Desde el día cero de nuestra relación, Ernesto y yo, hicimos un culto de nuestra frase de cabecera: “Sos lo primero en mi vida, pero no lo único”. Cuando nos casamos, 34 años después, volvimos a reafirmar ante la prensa cuando nos entrevistaban, este código de nuestra pareja.
¿Cuál es la importancia de una frase así? ¿Qué quiere decir? Porque no se refiere solamente a lo que podría asociarse con la libertad/promiscuidad sexual, que una gran parte de la sociedad prejuzga sobre lxs homosexuales, sino en un sentido más amplio y universal. Cada uno, con su mundo propio, además de la vida en común.
Con “lo primero”, me refiero a la incondicionalidad que espero de Ernesto y a la que prometo responder con reciprocidad y prioridad. Ese es nuestro acuerdo: no te pido la exclusividad en todo, pero sí la promesa de estar cuando realmente lo necesite. Como todas las personas, somos un arcoíris de colores y nunca quisimos limitarnos a un solo color, es por eso que, de entrada, dejamos bien en claro una promesa que se nos hizo carne: “jamás te voy a dar el bien más preciado que es mi Libertad y tampoco te la voy a pedir”.
Tampoco compramos la idea de la media naranja. No me siento la mitad de nada ni de nadie. Ernesto y yo somos dos naranjas enteras que elegimos, minuto a minuto, estar con el otro por decisión y deseo propios, por eso entre nosotros no se necesita la típica pregunta: “¿Me querés?”.
Toda la vida, militamos por la Libertad y estamos convencidos de que el amor, debe permitirte disfrutar de todas las posibilidades y matices de la vida. Esa es la idea que condensa la frase: “lo primero pero no lo único”. De lo que más hablamos, cuando hablamos de amor, es de nuestra libertad y de las estrategias que vamos armando día tras día, para que estar juntos, no sea sinónimo de estar atados.
Siempre digo que nos enamoramos de las personas y no de su género. Mi sexualidad nunca tomó muy en cuenta la moral impuesta por religiones y tradiciones que te obligan a vivir con el color que otros eligieron para vos. La Libertad no se negocia, no aceptamos que nos impongan supuestas “verdades”. En la amplitud de posibilidades, relaciones y vínculos que nos hemos permitido crear y experimentar a lo largo de todos estos años, está una gran parte de la fortaleza que ha afianzado la relación que tenemos con Ernesto. Hay una nobleza en cada uno de nosotros, que nos permite saber quién es el otro. Hemos tenido infinidad de crisis que nos han hecho crecer. Las crisis fortalecen la relación o la terminan y en ese caso, te deja en libertad para encontrar otra.
Cuando alguien dice: “Me separé después de haberle dedicado los mejores años de mi vida”, como si hubiera algo de fracaso en lo que no logra ser eterno. ¿Haber pasado varios años de felicidad con alguien no tiene ningún valor? ¿Todo se desvanece si no se logra cumplir con el imperativo de “lo eterno”?. ¿De qué te sirve seguir con una relación donde ya no hay amor? Nadie decide enamorarse o desenamorarse. Es algo que sucede fuera de nuestra voluntad. Sea el tiempo que sea, nuestra promesa nunca pretendió ser eterna y seguimos agradecidos de que, para nosotros, funcione así: sorprendiendo diariamente al otro y defendiendo siempre nuestra individualidad.
Ernesto y yo somos increíblemente diferentes, en nuestros modos, en nuestros orígenes, en prácticamente todo y si lo nuestro se terminara mañana, mi primer pensamiento sería de agradecimiento al infinito, por haber podido transitar y disfrutar durante más de 42 años de este vínculo maravilloso y mágico que es el amor.