El cuarto disco de Canticuénticos, una ascendente banda santafesina de música popular orientada a chicas y chicos, profundiza en una búsqueda estética (e ideológica) que le esquiva a los lugares comunes y a las poéticas estereotipadas e inocentes en torno a la música para la infancia. En la primera canción, el huayno que da nombre al disco, “¿Por qué, por qué?”, se preguntan: “¿Por qué, por qué cada persona es diferente? / ¿Por qué, por qué te vas temprano y tarde volvés? / ¿Por qué algunos chicos trabajan? ¿Por qué si el trabajo es cosa de grandes? ¿Por qué siempre hay alguien que manda?”. Sin embargo, nada suena solemne en Canticuénticos: en su universo musical, el humor, el juego, el baile y personajes fantásticos como el ya famoso monstruo de la laguna –¡Que regresa en ritmo de murga!– son una constante en este sexteto que pone el acento en las músicas folklóricas del continente. “Creemos que el arte debería comprometerse con su tiempo, sin llegar a ser un panfleto, pero sí dando cuenta de las problemáticas por las que atraviesan las sociedades. Y las niñas y niños viven en el mismo mundo que los adultos, atravesados por las mismas contingencias”, fundamenta la cantante y flautista Ruth Hillar.
La novedad es la presentación en Buenos Aires de ¿Por qué, por qué?, un disco en el que suben la apuesta e incluyen canciones con lenguaje de género y abordan temáticas sensibles como el abuso o maltrato infantil. “Podemos abordar cualquier temática siempre y cuando sea la poesía la que guíe y pongamos el máximo cuidado y respeto por ese público que está aprendiendo a escuchar pero también a vivir”, desarrolla Hillar, una de las principales compositoras del grupo. La serie de nueve presentaciones comenzó la semana pasada, sigue hoy y se extenderá desde el jueves al domingo próximos en el ND/Teatro (Paraguay 918). “Si bien somos de tierra adentro, sentimos que Buenos Aires nos recibió con los brazos abiertos desde el primer momento, y ahora ya tenemos grandes amigos que nos acompañan siempre y otros nuevos que siguen llegando”, se entusiasma el guitarrista Daniel Bianchi.
El grupo se completa con Daniela Ranallo (voz), Laura Ibáñez (voz), Gonzalo Carmelé (bajo y coros) y Nahuel Ramayo (batería, percusión y coros). “Como siempre, nuestro espectáculo está dirigido a las familias, así que esperamos que tanto los niños como los adultos se acerquen a pasar un momento de alegría, cantando y bailando con nosotros”, dice Bianchi y promete que no faltarán clásicos como la “Cumbia del monstruo”, “El mamboretá”, “Quiero para mí” y “Bate con la cucharita”
–En “Juntes hay que jugar” proponen un lenguaje inclusivo, ¿Cómo surgió esa idea?
Ruth Hillar: –A veces algunas cosas no vienen planificadas sino que se abren paso por su propia contundencia. Cuando compuse la canción, hace un par de años, no la pensé con la “e”. Primero fue “Juntos” y los objetivos que me propuse fueron ayudar a deconstruír algunos estereotipos que los adultos, muchas veces sin querer, transmitimos a nuestras hijas e hijos y también a aceptar la diversidad de género, que es otra forma de promover la inclusión. Empecé a escuchar que mis hijas hablaban de sus “amigues”, participé de charlas con gente que empezaba a proponer la “e” como género neutro y me pareció pertinente visibilizarlo. Cuando la lengua no alcanza a representar a “todes” tal vez haga falta salir a buscar nuevas formas. El tiempo dirá como sigue esta historia.
–Otra que sobresale por su letra es “Hay secretos”, una canción que puede servir como disparador para contar una situación de abuso…
R. H.:–Fue todo un desafío hacer esa canción. Y necesité asesoramiento profesional para animarme a escribir sobre un tema como éste. Creo que hay cosas difíciles pero sumamente necesarias. Si queremos acompañar a las infancias de una manera amorosa y responsable desde el arte, no deberíamos olvidarnos que a veces la niñez no es un camino fácil. Si nos animamos a abordar ciertos temas o situaciones conflictivas, tal vez los podamos ayudar a transitar y acaso resolver conflictos.
Trabajar sobre las rítmicas y formas del folklore argentino y latinoamericano es una de las premisas de este grupo que surgió a partir de un curso de composición de canciones que dictaba Jorge Fandermole. “Además de ser las músicas que nos gustan y que escuchamos a diario, creemos que es importante que los chicos las frecuenten, las reciban como propias, y se apoderen de ellas porque son las que nos definen dentro de un mundo tan globalizado”, entiende Bianchi, también charanguista. “Creemos que es justamente esta música la que nos permite hablar como hablamos, cantarles a nuestros paisajes, a nuestra forma de ser y a nuestras problemáticas”, completa. En este disco, la música de su región se hace presente en la chamarrita “La rana Rosita” y los chamamés “Vuelo bajito” y “Y la siesta se terminó”, todas piezas abordadas con una dulzura, un compromiso y una exquisitez musical que resultan disfrutables para cualquier oído. Lo mismo sucede con “Chacarera jeringosa” o el candombe “Acá tá”.
–¿Cobra más fuerza indagar en la música popular latinoamericana en este contexto político y social que atraviesa la región?
Daniel Bianchi: –¡Por supuesto que sí! América latina es un territorio que late con un solo corazón (o así debería serlo). Tenemos una historia en común y las mismas problemáticas nos atraviesan, así que debemos buscar la forma de juntarnos cada vez más. En el arte es donde se visibiliza más claramente la unión entre los pueblos, donde las fronteras parecen disolverse.