Desde agosto de 2017, Cecilia Fanti está al frente de Céspedes libros, un espacio muy cálido en la calle homónima, allí donde las casas bajas se alternan con las arboledas típicas de Colegiales. Fanti no es una librera cualquiera, ella misma publicó el año pasado La chica del milagro (Rosa Iceberg), una novela que narra su experiencia al borde de la muerte después que la atropellara un auto camino al trabajo. Fanti ama los libros, estar rodeada de ese perfume a papel que la envuelve en Céspedes y el pequeño mundo de relaciones que se teje alrededor de las recomendaciones. En su mesa también está su propio libro, aunque dice que fue largo el camino de pudores que tuvo que vencer para exhibirlo. “Me da un poco de impresión tenerlo ahí. Al principio lo escondía hasta que vino alguien y me dijo dejate de joder, así que el libro está en mesa. Y acá se vende un montón” cuenta y saluda a una vecina que pasa y festeja la vidriera de tapas verdes que puso en homenaje al debate al aborto. “Este año es muy a cuenta gota, pero odio la perspectiva del librero fatalista. Es cierto que la venta está en descenso pero este es un momento para confiar en los y las lectoras” dice.
–¿Cuáles son tus herramientas para vender un libro?
–Un juego que hacemos bastante seguido es “decime un tema y te digo un libro”, o “decime qué fue lo último que leíste y te gustó”. También hay lecturas más trabajosas que otras y hay que saber a quien recomendarle cada cosa. Sara Gallardo empezó a funcionar muy bien el año pasado, con un público de gente joven, pero es una lectura que requiere una concentración y un esfuerzo que no todas las autoras necesitan.
–¿Los libros feministas se venden más cuando hay una mujer al frente?
–Pienso que sí pero también se venden más en general. Teoría King Kong de Virginie Despentes se pide más que nunca. El género en disputa, de Butler, que yo leí en fotocopias en el 2007, de repente viene gente a pedirlo. Muchas personas piden libros para deconstruir familiares machistas, ahí funcionan muy bien los de María Moreno o El cuento de la criada. Y siempre la lectura de narradoras como Lucía Berlín, Flannery O’Connor o Carson Mccullers funcionan como introducción al feminismo. Se lee mucho también el libro que escribió Mariana Enriquez sobre Silvina Ocampo. De las argentinas se vende Romina Paula, Maga Etchebarne, Gabi Cabezón Cámara, Hebe Uhart, Schweblin, Ariana Harwicz... Yo vendo muy bien Sylvia Molloy pero porque a mí me gusta mucho y la recomiendo.
–¿Y cuáles recomendás para salir de los tradicionales infantiles?
–El de Dani Umpi, El vestido de mamá, que ya es un clásico. Barbie & Milo, donde un nene que cumple 5 años quiere que le regalen una muñeca y el papá, que es un Raúl total, solo quiere regalarle pistolas. Héctor, el hombre extraordinariamente fuerte, que teje en soledad. Hay otro que se llama Rey y rey, donde a uno le buscan candidatas hasta que aparece una princesa con el hermano y ellos se terminan casando.
–¿Una librera mujer vende más mujeres?
–Sí. Y las mujeres ganaron mucha visibilidad en un campo en el que vienen trabajando hace más de cien años. Ahora las editoriales les dan más lugar, los lectores también y ellas reclaman ese lugar que les pertenece. Si bien se siguen publicando muchos más hombres, se presta mucha atención a lo que pasa en el campo femenino. Después pasan cosas absurdas y te mandan listas de sugeridos para el Día del padre y hay 4 mujeres de 60, y es ridículo. Pero este tipo de librería es donde se puede recomendar en primera persona. También hay algo de intimidad que genera el espacio. Hoy una clienta me terminó contando su aborto, ni idea cómo pasó pero me felicitó por la vidriera y nos pusimos a hablar. Yo intento recomendar los libros que más me gustan, y eso puede ser uno mínimo y artesanal como puede ser un libro de editorial grande. Pero en mesa en general tengo exhibidos más libros de mujeres y de editoriales independientes.