“¿Qué es esto de universidades por todos lados? (…) basta de esta locura”, dijo Mauricio Macri, presidente de esta hermosa y esquizofrénica república, mientras daba una conferencia en la Facultad de Ciencias Económicas de la UBA. Era octubre de 2015, plena campaña. En sintonía, pero casi tres años después, la gobernadora de la provincia de Buenos Aires, María Eugenia Vidal, se despachó con una pregunta para la posteridad: “¿Es de equidad que durante años hayamos poblado la provincia de universidades públicas cuando todos los que estamos acá sabemos que nadie que nace en la pobreza en la Argentina hoy llega a la universidad?”. No sorprende ni el uno, ni la otra, obvio. El mundo neoliberal, del que Macri y Vidal son apenas sureños granitos de arena, vive del mundo neoxplotado. Y el mundo neoexplotado, a ojos neoliberales, no puede darse esos “lujos”, como tener universidades por todos lados. ¿Qué es eso, entonces? Es la Universidad de General Sarmiento, por caso. A una hora y pico de tren (entre Chacarita y Lemos), y unos diez minutos más de colectivo desde el centro de Los Polvorines, se alza esta casa de estudios creada, paradójicamente, en otro año neoliberal: 1993.
Cercada por un paisaje semiurbano de casas bajas y pastizales que se queman, la UNGS recibe pibes y pibas de toda clase, onda y color. Comen un tostado, toman un café, y ahí van. Algunos estudian ingeniería, administración pública o ecología; otras informática, letras o profesoras de física. Y hay quienes también optan por la cosa audiovisual. Ninguno, eso sí, podría hacerlo en un lugar que no sea éste. Ni la Universidad de Córdoba, ni la de Buenos Aires… son lejanas, distantes y, para muchos, casi exóticas. Ellos y ellas enarbolan una bandera como la que está en la entrada: “Por más Universidades en los barrios”.
De este lado de la grieta, se ubica Rubén Andón. En el hermoso multiespacio cultural de la USGM, uno de los históricos fotógrafos de la revista Pelo se prepara para dar una charla sobre la muestra, cuyo nombre habla por sí “Rock Argentino, 1974-1982”. “Llegué hasta acá porque, durante el gobierno de Cristina, trabajé como capacitador en el Consejo Asesor de la TDA, formaba parte de un grupo maravilloso que hacía el programa Polos Audiovisuales, que consistía en generar cooperativas de trabajo para producir contenidos televisivos, a través de todas las universidades nacionales. Fue enriquecedor conocer chicos y chicas de todo el país que armaban su propia cooperativa de trabajo audiovisual. Bueno, yo daba talleres de iluminación, y uno de ellos me tocó darlo acá, en San Miguel. Entonces me conecté con la gente de aquí, vieron las fotos que posteo en Internet, y acá estoy”, introduce Andón. “La periodización de la muestra –sigue el fotógrafo–, se relaciona con la etapa en que trabajé más fuertemente con el rock vernáculo, ya fuera como reportero de Pelo, o haciendo laburos para tapas de discos”, enmarca Andón, que actualmente es parte del elenco de artistas que forman el Movimiento “Arte por la paz”, junto a León Gieco y Raúl Porchetto.
La muestra permanecerá todos los días hábiles entre las 10 y las 21 hasta el 1º de agosto, y fue organizada por el área de música y artes visuales de la Universidad. Su contenido es un muestrario de treinta fotos de rockeros argentinos, la mayoría sacada en los duros años de la dictadura. Empieza con una imagen de Charly García, época Pequeñas anécdotas sobre las instituciones, y termina con otra de Oscar Moro, abrazando tiernamente a su mujer, mientras giraba en micro con La Máquina de Hacer Pájaros. “Esta foto me gusta, porque Moro siempre tuvo esa cosa del rockero heavy, y acá lo vi justo con una ternura tremenda, abrazando a su esposa que estaba dormida… él tiene unos ojitos que dicen ´mirá cómo me agarraste´, veníamos en micro, desde Punta del Este”, se ríe el retratista, que por entonces tenía 18 años. Entre medio de ambas fotos (Charly y Moro) hay un mundo de signifcantes y significados. Los retratos en serie explotan la imaginación. El devenir del relato en imágenes es más temático que cronológico. Charly aparece varias veces, por ejemplo en otra foto que Andón sacó en un campo cercano a Bahía Blanca, con PorSuiGieco, la banda que integró brevemente entre Sui y Seru Giran. “Esta la saqué durante una gira que se hizo en el 74. Me fui con ellos arriba del micro y, cuando estábamos llegando a Bahía, el perro que nos acompañaba (Fidel) tuvo que bajar a hacer pis… entonces bajaron todos a estirar las piernas, en pleno bosque de eucaliptus, y ahí gatillé”, cuenta Andón, parado ante la imagen de aura hipposa, que muestra a Nito Mestre, María Rosa Yorio, León Gieco y Porchetto –además de García, que aparece ataviado en un tapado de piel– casi desperezándose, en una mañana campestre. “Eramos como veinte en ese micro… una auténtica familia rodante, comíamos y dormíamos en el micro”, se ríe Andón que optó por otra foto de la misma secuencia para la exposición: León Gieco entre dormido, y su mujer Alicia –totalmente dormida– en el asiento de adelante.
