Desde Londres
La hora señalada para la salida del Reino Unido de la Unión Europea (UE) es el 29 de marzo próximo. Ayer, en medio de negociaciones estancadas y con el gobierno de Theresa May partido por la mitad, el ejecutivo europeo exhortó a los 27 países del bloque a acelerar sus planes de contingencia. Los europeos tienen identificados 60 sectores que van de las finanzas a la aviación y medicamentos para lidiar con el infierno más temido: ya no un “hard Brexit” sino un “chaos Brexit”.
En Francia, las autoridades del Puerto de Calais consideran que no hay conciencia del desastre que se avecina en caso de que no haya acuerdo entre la UE y el Reino Unido. Cada día cruzan el Canal de la Mancha unos 16 mil camiones con mercadería entre el Reino Unido y Francia. “Hoy en día hay colas de un kilómetro porque no hay chequeo fronterizo ya que el Reino Unido todavía pertenece a la UE. Si no hay acuerdo, calculamos que habrá colas de camiones de 27 kilómetros a cada lado”, dice Xavier Bertrand, presidente de la región de Hauts-de-France, a cargo del puerto de Calais.
Otra frontera clave, la única terrestre, es la que existe entre la República de Irlanda, miembro de la UE, e Irlanda del Norte, que integra el Reino Unido. En este caso, al imperativo económico, se suma un delicadísimo tema político: la actual ausencia de frontera es uno de los pilares de los acuerdos de paz que pusieron fin al conflicto norirlandés. El Taoiseach (primer ministro) de la República, Leo Varadkar, anunció el miércoles que está preparando medidas de emergencia que incluyen la contratación de mil nuevos empleados aduaneros ante la posibilidad de que no haya acuerdo.
El gobierno de Theresa May también está trabajando sobre la base de unas 300 medidas de emergencia en caso de que las negociaciones fracasen. El secretario del gabinete británico, David Lidingston señaló a la BBC que en las próximas semanas darían más detalles sobre estos preparativos, pero que tenía confianza en el resultado de la negociación. “La prioridad es negociar un acuerdo positivo con nuestra contraparte europea”, dijo.
Es un optimismo que cada vez comparte menos gente. A más de dos años del referendo, a un año y cuatro meses de invocar el artículo 50 para salir de la UE, el Reino Unido solo pudo presentar hace 10 días un plan de objetivos en su negociación con la UE. “Es un punto de partida, pero nada más que eso. Si hubiera sido hace un año, sería diferente. Ahora solo quedan meses para llegar a un resultado”, indicó al vespertino británico “Evening Standard” Pieter Omtzigt, funcionario que asiste al parlamento holandés en el tema del Brexit.
Omtzigt se expresa con diplomacia. En el Reino Unido las dos facciones que dominan el debate –los Brexit “duros” y los “suaves”– consideran que el documento de intenciones del gobierno, el “White Paper” (Libro blanco), está muerto. “El “White Paper” tuvo ese efecto paradójico: unificó a las distintas facciones. Todos consideran que está muerto”, señala el comentarista Matthew D’Acona.
Es una muerte extraña porque hoy la UE dará una respuesta oficial a este documento que Brexit “duros” y “suaves” consideran fenecido. Es un ejemplo más de negociaciones que se empiezan a parecer a un baile ritual sin mucha perspectiva de romance. Como la cena anoche en Bruselas entre el jefe negociador europeo, Michael Barnier, y el nuevo canciller británico, Dominic Raab, que en la fauna cada vez más estrambótica de la política británica, encarna una nueva mini-facción, el sector moderado de los pro-Brexit duro.
Raab sustituye al errático y excéntrico Boris Johnson, un Brexit duro paladar negro con aspiraciones a sustituir a May. El miércoles, en el parlamento, Johnson atacó duramente el White Paper y dijo que todavía era posible “salvar al Brexit”. Raab aporta mejores modales y una conducta más predecible, pero no le puede mostrar a Michael Barnier otra cosa que ese caos interno que domina al Partido Conservador.
Esta semana el gobierno sobrevivió las amenazas de moción de censura de los “duros” de su propio partido otorgando concesiones en dos proyectos de ley esenciales –aduanas y comercio– que prácticamente impiden un acuerdo con la UE. La votación fue igual ajustadísima: 3 votos en la de aduanas que incluyó denuncias de “fraude” y 30 en la de Comercio. El precio para el gobierno fue alto: la ruptura con el ala “suave” conservadora.
El debate de los dos proyectos continuará en la Cámara de los Lores en octubre. Los Lores han derrotado al gobierno en debates previos del Brexit. El lenguaje que usan ambas facciones es cada vez más intransigente. “Los ‘duros’ están gobernando el país. Esto no es posible. Necesitamos un gobierno de unidad nacional”, dijo la diputada conservadora Anna Soubry.
Octubre es el mes en que la UE y el Reino Unido tendrían que llegar a un acuerdo base para presentarlo a votación a sus respectivos parlamentos y llegar a tiempo con un mecanismo de salida para la hora señalada: el 29 de marzo de 2019 a las 11 de la noche. Nadie piensa que sea posible. Entre bambalinas se está barajando que sea diciembre o, en el peor de los casos, enero bajo la fórmula de un nuevo acuerdo de transición que deje a marzo como una partida formal, pero no real de la UE.
En juego están más de 600 mil millones de libras, aproximadamente la mitad del comercio británico con el mundo. El Reino Unido importa unos 22 mil millones de libras en bebidas y comidas cada año: un 97% proviene de la UE. En el caso de los alimentos, muchos son perecederos. En la industria automotriz, un 40% de las partes de los coches que se ensamblan en el Reino Unido provienen del continente: una falta de acuerdo dispararía los aranceles a entre 4,5 y 10%.
La situación se parece cada vez más a un choque que todas las partes saben que va a ocurrir, pero que nadie puede evitar.
En el Reino Unido se han lanzado campañas para un segundo referendo sobre el Brexit. Una ex ministra de Theresa May, Justine Greening, propuso esta semana que se plantee a los británicos tres posibilidades: el acuerdo a que se llegue con la UE (si es que hay uno), un Brexit duro de separación completa del bloque y seguir en la UE como si el referéndum a favor del Brexit hace dos años no hubiera pasado.
Muchos apoyan esta idea de una nueva consulta, pero nuevamente el tiempo es un límite duro: habría que debatirla, aprobarla, acordar mecanismos, poner todo en marcha. Matthew D’Ancona cree que es inviable. “En el actual caos parlamentario, aunque no nos guste, creo que la única salida es una nueva elección”, opina.