El análisis feminista que impregna los debates más recientes y más radicales sobre la legalización del aborto, ha creado el contexto para que otros derechos históricamente vulnerados puedan tener visibilidad. Hasta hace apenas dos años el reclamo acerca del borramiento de las artistas mujeres en el mundo del arte carecía de espacio de expresión: las estadísticas no tenían autoridad porque en el arte, dice el saber común, lo que importa no es el sexo sino la calidad. Las estadísticas son importantes porque permiten probar con datos verificables que las artistas mujeres no representan más del 30 por ciento, en el mejor de los casos, del mundo del arte. Junto a estas cifras se ha puesto en cuestión el carácter esencialista de la noción de calidad. Especialmente en el arte contemporáneo, “calidad” es una palabra que se pronuncia para justificar el estado actual del mundo del arte, pero que nadie puede explicar en qué consiste.
Entre los espacios simbólicos del arte en los que resulta abrumador el borramiento de las artistas mujeres se destaca el Salón Nacional. Los porcentajes de la larga historia del Salón son abrumadores. Entre 1911 y el presente, el Gran Premio Nacional de Pintura lo obtuvieron solo 5 artistas mujeres y 92 varones. Los datos recientes revelan que el silenciamiento de las artistas mujeres persiste con fuerza en el Salón: en 2017 los cuatro premios principales en pintura y en escultura los obtuvieron exclusivamente artistas varones. La calidad, junto con ‘otras urgencias’, son los argumentos volátiles que en este momento sirven para no responder si en la modificación del reglamento del Salón Nacional en curso se incluye la representación igualitaria de varones y mujeres. La Asamblea Permanente de Trabajadoras del Arte Nosotras Proponemos recientemente redactó un requerimiento de cuatro puntos proponiendo que el nuevo reglamento incluya: 1. Paridad entre mujeres y varones de artistas seleccionados y premiados; 2. No al anonimato; 3. Jurados de constitución federal, con representación real dentro del arte contemporáneo y considerando la paridad; 4. Otorgamiento del Gran Premio a artistas mayores de 45 años con trayectoria reconocida respetando el 50 por ciento de composición femenina.
Eliminar la cláusula sobre el anonimato es fundamental, no solo porque es funcional a la invocada ‘calidad’ que borra el género, sino porque enmascara la forma en la que se ejerce el poder en el mundo del arte: el anonimato no garantiza que los jurados no reconozcan la autoría de muchas obras, aun cuando no figure el nombre. Esta cláusula no solo es funcional a la selección y a la forma en la que se dirimen los premios, sino también a la instituida invisibilización de las artistas mujeres. En el mundo del arte existe una censura sistémica hacia las artistas mujeres y el Salón es uno de los grandes escenarios en los que se reproduce y se verifica.
El Presidente de la Asociación Argentina de Críticos de Arte, Fernando Farina, único asesor actualmente activo ante el Ministerio de Cultura en relación con la modificación del Reglamento explica sobre su estado actual: “se puede decir que su transformación está en curso y que ésta será una primera etapa, donde ya habrá modificaciones significativas, que deberán ser evaluadas para continuar con los cambios si fuera necesario.” En etapas anteriores, señala, participaron como asesores Gabriel Valansi, Valeria González y Oscar Smoje, entre otros. Hay ‘cambios’ pero no hay precisiones sobre ninguno de ellos. Y acerca de la pregunta acerca de la representación igualitaria se indica que es el Ministerio de Cultura el que dará una respuesta.