Tratándose de época y tema, tampoco podía faltar Luis Alberto Spinetta. Hay dos que resaltan porque no fueron publicadas en el momento que se hicieron. Su autor cuenta por qué. “A las pocas semanas de empezar a trabajar en la Pelo, me llamaron y me dijeron: ‘tenés que hacer unas fotos con Invisible, te paso el teléfono de Spinetta…’ imaginate, ¡me temblaban las piernas!”, exclama Andón. Las fotos delatan a un flaco vestido y pintado como un payaso, con la lágrima de Almendra en los dos ojos. “Estábamos haciendo unas fotos para la revista y Luis me dijo: ´podemos hacer algo diferente ¿no?´, entonces fue al camarín y se empezó a maquillar, a pintarse… las hicimos en joda, tiré un rollito de treinta y seis fotos, y nos cagamos mucho de risa”. Pegada a las del payaso que llora, hay una foto de Pastoral (Alejandro de Michelle + Miguel Angel Erausquín) que se usó para la tapa de un compilado del dúo. “La hicimos en una cabañita de troncos que había en los lagos de Palermo, bah, en realidad era el pañol donde los cuidadores guardaban las herramientas. Yo era amigo de Alejandro”.
–Hay una foto de Alejandro que quedó clavada en el imaginario rockero argentino… es esa que grafica la tapa de Pelo luego del accidente que le quitó la vida. El está vestido de blanco y el título es “La muerte del Angel”, como el tema de Piazzolla. ¿También la hizo usted?
–Si, la hicimos entre los árboles, también en Palermo. Es una foto color, sí, y el problema en esa época con las fotos color era que entregabas las diapositivas y no existía un negativo, entonces perdías el material. Nunca te volvía.
Andón da medio giro hacia la izquierda y, mientras en otras salas transcurren talleres de música, danza y plástica, él repara en una semi instantánea que muestra la cara de Raúl Porchetto dentro de una burbuja. “Para esta foto usamos uno de esos caireles de vidrio que tenían las arañas de nuestras abuelas”, explica él, con una memoria envidiable. “Raúl quería sintetizar la idea de la gota de agua como elemento del universo, porque había leído una nota que decía que habían encontrado agua en una galaxia… entonces quería estar dentro de una gota de agua. Eso era un problema, porque en esa época no existía el photoshop, era todo artesanal. Entonces recurrimos al cairel colgando, y se hizo una sobreimpresa, en dos movimientos”, explica Andón. La serie sigue con una instantánea de Nito Mestre, época Desconocidos de Siempre; otra de Charly –la que se usó para difundir la muestra– en la que el arquitecto sonoro de Piano Bar parece un ser intermedio entre Jaime Roos y algún bandido rural de Arkansas, y sin manos. “Se le ocurrió que tenía que salir sin manos”, se ríe Andón. De esa época es también Romances de gesta, segundo disco solista de Ricardo Soulé, cuya foto de tapa fue ideada por el mismo Andón. “La hicimos en el techo de la catedral de La Plata, con un halcón peregrino”, recuerda.
–Los que cría él, si...
–Sí. Nos fuimos a La Plata con Edelmiro Molinari, que fue el productor de ese disco, Ricardo, un asistente y yo en un Fiat 128, y en el medio ¡iba el halcón peregrino comiendo una pata de pollo cruda! (carcajadas). Yo iba manejando y tenía el halcón en la nuca… “en cualquier momento éste bicho me muerde la oreja, me decía´ (risas). Era un personaje el halcón. Ricardo lo llevaba con el guante y su caperuza puesta. Recuerdo que cuando llegamos al techo de la catedral, Ricardo le sacó la caperuza, el halcón desplegó las alas, y todas las palomas de La Plata salieron volando.
