromiso. Mientras el motor de la historia es el de dos parejas que tras 18 años se separan y el reencuentro con viejos amores, la de Paul y Fidel es un amor que decidimos contar desde el inicio. El viene de un matrimonio heterosexual, tiene una hija y se descubre por primera vez atraído por un hombre. No contamos en él la represión o una vida dentro del clóset, sino el hecho de volver a enamorarse recién saliendo de un matrimonio, con la particularidad de que la persona de la que se enamora es otro hombre. Por otra parte él es dentro de la escuela, un profesor que estimula y abre la cabeza de sus alumnos, es quien más estimula a Juani desde el comienzo al entender, sin que medien palabras, lo que le sucede. Fidel se plantea como el mentor, sin embargo, la libertad y la fortaleza de Juani para vivir su transición termina siendo un espejo aleccionador para él.
¿Y cómo sigue esa historia?
AQ: Cuando Fidel se juegue por su amor por Paul, también transitaremos esta pareja en la convivencia con la hija de Fidel.
¿La historia de los adolescentes repercute en la de los adultos?
EK: Es que estamos pensando esta novela como un diálogo inter generacional.
AQ: Mientras las parejas hetero se desintegran, buscan nuevas experiencias, están en crisis, emergen los amores diversos.
¿Están evaluando alguna cuenta pendiente en materia de ficción y diversidades sexuales?
EK: Creo que el discurso políticamente correcto ha contribuido al hecho de que mostrar a un gay en la televisión o a alguien con una sexualidad diferente a la heteronormatividad lo convierte directamente en un santo/a. En la serie Merlí el personaje gay discrimina a su profesor porque es gordo. Me interesaría reflejar por ejemplo un gay concheto que discrimina a un gay de sectores populares.