Me perdonarán ustedes, ustedes y ustedos, queridas y queridas lectoras y lectoros, por la perplejidad con la que comienzo esta vez mi columna. Yo, que suelo ser un dechado de certezas, que me jacto de iluminar la razón en la noche de ignorancias con la luz de mi ingenio, esta vez, me reconozco, no digamos que vencido ni vencida, pero al menos seriamente confuso.

Porque fíjense y fíjensa lo que ocurrió. Nuestro país gastó millones de dólares en el Mundial, pero en vez de hacerlo focalizando en tener el mejor técnico, equipo e individualidades, casi toda la plata fue destinada en mandar a Rusia unos 50.000 hinchas. 

Si cada uno gastó entre 5 y 12 mil dólares, se fueron varios cientos de palos verdes en asegurar que en cada tribuna, en cada partido, no faltara un grupo de compatriotas alentando a nuestra selección aun cuando no jugaba, y entonando el hit del verano, en su versión actualizada, “¡Que baje el dólar LPQTP!” Lo cantaban para el Sumo Maurífice,  nuestro Ministro de Evasienda, Nico Baldío, o a la DT plenipotenciaria del mejor equipo contrario de los últimos 50 años, Madame Andacantarle a Lagardel.

No entiendo. ¿No era acaso la idea tratar de salir campeones dentro del estadio, haciendo más goles que nuestros rivales, y en el arco de ellos (¿entendiste Caballero?)? Parece que no.

Parece que la idea era ganar el partido en las tribunas. Que aunque en la cancha nos llenaran de goles, nuestros hinchas siguieran alentando al equipo, de manera que parezca que todo está bien.

¿Será porque así lo demandó el FMI para sentir que “había consenso”?

Nuestros hinchas igual se quedaron en Rusia, alentando a Uruguay, Brasil y Colombia, mientras calculaban si les convenía pagarse el pasaje de regreso o quedarse allí aunque sea como juntanieve en verano.

Y así, llegamos a la final, coronados de gloria. No solamente tuvimos un compatriota arbitrando, sino, como se decía en todos los barrios y barrias, ¡Perdimos contra el campeón y el subcampeón!

Yo entiendo que a falta de triunfos se empoderen las derrotas, pero me cuesta en este caso, pesquisar la alegría subyacente en que hayan sido los dos países que nos ganaron quienes hayan llegado a la final.  ¿Eso qué quiere decir, que somos maravillosos a la hora de elegir con quien perder? ¿Que si alguien quiere salir campeón, lo que debe hacer es ganarle a la Argentina?

¿Deberían estar orgullosos los brasileños, en el Mundial 2014, porque “perdieron 7 a 1 contra el campeón”? Y los alemanes, ¿podrían decir que “perdimos contra México, que después perdió contra Brasil, que perdió contra Bélgica, que perdió contra Francia, que salió campeón” así que somos los mejores del mundo!?

Disculpe lector, pero no entiendo este nivel de satisfacción. Debe ser similar al que el Sumo Maurifice nos provoca cada vez que echa gente dándoles la oportunidad de amar la incertidumbre en carne propia, o cuando aumenta todo y tenemos la oportunidad de pagar los servicios a niveles europeos con salarios africanos.

En este sentido, puedo entender más las jugadas magistrales de Caballero ante Croacia, y  el jugar con “falso nueve”, o sea “sin centroforward” en el partido contra Francia. ¡Fue a propósito!

Y casi casi les sale mal, estuvimos a punto de empatarles en el último segundo. Por suerte, pasaron cosas.

Pero más allá de las derrotas y los derrotos , seguramente la lectora se preguntará, a esta altura, si esto de “¡qué bueno que es perder, lo importante es que la hinchada no se dé cuenta y aliente como si estuviéramos ganado por goleada”, es una propuesta del Sumo Maurifice, de Marquiavelo Desempeña, de Nico Baldío “Duque de Evasienda” , o de la mismísima Lagardel, quien, como en el tango que compusiera su homónimo Carlitos, “Volvió una noche”, y por más que quisiéramos decirle “mentira mentira” gobierna con mano de acero, o de caramelos, según le convenga al mercado.

En verdad no lo sabemos, pero podemos intuirlo: esta verdadera posverdad se parece demasiado al plan económico. También allí hay un serio conflicto de paternidad. “Esto que nos está pasando” ¿Lo inventó Maurífice, Lagardel, nos llegó del cielo cual lluvia de inversiones transformada en tormenta de evasiones por efecto de un hada traviesa que se dedica a hacérnosla pasar mal? Bueno, tanto gobierno, como FMI, como los dioses, responden igualmente: “Yo, no fui.”

Pero alguien fue. ¿Hará sido el inconsciente colectivo, también denominado “inconsciente bondi”?

En todo caso, Yo no fui lectora, y usted tampoco, ni su cuñada. Ni siquiera su suegra, ni su ex.

Y este anonimato parecer ser una nueva bandera nacional. Se reflejó en el Mundial, donde cedimos nuestro tradicional protagonismo a otros países, Francia, Croacia, Bélgica. Les dimos una chance a países más débiles que el nuestro, mientras que en un gesto de total generosidad los alentamos desde las tribunas. ¡En serio lectora, nos gastamos 500 palos verdes para ver campeón a Francia  y festejar a Mbappé, Griezmann, Lukaku, Courtois.

¡En vez de gastar la plata en aumentarnos egoístamente nuestros ingresos, la usamos para alentarlos!

¡Así de generosos somos, lectora!

¡No, no, no, no, no! ¡Somos más generosos todavía, y lo somos anónimamente!

Solamente así se puede explicar que haya tantos argentinos, más allá de sus ideologías, posturas y situación económica, que hayan  aportado, con gran esfuerzo, parte de sus ingresos para el Sumo Maurífice pueda decretar con tranquilidad.

No solamente eso, lo hicieron anónimamente, no quisieron que nadie más lo supiera

¡Más todavía! Lo hicieron tan pero tan anónimamente, que ni ellos mismos lo sabían.

Lamentablemente algunos no son tan generosos y, en vez de llamarlos “Altruistas Anónimos” los llaman “Aportantes truchos”

O sea, que además de “la angustia por independizarse de la madre patria”, tienen que soportar el rechazo social por su generosidad anónima

Sospechamos que más de uno, una o une, irá al psicoanalista, quien le diagnosticará un “Sindrome de Afiliación Inconsciente”, y luego le cobrará, esta vez a conciencia, por sus servicios.

Y los partidos podrán decir, hasta con orgullo, que sus tienen dos clases de afiliados los conscientes y los inconscientes.

Y seguramente todo terminará bien, o muy mal, pero de la misma manera: El gobierno le dirá al FMI lagardeliano: “Cristín, ne tinquietepá, si la gente no te quiere devolver la guitá a concienciá, habrá millons de aryentins que sin saberlo, te la van a devolver hasta el último centavó y mucho más allá”

Usted y yo entre ellos, lectora

Hasta la proshén, o sea, la próxima.

@humoristarudy