Este concepto surge a partir de los términos griegos áporos (sin recursos) y fobos (temor, pánico) fue creado por la filósofa española Adela Cortina en un extraordinario libro de editorial Paidós “Aporofobia, el rechazo al pobre”.
En septiembre de 2017 fue incluida en el diccionario de la lengua española por la Real Academia, y fue elegida la palabra del año por la Fundación del Español Urgente, como en el 2016 había designado la palabra “populismo”.
Para que algo exista en la conciencia colectiva hay que poder nombrarlo. Poner nombre a lo que ocurre y no se ve, o no se quiere ver, es lo que ha hecho la filósofa con una realidad que está ahí pero preferimos ignorar: el miedo, la aversión y el rechazo a los pobres
Pensar en la Aporofobia como ideología permite poner en discusión en la agenda pública a las invisibilidades de los grandes medios: los pobres.
Dicho odio al pobre se expresa también con los excluidos del propio país.
El 47% de quienes viven en situación de calle han sido víctimas de delitos de odio. Por su situación de exclusión, son también los más indefensos. En un marco general de recesión económica, el miedo a la pobreza se exacerba porque nos ha hecho ver que todos somos vulnerables, incluidos los mejores empleados de la empresa más segura pueden quedarse de repente en la calle sin medios de subsistencia.
En esa ideología, los pobres son percibidos como una amenaza. Culpabilizarlos anula la empatía y permite que se le ignore y hasta se les persiga. La corrupción del carácter consiste en admirar a los ricos y despreciar a los pobres. Y todo eso ocurre en un momento en que la brecha de la desigualdad social se ensancha.
La aporofobia alimenta el rechazo a inmigrantes y refugiados. No se les rechaza por extranjeros, sino por pobres. Nadie pone reparos a que un jeque árabe se instale en un país europeo, ni a facilitar la residencia a un futbolista famoso. Los yates atracan sin problemas en la costa rica del Mediterráneo mientras las pateras con refugiados se hunden tratando de alcanzarlas. A Trump no se le ha ocurrido poner un muro en el norte, en la frontera con Canadá, sino en el sur, en la frontera con México.
Hasta acá emulamos conceptos globales, pero en Argentina de los últimos años la aporofobia no ha estado ausente en boca de los funcionarios del actual gobierno, solo leamos algunos ejemplos.
Mauricio Macri, en octubre de 2002, diario La Nación, sobre los cartoneros. “Este es un negocio millonario y los cartoneros tienen una actitud delictiva porque se roban la basura (…) Al ciruja me lo llevo preso.”
Mauricio Macri, el 26 de abril de 2009, en C5N, sobre los migrantes. “La Argentina es un colador. Cualquiera del Paraguay, de Bolivia, del Perú, entra como Pancho por su casa y se instala en algún lugar del país, preferentemente el Conurbano o las villas de la Capital.”
María Eugenia Vidal, el 30 de mayo de 2018, sobre los estudios de los pobres. “¿Y llenar la provincia de universidades públicas cuando todos sabemos que nadie que nace en la pobreza llega a la universidad?”
Javier González Fraga, presidente del Banco Nación, el 27 de mayo de 2016, sobre los empleados. “Donde le hiciste creer a un empleado medio que su sueldo servía para comprar celulares, plasmas, autos, motos e irse al exterior, eso es una ficción.”
Javier González Fraga, el 5 de julio de 2016, sobre los pobres. “A mí me gustaría saber qué tan pobres son los pobres.”
Ernesto Sanz, por entonces presidente de la UCR, el 15 de Mayo 2010, sobre la AUH. “La asignación universal por hijo se está yendo por la canaleta de la droga y el juego.”
Alfonso Prat Gay, ministro de Hacienda, sobre grasa y militancia. “Queremos un Estado sin la grasa militante.”
Gerónimo “Momo” Venegas, secretario general de Uatre, sobre la AUH. “Hay criaturas de 10 años que se embarazan solo para cobrar la asignación universal por hijo.”
En un mundo construido sobre el contrato político, económico y social, los pobres parecen quebrar el juego de dar y recibir, y por eso prospera la tendencia a excluirlos. El problema no es de xenofobia, puesto que la recepción entusiasta a turistas extranjeros contrasta con el rechazo a refugiados e inmigrantes. Hablamos de aporofobia, de rechazo al pobre. Es el pobre el que molesta, incluso el de la propia familia.
La aporofobia es un atentado diario contra la dignidad y el bienestar de las personas, y contra la democracia, debería estar tipificado en el Código Penal Argentino.
* Diputado del Parlasur.