El fenómeno FPNS (fotos de penes no solicitadas) explotó años atrás en Snapchat por sus mensajes efímeros y su anonimato. No sólo perduró en el tiempo sino que se expandió por todas las redes sociales para devenir en una táctica de intimidación en redes. O bien, en el paladín de la masturbación por internet de ellos.
No nos excita, dice un estudio de la red de citas Match.com, o casi nada. A pesar de eso, el 45 por ciento de las mujeres encuestadas dicen que han recibido fotos clasificación R de hombres en internet. En España se lo conoce como el “spam de la polla” porque también llega por mail y en el peor de los casos, por WhatsApp.
Nadie quiere una FPNS ni una selfipene y hay algunos recaudos en redes sociales. En Instagram, las imágenes de contactos que no pertenecen a nuestra red no se muestran. En Twitter, podemos optar por recibir mensajes sólo de nuestros seguidos. En Facebook, el mensajero filtra mensajes de personas que no son nuestros contactos.
El sexting, en cambio, es consentido. Según la firma de seguridad ESET, el 30 por ciento de los latinos practicó sexting alguna vez y el 56 por ciento lo hizo a través de WhatsApp, Line y Snapchat, mientras que el 23 por ciento lo hizo a través de redes sociales. El 15 por ciento en salas de chat.
Para que no haya sopresas (mal conocidas como “pornovenganza”), las recomendaciones son no exponer el rostro en las fotos, borrar el material de la nube y del celular. En última instancia, usar aplicaciones como Photo Private Vaul o Best Secret Folder que permite almacenar imágenes con contraseña en el primer caso y camufla la carpeta en el segundo.
Las más perezosas pueden acudir al programa Nude, que a través de la inteligencia artificial reconoce dicho tipo de imágenes y las guarda en una carpeta protegida con contraseña. Pero la más segura es Confide, un servicio de mensajería que promete “el mismo nivel de seguridad y privacidad que la palabra oral”: los mensajes se autodestruyen y no se pueden capturar.