La política monetaria del Banco Central en 2016 dejó un balance de pocos aciertos e importantes errores. Una de las fallas más groseras se observó con los precios. Federico Sturzenegger afirmó en diciembre de 2015, al asumir al frente de la autoridad monetaria, que su objetivo primordial iba a ser la pelea contra la inflación. En doce meses de gestión, no obstante, se registró un aumento de los precios de poco más del 40 por ciento, al marcar la inflación más elevada de los últimos 25 años. En cualquier empresa privada, frente a semejante diferencia entre los planes anunciados y la realidad, se optaría por reemplazar al CEO. Pero en el BC no sólo no hubo modificaciones sino que Sturzenegger fue aplaudido por el macrismo, que festejó cada una de sus políticas monetarias contractivas.   

En el Central se empecinaron con la idea de que los precios podían controlarse con una sola variable: la tasa de interés. La falta de atención sobre los determinantes estructurales del proceso inflacionario local fue alarmante. La suba de las tarifas, el ajuste salarial en las paritarias y, particularmente, los movimientos abruptos del tipo de cambio, elementos no  contemplados en la estrategia antiinflacionaria del Gobierno, se trasladaron a la estructura de costos de la economía y provocaron el salto de las remarcaciones.

El antecedente de 2016, con una inflación que acumuló 20 puntos porcentuales más de lo que se estimó al inicio del período, no hizo cambiar la visión de las autoridades del BC. En su último informe de objetivos monetarios para 2017 anticiparon que “la inflación se ubicará en 15 por ciento y el organismo actuará con prudencia para lograr la desinflación del mercado interno a través del manejo de la tasa de interés”. 

La insistencia de continuar con la apuesta de frenar los precios con un programa monetario aislado del resto de las decisiones que se toman en la economía enciende luces de alarma. Ya no sólo aumenta la expectativa de inflación de los particulares sino que son las propias consultoras las que empiezan a observa tensiones para los próximos meses.

Las subas en los servicios e impuestos anunciados para enero de 2017 adelantan el ritmo de la inflación del año. Este mes ya hubo un incremento del ABL en la Ciudad de Buenos Aires del 38 por ciento, del 100 por ciento en los parquímetros y del 40 por ciento en patentes de autos. A partir de hoy, los combustibles subirán 8 por ciento y en abril volverán a aumentar. La telefonía móvil también llegó con incrementos en enero de 10,5 por ciento la tarifa de Movistar. A su vez, los peajes subirían este mes cerca de 120 por ciento y la televisión por cable un 14 por ciento.

En el primero cuatrimestre de 2017 hay otras subas relevantes como las cuotas de los colegios privados a partir de marzo. Estas instituciones empezaron a enviar el cronograma de aumentos, con ajuste de entre 25 y 30 por ciento. Subirán además los servicios públicos y el transporte. En el caso del subte la intención es elevar el pasaje de 7,5 a 10 pesos, un alza del 33 por ciento. Es difícil prever que la primera paritaria del año, la del gremio docente, se negocie en línea con el 15 por ciento de aumento de precios esperado por el Banco Central en 2017.

Operadores de la city aseguraron a Cash que existe otro foco de presión sobre el proceso inflacionario: el valor del dólar. Plantearon que en 2016 hubo margen para apreciar en forma real el tipo de cambio, gracias a la devaluación de mediados de diciembre de 2015. Pero ahora el Gobierno regresó a los niveles de dólar real del 2015. “No hay espacio para apreciar otros 20 puntos reales como lo hicieron el año pasado. La cotización va ir acompañando la suba de precios y retroalimentará la inflación”, precisaron. En 2016, el dólar avanzó 20 por ciento, con precios que lo hicieron por arriba del 40.

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