Lázaro Báez no afronta sólo causas por las obras públicas. El constructor está preso en otro expediente en el que se armó un asombroso engaño para detenerlo: el Ministerio de Seguridad aseguró que Báez se subió a su avión privado en Río Gallegos para, supuestamente, fugarse. La prueba era que el avión no tenía plan de vuelo. Sin embargo, Seguridad le avisó a todos los medios que lo esperaran en el aeropuerto de San Fernando, donde efectivamente llegó al atardecer. Pese al armado de esta historia y al hecho de que Báez había viajado para declarar en su juzgado, el juez Sebastián Casanello ordenó su detención. Luego Seguridad lo paseó por toda la Capital Federal delante de las cámaras.
El expediente en el que Báez está preso es por lavado de dinero. La base es la filmación de un conteo de cinco millones de dólares en la financiera SGI. Según Casanello en ese movimiento hubo muchos indicios de transacciones ocultas y clandestinas, mientras que Báez argumenta que el dinero provino del loteo de un country que le compró al colegio Northlands. En paralelo, Casanello consideró como prueba central en esta causa el ingreso de treinta millones de dólares de la empresa suiza Helvetic que el juez sospecha que es propiedad del propio Báez. Casanello afirma que hay indicios claros de que el dinero estuvo antes en cuentas en Suiza a nombre de Báez y de sus hijos, aunque todavía no llegó ningún informe oficial desde el país europeo. En esta misma línea, el juez investiga sociedades y cuentas en Panamá y en Las Vegas. En todo este terreno los delitos se parecen bastante a los del grupo Macri.
Para Casanello, los fondos negros provienen de ocultamientos que se hicieron a través de facturas truchas. Son operaciones que se investigan esencialmente en Bahía Blanca donde todavía no hay un procesamiento firme del constructor. El magistrado afirma que se dibujaban costos con esas facturas, eso permitía ocultar dinero y, supuestamente el dinero iba al exterior. Aunque parezca extraño, es en esta causa que el fiscal Guillermo Marijuán dedicó días y días a recorrer el sur, relevando propiedades que estaban a nombre de Báez o de sociedades oficialmente del constructor, además de cavar pozos –con excavadoras– para buscar fondos que no encontró. Tampoco aparecieron las bóvedas por ahora.