Tres películas en una. Una sola película dividida en tres partes. Casi una docena de relatos que registran realidades y recrean sucesos ficcionales a partir de múltiples formas, tamaños y pesos. Descripciones –entre otras posibles– de la trilogía del realizador portugués Miguel Gomes, hecha la salvedad de que, más allá de su título, no se trata de “una adaptación del libro Las mil y una noches, a pesar de tomar su estructura”, como reza una placa al comienzo de cada uno de los tres volúmenes. El director de las notables Aquel querido mes de agosto y Tabú ya había demostrado con creces su interés por los relatos alambicados, entrelazados, interrelacionados o dispuestos a la manera de mamushkas, pero su último proyecto –cuyo estreno comercial se produce aquí con bastante retraso– es su apuesta más radical y ambiciosa a la fecha. Inevitablemente despareja, si se la sopesa como objeto cinematográfico compuesto por varios elementos. E indiscutiblemente estimulante si el espectador se deja llevar por su tapiz de cuentos realistas, misteriosos, fantásticos, provocadores, humorísticos, tristes, livianos, políticos, musicales y otros tantos adjetivos posibles.

La primera parte del tríptico enciende los motores de una auténtica máquina de narrar con tres líneas que corren en paralelo. Por un lado, la situación terminal de los trabajadores de un astillero de Lisboa hasta hace poco tiempo famoso por su frenética actividad (el film está influido por las medidas económicas de ajuste que el gobierno portugués tomó a partir de mediados del año 2013); por el otro, el rebusque de un MacGyver lusitano que ha encontrado la manera de eliminar los nidos de avispas que amenazan con destruir las dulces tareas de las laboriosas abejas; finalmente, la angustia del realizador del film, interpretado por el mismo Gomes, quien ante la ingente empresa que tiene por delante decide huir del lugar del rodaje y es enjuiciado por sus colaboradores. “No se puede hacer un film militante que rápidamente olvida su militancia y comienza a escapar de la realidad. Eso es traición. Retirada. Dandismo”, afirma su voz en off durante esos primeros minutos. Sin embargo, como demostración temprana de la ironía que recubrirá una parte de la creación, As mil e uma noites es precisamente eso: una película militante que escapa de la realidad y atraviesa los límites que la separan de la ficción. Pero no admitiéndola como una instancia de huida y traición sino, por el contrario, como una manera de reforzar los vínculos entre los sucesos verídicos e imaginarios, entre los hechos de la realidad y su transformación en relato (y viceversa).

Y es así que Scheherezade comienza a relatar historias, diseñadas para evitar una muerte segura, como la de aquellos emisarios de tierras europeas más ricas que deciden alterar por completo las medidas de achicamiento del estado portugués ante la aparición de un spray mágico que mantiene sus miembros viriles en eterna erección, uno de los segmentos más disparatados –y alegóricamente más obvios– del film. Un gallo que canta antes del amanecer, molestando a los vecinos, y un trío de púberes cuya historia de amor y celos amenaza con incendiar todos los bosques de la región profundizan en la descripción de modos de vida que sobreviven a pesar del peligro de extinción. Algo similar ocurre en el último tramo del capítulo final, dedicado a documentar las prácticas de un grupo de entrenadores de canto de pájaros pinzones. Por momentos, el espectador puede imaginarse ante un documental de Werner Herzog, pero finalmente el episodio se impone como otro mecanismo para reflejar la resistencia de una cultura, de un modo particular de entender la vida.

En la descripción del mundo que recorre las seis horas y media de proyección la tristeza parece estar siempre relacionada con imposiciones externas: sociales, laborales, económicas. A ese modo definidamente melancólico –por otro lado, muy portugués– el realizador le opone la posibilidad de la alegría, aunque más no sea fugaz: ya sea en un paseo en una enorme noria, en un amante fugaz, en un baño oceánico a pesar de las bajas temperaturas o en la selección de canciones populares que acompañan momentos particulares de los cuentos (con la aparición estelar en distintas versiones del clásico bolero “Perfidia”).

Con actores reconocidos como Adriano Luz (el sacerdote de Misterios de Lisboa) y actores no profesionales que encarnan otras vidas y, en otras ocasiones, se interpretan a sí mismos, la(s) película(s) de Gomes cruzan ida y vuelta, una y otra vez, las fronteras entre los reinos de la realidad y la ficción, aquí más indivisibles que nunca. Rodada en magnífico 35mm y 16mm, con algunos pelos atrapados momentáneamente en el lente y sus débiles rayas analógicas como otra forma de resistencia a la corriente central, As mil e uma noites –con sus muchas y enormes virtudes e incluso sus pequeños pecados– es una nueva demostración de que el centenario arte de narrar historias en el medio cinematográfico está muy lejos de agotarse. Y de que aún es posible sorprenderse cuando el talento camina bien agarrado de la mano de la imaginación más desbordada.

 

8 - AS MIL E UMA NOITES: VOLUME 1, O INQUIETO; VOLUME 2, O DESOLADO; VOLUME 3, O ENCANTADO

(Portugal/Francia/Alemania/Suiza, 2015.)

Dirección: Miguel Gomes.
Guión: Miguel Gomes, Mariana Ricardo y Telmo Churro.
Fotografía: Sayombhu Mukdeeprom y Mário Castanheira.
Montaje: Miguel Gomes, Telmo Churro y Pedro Marques.
Duración: Vol. 1: 125’; Vol 2., 131’; Vol. 3: 125’.
Intérpretes: Crista Alfaiate, Adriano Luz, Chico Chapas, Maria Rueff, Gonçalo Waddington, Luísa Cruz.
Estreno exclusivo en Malba Cine, los domingos de enero a las 17 (Vol. 1), 19.30 (Vol. 2) y 22 (Vol. 3).