“Dicen algunos críticos que donde de verdad se comprueba si un intérprete es bueno es en su forma de expresar las emociones. Pues bien, ahora tenemos un espacio para medir la credibilidad de las lágrimas de los grandes del séptimo arte”, advierte el sitio SModa sobre lo que otros medios han definido como “la última tendencia en Instagram”. Léase, la cuenta Men in Grief, que reúne fotogramas de actores famosos llorando. Una muy específica propuesta de creador NN que corrobora lo harto conocido: que Internet constantemente se reinventa en materia de propuestas ocurrentes -y un pilín sádicas-, fértil y receptiva al momento de exaltar el absurdo. Y en miras de ciertos (dudosos) estudios “científicos” (que aseguran que ciertas zonas cerebrales son estimuladas frente al dolor ajeno), no debiera sorprender que a diario más y más suscriptores se suban a la ola de ver lloriquear a los pobrecitos sufrientes.
Entre ellos, “Gene Wilder luciendo verdaderamente triste, con barba; un muy afligido y muy guapo Denzel Washington; o Alan Cumming, inconsolable y de musculosa, con el nocturno horizonte urbano de fondo”, según recuenta la web The Frisky, responsable del descubrimiento. Que además de advertir cómo “ellos parecieran haberlo perdido todo en un incendio, o una guerra, o una serie de circunstancias desafortunadas”, suma otros ejemplos. Por caso, que un pesaroso Will Ferrell pareciera haber descubierto que Papá Noel no existe; y un cariacontecido Brendan Fraser, haber escuchado que todo mundo cree que se retiró, que qué pasó con él, que qué pena, tan buen intérprete era. Por lo demás, llora Jimmy Stewart en Qué bello es vivir, Montgomery Clift en De aquí a la eternidad, y James Dean en Rebelde sin causa. Hasta Bruce Willis, Adam Sandler, Ben Affleck y Nicolas Cage se deshacen en lágrimas, menos convincentes pero calibradas para dotar de aires apesadumbrados a su cinta de ocasión.