Una vez más habrá que esperar al segundo semestre. Esta vez son los socialistas los que especulan con que la segunda mitad del año les depare una situación electoral más cómoda. La unificación de los comicios municipales con los nacionales no sólo les ahorrará dinero a las arcas provinciales y críticas de la ciudadanía, sino que permitirá definir un perfil electoral que hasta ahora aparece borroso, indefinido. El cierre de listas que obrará la ultima semana de junio otorga un margen suficiente para algunas definiciones previas a la confección de la nómina de candidatos. A la vez facilitará decidir cuál será el discurso, y sobre todo, cuál será la actitud de una buena parte del Frente Progresista integrada por sectores variados de la Unión Cívica Radical y otras fuerzas menores. Hubiera sido más complejo arribar a entendimientos y lanzar una campaña si se hubiese tenido que cerrar listas para las primarias en febrero. Eso evitó ‑entre otras cosas‑ la unificación de la fecha de los comicios para la primavera, que permitirá evaluar ya más de un tercio del mandato del Poder Ejecutivo, tanto nacional como provincial.
Ese contexto será el propicio para ponerle nombre y apellido a los candidatos ya que previamente se habrá afinado el perfil, el discurso y en definitiva la estrategia que no se agota en este año sino que se proyecta hacia 2019.
La respuesta la semana pasa del gobernador Miguel Lisfchitz en un reportaje publicado por el diario La Capital entorno a la posible postulación de Antonio Bonfatti que pudo parecer una acto de generosidad, fue tan sólo una salida elegante: "Eso lo tendrá que decidir Antonio", dijo el gobernador cuando fue consultado sobre si su predecesor debía encabezar la nómina de diputados nacionales. En rigor, Lifschitz ganó tiempo, porque sabe perfectamente que la campaña lo tendrá subido al ring aunque intente evitarlo. Otro tanto sucederá con Mónica Fein, que no aparece tan renuente a marcar posiciones que pudieran no ser bien vistas por el gobierno nacional.
Después del "pensamiento único con Lifschitz" que dijo tener el presidente Macri y que el aludido no refutó, las especulaciones entorno al rol de la principal figura de la política en Santa Fe entró en un cono de sombras. Que no puede ni debe ser indefinido y que más temprano que tarde obligará a definiciones inequívocas.
"Lo que hay que definir más allá del discurso que ratifique lo que hemos propuesto en los últimos comicios para la provincia, es si van a jugar los `generales' o los `coroneles'", le dijo antes de fin de año un destacado integrante del gobierno provincial a un colega. Esa "simplificación" precede el tono que se adoptará en la campaña, y en ese sentido y más allá de las realidades territoriales, la nacionalización del comicio va a marcar el paso.
No será lo mismo si el que juega es Bonfatti ‑quien además preside el partido a nivel nacional‑ que si lo hace otro dirigente, por más prestigioso que sea o coherente en sus acciones como el radical Luis Contigiani, Ministro de la Producción.
El escenario electoral obligará más temprano que tarde al gobernador de Santa Fe a dar definiciones inequívocas.
Los radicales tendrán que hacerle caso a Don Leandro y "quebrarse" antes que seguir enroscándose en cualquier tutor político que le garantice cargos sin ganar elecciones.
Bonfatti ‑y al parecer la mayor parte del PS‑ tiene una visión frentista, abierta y que no descartaría acuerdos con sectores que hoy no concuerdan con el partido. La visión amplia del comicio, con sus implicancias nacionales lo lleva a imaginar un escenario con una polarización entre Cambiemos/Pro y el Frente Progresista en el caso de Santa Fe, pero en otras provincias entre el oficialismo y el PJ o cualquier fuerza que claramente convoque con un programa y un discurso diferente, claramente opositor. Eso funcionalmente complica al gobierno santafesino o al menos eso creen alrededor de Lifschitz. Pero es impensable que Bonfatti sea candidato ‑y arriesgue sus chances para el 2019 y su jefatura nacional‑ sin que todo el arco político que lo llevó en su momento a la Casa Gris no lo respalde, especialmente Miguel Lifschitz. Cuesta trabajo pensar que en los actos de campaña, no esté el gobernador en el escenario o participe activamente.
Hermes Binner y Alicia Ciciliani terminan su mandato. El ex‑gobernador ya le ha dado todo lo que tenía a su partido.
También habrá que ver cuántos y cuáles radicales se quedarán en el FP. Sin ir más lejos, el último ‑y único‑ diputado nacional electo por el Frente Progresista (el casi desconocido radical Hugo Marcucci, que había perdido la primaria para ser senador provincial) se pasó a Cambiemos más rápido que un bombero. Allí lo esperaba Mario Barletta, que también fue electo por el Frente y la demoprogresista Ana Copes ‑que asumió en lugar de Pablo Javkin quien renunció a su banca para trabajar en Rosario‑ y agregarse a la bancada oficialista. Luciano Laspina ‑precandidato a gobernador de Lilita Carrió‑ que entró en lugar de Miguel Del Sel cuando se fue a Panamá, será probablemente quien encabece la lista de Cambiemos, que por esas cosas de la política, pone en juego 5 bancas, que ni en sus arrebatos oníricos había imaginado. A Laspina se agregan Gisela Scaglia y Ricardo Spinozzi ‑que fue presidente del PJ santafesino‑ que terminan su mandato. Más Barletta y Copes, son en efecto cinco representantes de Cambiemos que dejarán la Cámara baja. Ni un triunfo holgado en los comicios le garantizaría no perder representantes por Santa Fe.
Hermes Binner y Alicia Ciciliani terminan su mandato. El ex‑gobernador ya le ha dado todo lo que tenía a su partido y nadie ‑el tampoco‑ piensa en otro mandato. En el caso de Ciciliani, haber completado dos períodos parece también es suficiente como para dar paso a otras mujeres del partido de acceder al parlamento nacional. En el peronismo terminan Eduardo Seminara ‑quien ingresó en reemplazo del fallecido ex‑gobernador Jorge Obeid‑ y Josefina González.
Si bien habrá primarias obligatorias y variedad de candidaturas, es poco probable que ‑a excepción de Laspina, que habrá que ver si José Corral no disputa una banca‑ hay repetición de nombres. El panorama se abre a nuevos candidatos, algunos de ellos de larga trayectoria pero debutantes en las ligas nacionales. Y aún cuando nadie duda acerca de la importancia de los nombres propios a la hora de la elección, el clima político y social que rodeará al comicio prefigura discusiones de modelos, de políticas de Estado, en definitiva de ideas. Un territorio en el que los políticos deberían sentirse más a gusto, dejar de la lado tanto marketing y ligereza, y volver a la llamar a las cosas por su nombre.