Con un gesto delicado, Hadil vuelve a poner la débil pierna de su hijo sobre sus rodillas. Como más de un tercio de los niños de Gaza, Essam padece anemia pero podría dejar de recibir cuidados pronto por el bloqueo de la ayuda estadounidense que financia el programa de nutrición. “Pesa 7,2 kg pero a los 13 meses, debería pesar al menos 10 kg”, lamenta esta madre de 21 años.
En la organización palestina Ard al Insan, en el centro de Gaza, unas quince madres esperaban, como ella, para ver a un pediatra, recibir comida balanceada o buscar complementos alimenticios para los niños.
Desde enero, la ayuda estadounidense que financia el programa de nutrición para los niños está suspendida. Algunos servicios se han podido mantener gracias a una subvención, pero si la situación no evoluciona el programa deberá detenerse a finales de agosto. “Nos ayudan, nos dan medicamentos. Si cierran, ¿adónde iremos?”, se preguntó Hadil al Rafati, sin empleo, cuyo marido multiplica pequeños trabajos día a día.
Desde hace más de 10 años, la Franja de Gaza controlada por el movimiento islamista Hamas, está asfixiada por un estricto bloqueo israelí. Según la agencia de la ONU para los refugiados (Acnur), 80 por ciento de los casi dos millones de habitantes del enclave tienen alguna ayuda. Y desde inicios de año, la Franja de Gaza sufre además las consecuencias de una política decidida en otro lugar.
Desde que Estados Unidos reconoció a Jerusalén como la capital de Israel a principios de diciembre, los responsables de la Autoridad Palestina rompieron de hecho toda relación con sus socios estadounidenses. En respuesta, Donald Trump anunció a finales de enero que iba a condicionar el desembolso a los palestinos de “cientos de millones de dólares” de ayuda si sus líderes no vuelven a la mesa de negociaciones con Israel.
Desde entonces, están bloqueados los 215 millones de dólares que la administración estadounidense tenía que invertir en Gaza y Cisjordania ocupada en 2018 en ayuda humanitaria y en desarrollo. “Conforme a las directrices del presidente Trump, la ayuda a los palestinos está siendo reexaminada”, indicó la responsable del departamento de Estado, sin más detalles. Otros desembolsos también han sido suspendidos, entre ellos la ayuda destinada a la ACNUR.
En Gaza, las organizaciones están preocupadas. Si la ayuda estadounidense no se desbloquea a finales de agosto, los programas tendrán que cerrar.
Mientras tanto, han desacelerado su ritmo de trabajo y de ayudas, como es el caso de la Fundación Palestina Futuro para la Infancia.
Maher, de 9 meses y medio, padece parálisis cerebral y recibe 4 sesiones de kinesiología por semana. “En tres meses, el cambio ha sido enorme”, lamenta su madre, Nada Abu Asi, de 27 años, que mira a su hijo tambalearse sobre sus pequeñas piernas, con su cuerpo que se mantiene recto gracias a una tablilla de cuero.
Desde principios de año, el centro no ha podido renovar el contrato de unos treinta empleados. Por lo tanto Maher sólo acude dos veces por semana a falta de kinesiólogos disponibles. “Son los últimos beneficiarios”, precisó el director de la Fundación, Ahmad Alkashif, “y hay cientos de niños en lista de espera”, precisó.