El número de escuelas gestionadas por la Policía Militar (PM) creció considerablemente en los últimos cinco años en Brasil y ya existen 122 establecimientos de ese tipo en todo el país, según un reportaje publicado ayer por la revista local Epoca.
Las escuelas son tanto primarias como secundarias y se reparten en 14 estados del país. En 2013, sólo existían 39 centros de enseñanza gestionados por la PM y se estima que en 2019 se inaugurarán 70 más.
En la mayoría de los casos, de acuerdo con lo indicado por la revista, las escuelas fueron transferidas a la PM por las administraciones estaduales y municipales de los lugares en los que se encuentran. Según la legislación educativa brasileña, los alcaldes y gobernadores de las ciudades tienen autonomía para ello.
Las escuelas de la PM se caracterizan por un estricto código disciplinario para los estudiantes, que además deben adaptarse a diferentes tipos de rutina militar. El reportaje se enfoca en la escuela Waldemar Mundim, en el estado de Goiania, centro del país. Allí, niños de nueve años deben asistir con uniforme militar (incluida una boina) y pasar por una revisión de dos agentes antes de ingresar al establecimiento. A las jóvenes con uñas pintadas, por caso, no se les suelen permitir la entrada.
Una vez adentro de la escuela, los estudiantes se forman en fila, lanzan gritos de guerra y cantan el himno nacional. Los oficiales de la PM de Goiania se refieren al colegio como “cuartel”.
“Los alumnos nos ayudan a fiscalizar. Miran el pelo, la barba, los zapatos. Uno de ellos se encarga de los que llegan tarde, que son llamados luego. Es como en un cuartel”, manifestó a la revista el teniente coronel Luzimário Guimaraes, comandante director de la escuela. La sala en que Guimaraes recibe a los padres de los estudiantes está adornada con 30 calaveras de plástico y metal. Además, el establecimiento posee un sistema de cámaras que monitorea la actividad de los alumnos en cada aula.
Sólo en el estado de Goiás existen 46 escuelas militarizadas, con 53.000 alumnos. Inicialmente, la militarización de los colegios fue anunciada por el Gobierno regional como una medida para atajar los altos índices de violencia en áreas periféricas.
Luego, los índices educativos mejoraron en las escuelas de la PM y la propia administración las utilizó como bandera política. En una nota, el Gobierno de Goiás afirmó que los colegios militarizados son “parte del éxito de la educación pública, gratuita y de calidad en el estado”.
“Con nuestra llegada, hay un quiebre cultural”, destacó Guimaraes a Epoca. “Los alumnos venían de una cultura de libertinaje: había chicas que, en la hora del recreo, abrazaban a los colegas y los enganchaban con sus piernas”.
Según el código disciplinario de conducta en las escuelas de la PM, son consideradas transgresiones pintarse las uñas, dejarse el cabello suelto, masticar chicle y doblarse las ropas durante las aulas de educación física, así como mantener contacto físico que denote comportamiento romántico.
En el Waldemar Mundim, los padres de los estudiantes deben pagar 50 reales (aproximadamente 15 dólares) por mes y comprar el uniforme militar a sus hijos, a pesar de que la Constitución de Brasil establece la gratuidad de la educación pública. En otras escuelas militarizadas, la práctica se repite.
Ludmylla Morais, secretaria del sindicato docente de Goiás, manifestó: “Cuando la PM llega a las escuelas, los profesores son silenciados”. Además, denunció que en las escuelas administradas por la PM no dejan entrar a miembros del sindicato. La Confederación Nacional de Trabajadores de la Educación (CNTE) consideró que la militarización escolar es un grave riesgo para la “consolidación de una educación pública, laica y de valores republicanos”.