La vida/ caza/ imágenes./ Alguna vez/ se pierden/ mas otra/ resucitan empolvadas/ golpean/ la aldaba/ del recuerdo. Estos versos de Horacio Correas (1909-1979) nos hablan de un recurso: el del redactor que capta un momento y lo hace notable, con sensibilidad y prestancia propias del oficio. Tarea ciclópea, diría Marcel Schwob en Vidas imaginarias: “El arte es todo lo opuesto a las ideas generales, sólo describe lo individual y no desea más que lo único. No clasifica; desclasifica”. Periodismo y literatura son las lindes donde residió el poeta y periodista rosarino, creador de una lírica oculta por el olvido.   

Gary Vila Ortiz, en estas mismas páginas, rotuló a Correas un periodista de ley. Sus contemporáneos Rosa Wernicke, Fausto Hernández, Facundo Marull, lo equipararon a un poeta vanguardista. Aunque, apuntó D’Anna, su obra -en gran parte inédita- a la distancia integra el eclecticismo de la “Generación del 40” y cierta filiación con Lorca. A propósito del andaluz, fue el periodista/poeta ladero en su visita a la ciudad, destacando de Federico que “su sonrisa se abría en la hueca boca del escenario como una flor de alegría”, referencia directa a la conferencia “Juego y teoría del duende”, dictada por el español en el antiguo teatro Colón (demolido en 1958) de nuestra ciudad y fuente de empatía literaria evidente.

Trashumante de redacciones en su juventud, conoció la estabilidad laboral en el periódico La Capital, donde compartió actividades con su hermano, “Charo” Correas, Luis Arturo Castellanos, Diógenes Hernández, Fernando Chao, Justino Caballero, entre otros periodistas destacados. Desempeñó en el medio la crítica teatral, de pintura, la editorial política y a su vejez ejerció la dirección del museo Castagnino. Poemas para la tierra de nadie, con portada de Julio Vanzo, de 1939, y Más poemas, texto introductorio de José Portogalo y editado por el sello rosarino “La Canoa” en 1943, son sus libros; además de cientos de artículos en el ejercicio del periodismo (la famosa hojarasca de la que hablaba García Márquez).

Claro que eran otros tiempos, otra Rosario. La coyuntura hoy demanda trabajo para el periodista; además de nuevas motivaciones legítimas. Discurrir sobre la actividad y la creación, sus pasajes, suena a demencia supina. En caso la indagación cabría al hombre de prensa, Horacio Correas, y sería una evaluación  imposible de corroborar en su totalidad, imprudente, miserable. Lo que queda es lo escrito, volvamos: Detrás/ de un gesto/ un ruido/ una palabra/. Imágenes/ de viento/ de nube/ o pensamiento/ hieren, acarician, taladran/ o arrodillan/ el alma/ estremecida/ con peso/ de secreto/. La vida/ caza imágenes/ como la muerte/ apila cadáveres/.