¡Nene, apagá la tele de una vez que te llevo al teatro! Y para cortar la rutina en vacaciones qué mejor que ir a ver… ¡¡lo de la tele en el teatro!! PáginaI12 recorrió algunas de las numerosas producciones que llevan los programas y los personajes televisivos al escenario: el fenómeno ruso de Masha y el oso; las series para muy chiquitos PJ Masks, Héroes en pijamas y Paw Patrol, Patrullla Canina; los personajes de Disney puestos a patinar sobre hielo en Disney on ice, los de Cartoon Network en Amigos invencibles, los chanchos de Peppa Pig. Tras vivenciar arduas jornadas teatrales... ¡los pequeños vuelven corriendo a ver la tele!
El problemita de los cuerpos
Un pequeño gran problema que tienen que salvar muchas de estas propuestas es el tema de los cuerpos. Y es que en muchas ocasiones, para llevar las formas de la tele al teatro, hay que plantar muñecotes en escena, que pierden toda expresividad y hasta movimiento. Eso que, justamente, es lo que se aprecia en el teatro. Un ejemplo llevado al absurdo en alguna temporada anterior es el litigado Sapo Pepe (entre Adriana, la que lo canta, y Candela, su autora, lo llevaron a juicio y al final tuvieron que repartírselo medio salomónicamente). El asunto es que en una de las escenas el muñecote de abiertos enormes ojos se iba a dormir, se metía en la cama, se tapaba y ¿qué hacía? Se ponía uno de esos antifaces de tela para el sueño, tan en el extremo opuesto de la infancia (si hay algo que no usan los niños, al menos hasta que la industria medicamentosa convenza de lo contrario, son antifaces o pastas para dormir). ¡Puf!
Pero volviendo a esta temporada, entre las producciones que mejor logran salvar ese problemita de los cuerpos se destaca Paw Patrol en vivo. Carrera al rescate, que ya estuvo el año pasado y este año tiene doble función en el teatro Astral (Av. Corrientes 1639). En la serie los cachorros Chase, Marshall, Robot, Skye, Zuma y Rocky, junto al niño Ryder, se convierten en rescatistas sobre diferentes vehículos (un carro de bomberos, una excavadora, un avión) y ayudan a solucionar problemas en Bahía Aventura, el lugar de playa en el que viven. Llevados al teatro, lograron reproducir bastante bien todos los escenarios en los que transcurre la tira: El Mirador, la Isla de Focas, la Granja de Yumi. Y sobre todo lograron dejarle movilidad a los muñecos.
Así que pusieron a actores y bailarines a hablar, gesticular, cantar y bailar (eso que se hace en el teatro), con el efectivo recurso de mostrarse “montados” sobre los personajes, que pasan a ser más bien parte del vestuario, antes que disfraces que esconden los cuerpos. Además, los protagonistas “hablan” en vivo. El dato no es menor, ya que en los otros casos corre una interminable cinta a lo largo de toda la obra con las voces de los personajes, la música y los sonidos de escena. Otro detalle que en esta puesta se agradece.
También para los niños más chiquitos, la tele llevó al teatro a los protagonistas de PJ Masks. Héroes en pijamas, que va de martes a domingos al mediodía en el teatro Gran Rex (por la tarde, la sala se ocupa con dobles funciones de Aladin, será genial, un musical también para chicos). En la serie tres amigos se transforman por las noches en particulares superhéroes con habilidades de gato, búho y lagartija: Catboy, Ululet y Gekko. Andan de aquí para allá en su “Gatomóvil” (nada que ver con un auto presidencial) derrotando a los villanos Luna, Romeo y Ninja Nocturno (nada que ver con los enviados del FMI).
En el teatro hacen básicamente lo mismo. Tienen caretones que cubren los rostros, pero los cuerpos quedan libres. Algo muy necesario porque Ululet vuela como un búho, Gekko se trepa a las paredes con sus ventosas como una lagartija, Catboy tiene movimientos felinos. Y una villana como Luna se luce entre medialunas y rondós flic flac. Una aclaración necesaria antes de seguir adelante con este tour de force teatral y televisivo: En todos estos casos el adulto acompañante deberá tener en mente que va, justamente, como acompañante de los niños que lleva a su cargo. Acá es más difícil sumarse a disfrutar como espectador, algo que sí puede ocurrir en muchas otras propuestas teatrales. De la tele al teatro es una misión para papis y mamis entregados exclusivamente al disfrute de sus pequeños. “La crianza”, abnegado desafío.
Bicharracos
Una obra destacada en cuanto a producción es la que trae a los personajes de Cartoon Network, Amigos invencibles, al teatro Coliseo (Marcelo T. de Alvear 1125), con dos funciones diarias de martes a domingo. Tiene mucha pantalla de alta definición, mucha inversión en papelitos arrojados desde el techo, y muchos muñecos bien hechos. Están Las chicas superpoderosas; los protagonistas de Hora de aventuras (el Rey Helado, el perro sabio, el no-se-sabe-qué con mochila); Ben 10 y todos los bicharracos en los que se transforma con ese reloj genial que los papis y las mamis quisieran tener mágicamente en la muñeca cuando hay que hacer de comer y no quedó nada en la heladera.
