Destino
La concepción del destino diferencia a la cultura de Occidente de la oriental. El Oriente concibe al destino como algo ya escrito. Occidente siempre se jactó de la idea de la libertad. No es sencillo narrar esta diferencia. Para el hombre de Occidente la libertad individual debe poder más que el destino.
En Lawrence de Arabia, ese esplendido film de David Lean, hay una escena clarificadora. Cuando los árabes terminan de cruzar el desierto notan la falta de uno de sus hombres. El jeque recibe la noticia. “No vale la pena volver”, dice. “Si se quedó allí, estaba escrito”. Lawrence que está junto a él sale en busca de aquel hombre, cuando regresa trayéndolo le dice: “Nada está escrito”.
Lo que se le escamotea es la libertad individual. En la versión fatalista se presenta a un dios que lo ha escrito todo. Así los hombres no tienen el arduo trabajo de elegir. Pero al no elegir no realizan su libertad. Nunca serán libres, siempre habrá alguien más poderoso que les dictará lo que tienen que hacer.
Esto libera de la culpa pero hace menos atractiva la vida del ser libre que busca asumirse en los actos del hombre de Occidente. Cuanto más sujeta el destino, más cómodos viven los hombres. Sus acciones serán aceptadas por un dios bondadoso.
Dios bondadoso
En el Antiguo Testamento Dios dice a Moisés palabras terribles. De odio y de venganza. En el Nuevo Testamento el sermón de Jesús en el Monte de los Olivos se expresa con palabras de amor y esperanza. Pero también están los versículos peligrosos, acaso demoníacos, que unen la espada y el fuego. Que hablan de castigo, que hablan de venganza, están llenos de odio. Son una apelación a la lucha. Las tendencias de los sacerdotes que han predicado la rebelión siempre las incluyen.
Desierto
Siempre es llamativo que se haya llamado “Conquista del Desierto” a la muerte de los indios de ese territorio a manos de Roca y sus soldados. Si el desierto es la nada, qué es lo que se conquista. ¿Tiene en sí la nada algo para conquistarle? Siempre en las narraciones sobre el desierto alguien muere en las arenas movedizas. Nadie es nada si el desierto se obstina en matarlo. El desierto si es nada no se obstina. Sucede que era necesario darle un talante ético a la recorrida mortal de Roca. ¿Qué conquistó este general? ¿La nada? O tierras muy valiosas para los ganaderos de Buenos Aires y para llevar a cabo la Pampa gringa, que es la diseminación de ingleses por la Patagonia.
En manos de los ingleses el desierto se transforma en la civilización capitalista. Aquellos que lo habitaban son la barbarie. Que siempre debe ser conquistada en nombre del progreso. Toda guerra llevada a cabo por el colonialismo busca demostrar que el otro no pertenece a la cultura. Desde los lejanos tiempos de Colón en que el otro carecía de alma y merecía morir, se ha matado siempre en nombre de valores. Hoy, por ejemplo, Occidente dice estar luchando por la paz y la democracia en las tierras de Oriente. La democracia huele a petróleo.
Lenguaje y colonización
El colonizador es dueño del lenguaje. Los colonizados lo incorporan. El colonizador dicta la ley. El colonizado sabe que tiene que obedecer. El colonizador considera su acción como una campaña civilizatoria. El colonizado sabe que tiene que luchar para ser libre. Libre del colonizador. Esta es la lucha por la nacionalidad. Caer en la barbarie sería disminuirse. El más bárbaro resulta ser el colonizador. El colonizado no es más libre cuando mata, pero sería valioso imaginar un mundo en que no sea necesario matar. Volvemos aquí a la pregunta esencial de la filosofía, hay o no hay que matar. La respuesta a esta pregunta decide todos los actos de todos los hombres. Se la formulen o no. Un país soberano es un país con historia, una historia hecha por la liberación de su pueblo. Se libera a sí mismo y forma una nación.
La anemia
Cualquiera se siente débil cuando está anémico, la etimología de anemia nos lleva a la carencia de sangre. La carencia de sangre a la debilidad. La debilidad implica el no deseo de poder. Un pueblo anémico no lucha, se entrega. Un pueblo anémico no elabora un rostro propio. Su soberanía. Un pueblo anémico le teme a su propia imagen, a su propia fuerza. No la puede usar porque no permite apropiársela. Un pueblo anémico es cobarde. Huye de la lucha y busca la paz del sometimiento. Un pueblo anémico lo espera todo de afuera. Teme construir sus propios horizontes y se empeña en demostrar que son imposibles. Algo que lo librará del esfuerzo de luchar por ellos. Espera que el deseo de conquistar su libertad, le llegue como una gracia epifánica.
¿Estamos esperando a los Reyes Magos?