En su afán por innovar, el pasado octubre el chef inglés Jamie Oliver incurrió en lo que numerosísimos españoles consideraron un verdadero crimen, alterando el popular cocinerito de Essex la sagrada alquimia de uno de los grandes íconos gastronómicos de la madre patria. Sucede que JO puso ¡chorizo! en una paella que, según iracundos ibéricos, inmediatamente dejó de ser tal, deviniendo “arroz con cosas”. “La receta de Jamie desató un conflicto internacional”, se hizo eco el presentador brit Graham Norton en su programa, frente a un atónito –y un cachito tembleque– Oliver que solo atinó a lamentar que el episodio fuera tendencia en redes sociales durante tantas semanas. Semanas en las que tuiteros de las mentadas coordenadas le dedicaron frases del tipo: “Quita el chorizo. No negociamos con terroristas. Primer aviso”, “Mejor hazte unos nuggets con tus dedos” o, ya en clave sutil, “Me cago en tus ancestros”. “Fue mucho más lejos que estos mensajes. Tuve amenazas de muerte de todo tipo por un trozo de embutido”, admitió el joven. Y si el asunto viene a cuento es porque, desde otras latitudes, un actor volvió a cometer el ilícito de meterse con el plato de mil amores, superando con creces al “Paellagate” (como el episodio previo fue bautizado). “Si la propuesta de Oliver era poco canónica, la que publicó Rob Schneider el 25 de diciembre en Twitter lo es menos todavía”, comentó el periodista Pablo Cantó acerca de la controvertida receta del Gigoló por Accidente, que además de chorizo y excesivas langostas, cocinó la mezcla… en el horno, para horror de devotos a la tradicional fórmula valenciana. “...Y cuando la gente de Valencia vio esa abominación, el cielo se volvió rojo y lloró sangre. Apocalipsis de San Jaime”, fue una de las respuestas que recibió el comediante, que además de correr a disculparse, tomó la propuesta del reputado chef español afincado en Estados Unidos José Andrés Puerta de recibir clases. Con paellera, sobra aclarar.