Acá los bicharracos tienen poco movimiento, y mucha otra opción no queda, básicamente porque no guardan forma humana alguna (para eso les pagan a los creativos de los dibujitos, para imaginar las formas que se les canten). La cosa se complica un poco en las escenas donde hay peleas físicas entre los bicharracos buenos y los malos, algunos gigantes. Eso en la tele muestra mucha acción pero acá las patadas se complican. A cambio, lo que ofrece esta producción son muñecos muy bien realizados, muchas escenografías y mucho (sobre)estímulo de pantallas, luces y música.
Una producción como la de Peppa Pig. Jugando a lo grande! en el teatro Metropolitan (Av. Corrientes 1343) deja bastante más que desear. Es cierto que en este caso también es complejo llevarla al teatro: la gracia de esta serie inglesa mega archi famosa es, justamente, la de sus líneas simples y sus dibujos planos, sin matices. Y si la cerdita Peppa y su familia porcina, Suzy Oveja, Zoe Cebra, Dany Perro, Pedro Pony, se ven simpáticos en los colores pastel de la tele, llevados al teatro lucen más como muñecos de trencito de cumpleaños, con escasos movimientos y sobre la cinta eterna de las voces grabadas. Y aunque cobra entradas que van de los 450 a los 800 pesos, la producción encontró pocos recursos para superar esos escollos de origen.
Masha, el oso y la realeza
Si antes del Mundial también se vio por la tele una producción rusa a escala planetaria, fue gracias a la niñita que vuelve loco a su amigo plantígrado: Masha y el Oso.
La niña rusa tiene como principal atractivo su gran parecido a cualquier niña o niño de su edad (unos cuatro años), en la vida real: es absolutamente encantadora y absolutamente insoportable, todo al mismo tiempo. El personaje de Masha (el diminutivo de María, en ruso) combina cosas que pueden hacer muy bien los niños (es caprichosa, egocéntrica, hiperactiva, curiosa, traviesa, llora cuando no obtiene lo que quiere, comete graciosos errores gramaticales al hablar, también puede ser tierna y dulce si se lo propone), con cosas que pueden hacer los adultos (juega al tenis, pesca y toca la guitarra eléctrica muy bien). Y el pobre oso es un malabarista de circo jubilado, que vivía tranquilo en su casa del bosque... Hasta que llegó Masha.
“La relación entre Masha y el Oso es una metáfora de cómo los niños interactúan con el mundo de los mayores y cómo los adultos pueden ayudar en esta difícil tarea”, han explicado los creadores de la popular serie. Lo cierto es que los papis y las mamis, sobre todo los que tuvieron hijos ya grandecitos, pueden llegar a sentir tanta empatía con ese oso que llora al ver todos sus trofeos de juventud tirados por el piso en un segundo de juego, que corre de un lado al otro tras la niñita cuando la siente en peligro... y que al final siempre cae rendido a su atracción, muerto de amor.
Llevado al teatro, Masha y el oso cuenta un Rescate en el circo, con funciones en el teatro El Nacional (Av. Corrientes 960). Un malísimo supuesto dueño de circo engaña a Oso, seduciéndolo con volver a mostrar sus habilidades circenses, pero en realidad lo quiere vender a un zoológico. Así que esta vez Masha será la que rescate a Oso. En escena se ven los muñecotes disfrazados y lo que suena es la eterna cinta de voces. Se echa mano en una escena al recurso del teatro negro, con objetos que brillan en la oscuridad. Pero el encanto principal sigue siendo el de la serie, con la relación entre estos personajes, y con otros como los malos y tontos lobos del bosque.
Disney de hielo
Ya es un clásico de vacaciones de invierno, y todos los años monta su pista de hielo sobre el Luna Park y sobre otras plazas como Córdoba: El maravilloso mundo de Disney on ice llega con todo su aparato detrás. Con uno de los espectáculos más caros de la cartelera (las entradas van de los 2500 pesos en los palcos, hasta los trescientos allá arriba y atrás, sin numerar, sin contar los cargos por servicio para comprarlas por web), y con entradas vendidas desde muchos meses antes, logra hacer dos funciones diarias y tres los fines de semana.
Para presentarse, a la producción estadounidense le gusta marcar la grandilocuencia con cuestiones tales como “número de cremalleras combinadas para hacer el vestuario” (más de 5000, según se anuncia), “número de lavadoras y secadoras que viajan con el show” (dos de cada), o el peso total del set (seis toneladas y media, incluyendo las lentejuelas). Pero aquí, antes que cualquier despliegue de producción, lo que más impacta es la habilidad de los patinadores, que son reclutados por todo el mundo, muchos de ellos, ex atletas olímpicos.
Y así se lucen sobre el hielo los personajes de películas como Toy Story, Frozen, Rapunzel, Buscando a Dory, Blancanieves (en lo que se plantea como un homenaje a la primera película animada de Disney), y El Rey León (uno de los cuadros escnográficamente más logrados), entre muchas otras. Los presentadores entre cuadro y cuadro son –claro– Mickey, Minnie, Donald y Goofy (en la época de la cronista, Tribilín). Hay un corte para que los patinadores descansen y para que el público compre pochoclos de Mickey a 150 pesos y copos de algodón del muñeco de nieve de Frozen o de la olvidadiza Dory a 350. Así que papis, mamis, abues, adultos acompañantes, preparen las billeteras: la tele salió al teatro.