Soulé vuelve a aparecer en otro retrato junto a Vox Dei, y al lado del trío se impone una miniserie accidentada de María Rosa Yorio. La primera deschava a la ex mujer de Charly como tomando una bebida blanca –y fumando–en un antro neoyorquino de la década del cuarenta. La segunda, en claro contraste, atrás de un colorido manojo de flores. “Ella quería salir como Rita Hayworth, y lo tomé como punto de partida de un proceso creativo. Armamos un barcito en el estudio, nos pusimos a jugar y salió esta foto, que iba a ser tapa foto del disco Con los ojos cerrados”. No pudo ser, según cuenta el reportero, porque un capo de la discográfica que iba a publicar el disco vio la foto y se puso como loco: ‘¿Cómo vamos a poner a una mujer fumando y tomando alcohol?’, dijo. “Me llamaron por teléfono –sigue Andón–y hubo que cambiar todo… la que salió fue la segunda, por supuesto, pero la dimos como los ojos cerrados”. De los miles y miles de fotografías que Andón atesora en sus trescientos archivos, la de la tapa de La grasa de las capitales de Seru Giran debe ser la más conocida y sintomática. Rewind: de derecha a izquierda aparecen Pedro Aznar vestido de ejecutivo, David Lebón como deportista, Charly de despachante de nafta y Oscar Moro lookeado como un carnicero, con un cuchillo en la mano derecha, y un serrucho en la izquierda.
–La historia detrás de esa foto hay que contarla o recordarla sí o sí.
–(Risas.) Esa foto no tiene nada de producción. Cada uno traía en un bolsito algunas cosas, porque Charly había tenido la idea. Y la idea era contestarle a una crítica de El Expreso Imaginario, cuyo cronista había escrito algo así como “fuimos a ver a Seru Giran y no eran ellos”. Entonces Charly respondió ‘acá encontramos a los dobles de Seru’. El bidón amarillo que tiene Charly es uno de los que yo tenía para no mezclar los químicos que se usaban para el revelado; el fijador venía en bidón amarillo, y el removedor en rojo. También usábamos embudos con los colores correspondientes para que no se contaminaran las sustancias.
–¿Y el maletín de Aznar?
–Se lo pedimos al contador, que justo había venido ese día a hacer los números al estudio.
La saga sigue su curso con una foto de Porchetto montado en el lomo de Gieco; otra del rosquinense con Mestre, cuyo fin era promocionar un show que ambos iban a hacer en el Luna Park, en 1981. Y al lado, un punto de inflexión real, realísimo, que también destella en la foto. La tapa de Wadu-Wadu (Virus, 1982). “En esa época no existía la producción, la vestuarista, la maquilladora… había que hacer la foto, y chau. Acá lo que pasó fue que se hicieron las fotos en color, y daba una combinación de colores que Federico Moura desacreditó. ‘Esto no pega ni con cola’, dijo, y por eso las pasamos a blanco y negro, con alto contraste. Había que tener una unidad, un criterio, para que eso no fuera un cocoliche. En esa época que todo el mundo salía en color, ellos salieron en blanco y negro, y quedaron más modernos. La foto denota el mismo quiebre que ellos hicieron musicalmente”, sostiene el fotógrafo, cuyo ojo atento captó en vivo a Gustavo Santaolalla, a Pomo Lorenzo, y a Gustavo Montesano, casi tapado por una lluvia de telgopor molido, durante la presentación de Los delirios del mariscal, de Crucis. También a Rodolfo García y a Emilio del Guercio –cada uno por su lado– en pleno éxtasis musical. “La de Emilio fue durante el último concierto de Aquelarre, en 1977. Lo que yo veo en fotos así, es el ángulo de toma. En esa época, las cámaras no tenían la sensibilidad que tienen los censores de las actuales. Hoy vos ponés ISO 12000 y sacás desde cualquier lugar ¿no?... en ese momento había de 100 y de 400, y tenías que trabajar a una velocidad muy lenta, para que la luz sirviera”.
–Y que el músico ayudara, que le tirara la foto, como se dice en la jerga...
–Había que esperarlo, sí. Para mí era como una cacería (risas). Yo me ubicaba, y pensaba para mí “Emilio, date vuelta” y cuando pasaba… flash. Para mí era una pasión esa, un juego de ver qué pasaba entre el músico y el público… esa complicidad, que se nota en los gestos de Emilio, y en la de Rodolfo, que pertenece al show retorno de Almendra, en 1979. La foto de Rodolfo es inédita… y hay dos copias, una es esta y la otra la tiene él. La de Crucis también, fue una secuencia intensa… Montesano y en especial Pino Marrone tenían una escena impresionante, saltaban, se arrodillaban, gritaban y para nosotros, que buscábamos la imagen del rock and roll, eso era fantástico.