Ricardo Gálvez es tan fanático de su padre que lo llama, simplemente, Juan. A sus 62 años se dio el gusto de escribir y publicar la biografía de Juan Gálvez (14/2/16), el piloto más ganador en la historia del TC. “Ahora estoy tranquilo porque Juan tiene su propio libro”, le dice a Líbero respecto de Juan Gálvez. El campeón eterno (Galerna). En más de 500 páginas recorre la historia de aquel hombre que competía en tiempos en que las rutas eran caminos peligrosos. El asfalto se transformaba a poco de la largada en tierra o barro. Los pilotos y sus copilotos debían reparar ellos mismos sus autos en medio de la carrera. Los accidentes fatales eran habituales. De hecho, el 3 de marzo de 1963 Juan murió tras ser despedido de su auto en una competencia en Olavarría. De eso, y de cuestiones del destino que se descubren cuando los hechos están consumados, hablará su hijo en esta nota. Pero además recordará la competencia entre Juan y su hermano, Oscar. Ambos fueron un símbolo de la categoría que dominaron durante 15 años. “Los demás pilotos competían para ganarles a los Gálvez, que del ‘47 al ‘61 perdieron un solo campeonato, el del ‘59. Ganaron 100 carreras. Algo que no sucedió y que no volverá a suceder con dos hermanos que se llevaban todo. Cuando dejaron de estar los Gálvez, el automovilismo de Argentina se tuvo que rehacer”, aclara Ricardo, quien intentó ser corredor de autos y hoy se dedica a reparar y fabricar embarcaciones navales deportivas en la zona de San Fernando.
Sin embargo, la relación entre los hermanos fue tensa. “Nunca le encontraron la vuelta. El contrincante para Juan era Oscar y para Oscar, Juan. No podían tener una relación normal de hermanos. ¿Cómo lo solucionaron? No lo solucionaron. Lo que hicieron fue tener una buena relación, pero sin continuidad. No había forma de algo mejor, no se podía”, cuenta.
Juan armó la historia de su padre con recuerdos personales, de familiares y de amigos. Pero también leyó recortes periodísticos que le permitieron detallar las 145 carreras oficiales, de las cuales ganó 56. Fue nueve veces campeón de Turismo Carretera. Oscar, fallecido el 16 de diciembre del ‘89, obtuvo cinco títulos de la categoría. Hoy, el autódromo de la Ciudad de Buenos Aires, inaugurado por el gobierno de Juan Domingo Perón en 1952, se llama “Oscar y Juan Gálvez”.
Juan Gálvez incursionó en otros terrenos que le habilitaron la popularidad. Apareció en películas como Bólidos de acero y Pie de plomo. Y también en la política. Compitió por el interior juntando firmas en favor de la reelección de Perón. Pero después de la Revolución Libertadora “tuvo una interdicción de sus bienes, que lo obligó a demostrar que hasta el último centavo del que disponía lo había ganado corriendo. Aún su auto particular fue secuestrado y su casa, allanada”. También le inmovilizaron las cuentas bancarias. “Extremadamente prolijo y ordenado, demostró que hasta el último centavo provenía de orígenes lícitos y fue finalmente sobreseído de las acusaciones”.
Pero lo más sorprende, le dice Ricardo Gálvez a este diario, fue una suma de hechos que vistos a la distancia hacen pensar en si no estaría escrito el destino de su padre. Se refiere a horas previas al accidente fatal. “Recuerdo ese fin de semana. Papá iba a llevar a mi hermano Juan a la carrera de Olavarría pero no lo llevó porque estaba dormido. Mi hermano lloró cuando se despertó. Nos fuimos a pasar el fin de semana a casa de mis primas. Recuerdo lo que sucedió cuando mi mamá se enteró, cómo nos comunicó los detalles. Yo estaba por cumplir ocho años. No volvimos más a mi casa de la calle Avellaneda, en Flores. Nos mudamos, la vendimos y no volvimos. Pero Juan algo intuyó para no querer llevar a mi hermano a esa carrera”.
En ese mismo sentido hubo otro hecho llamativo. Tiene que ver con una medalla que su madre, María Elina Olaechea, le regaló cuando era joven. Estaba fechada en el 2 de marzo de 1916. Juan Gálvez murió un 3 de marzo, aunque del ‘63. “Pensé que esa medalla que no se sacaba nunca no había vuelto de Olavarría. Pero hace poco mi madre me dijo que la tenía. Me la mostró y me impresionó que la fecha grabada por mi abuela es 2/3/16. Fue la única vez que Juan se la sacó y no la usó. Se la olvidó en casa”.
Y hay otros dos hechos no menores. Uno tiene que ver con la devolución, décadas después del accidente, de uno de los zapatos que usaba Gálvez cuando ocurrió el accidente; el otro lo protagoniza la mujer que lo socorrió al momento de su muerte.
“Un vecino de Olavarría, José Freiberger, me contactó para entregarme el zapato de mi papá. Estaba cerca de donde se produjo el accidente. Cuando se acercó encontró un zapato y se lo quedó. Así que lo guardó como un trofeo. Un día me llamó y me dijo que me daba el zapato, que quería que lo tuviese yo. Así que fuimos con mi hijo mayor. Fue un fin de semana como muchos de los especiales que viví en relación a mi padre. Este hombre estaba muy emocionado. Es el zapato de Juan porque tiene la dirección del negocio de Flores donde los compraba. Impresiona vivir algo así. Aquel fin de semana ese hombre me dijo ‘Ricardo, ahora me puedo morir tranquilo, porque este era un tema pendiente para mí: siempre dudé si estuve bien o mal en traerme el zapato’. Así, cerró la historia”.
También aparece Marta Morales, la hija de un puestero ubicado a metros de la pista. Tenía 15 años cuando sucedió el accidente fatal. Fue la primera en llegar. Se contactó con Ricardo para contarle detalles de aquellos minutos. “Me contó todo. Vino con la idea de cerrar un círculo. Papá falleció en los brazos de esa mujer. Compartir una mañana con ella fue impresionante”.
Y hay otra historia por demás triste: tres meses después del accidente la madre de Juan Gálvez falleció a causa de una depresión originada por la muerte de su hijo. “Era muy pegada a mi papá”, dice Ricardo.
“En líneas generales no me enseñó el libro quién era mi padre sino la gente, que me decía que no podía ser que no existiera nada sobre él. Lo que me permitió indagar su historia fue cerrar un capítulo”, finaliza Ricardo Gálvez.