Desde El Bolsón
Una multitud movilizada contra un nuevo negocio inmobiliario del magnate inglés Joe Lewis –amigo del presidente Mauricio Macri– trastocó ayer el clima veraniego en El Bolsón y dejó en claro que no está dispuesta a que se siga rifando el patrimonio natural de la zona. La calle principal del municipio –San Martín– se convirtió al caer la tarde en una caravana de pequeños campesinos, artesanos, turistas y vecinos que respondieron a la convocatoria de la Asamblea Soberanía Popular, en la que se aglutinan un diverso grupo de organizaciones que se oponen al loteo de tierras de una reserva natural, al pie del cerro Perito Moreno, del que resultó beneficiada una Sociedad Anónima vinculada a Lewis. El loteo fue objetado en su origen por las irregularidades en que fueron adquiridas –con la venia del gobierno de Río Negro– y las organizaciones señalan que además de profundizar la extranjerización de la tierra en la zona, afectará las reservas de agua y los bosques nativos.
El conflicto se inició cuando trascendió que una empresa vinculada a Joe Lewis a través de su mano derecha, Nicolás Van Ditmar, planeaba construir un country, una cancha de golf y un centro de esquí en Pampa Ludden, sobre el cerro Perito Moreno. El emprendimiento, señalan los vecinos, afectará más de 800 hectáreas de bosques nativos, parte de la Reserva de Biosfera Andino Norpatagónica de la Unesco. Además, impactará negativamente en la economía de los pequeños productores de la zona, que dependen de la reserva de agua que se acumula en esa zona. La empresa interviniente es Laderas del Perito Moreno S.A., cuyo propietario es Maximiliano Mazza, cuñado de Van Ditmar. En una escandalosa sesión a fin del año pasado, que terminó con la policía de Río Negro prohibiendo la entrada del público y reprimiendo, el Concejo Deliberante local aprobó un acuerdo para la cesión de esas tierras entre el intendente, Bruno Pogliano, y la empresa a nombre de Mazza.
La pelea de fondo entre los vecinos en protesta y la municipalidad es el modelo de ciudad. “Este loteo se pretende hacer en un acuífero donde nacen arroyos y vertientes –señala a PáginaI12 Jorge Ronco, referente de la Asamblea por la Tierra y el Agua y que vive en el Bolsón hace 22 años–. Estamos hablando de 15 mil hectáreas de bosques nativos, donde hoy hay pequeños productores agrícolas que trabajan el lúpulo, el trigo, el centeno. Es un estilo de vida. Mucha gente ha venido buscando un estilo de vida diferente, como yo, a buscar un lugar de paz. Eso se da en este tipo de chacras, en el que tu vecino más cercano está a cien metros. Eso es lo que está siendo amenazado”.
Uno de los pasos siguientes en la lucha de las organizaciones es la presentación de un amparo judicial contra el loteo. Esa vía tuvo éxito anteriormente para frenar negocios de Lewis en la zona, como la central hidroeléctrica que se propuso construir sobre el río Escondido. El problema es que Lewis no acata las decisiones de la Justicia. Algo similar plantea Greenpeace a la hora de aplicar la ley de bosques: al no existir la figura de delito penal por la tala, la única vía para frenarlos termina siendo la resistencia civil. “El Gobierno tiene que escuchar a la gente y no ser cómplice de la destrucción de nuestros bosques y humedales. Éste y otros tantos casos demuestran que necesitamos en forma urgente la sanción de una Ley de Delitos Forestales que penalice a empresarios y funcionarios involucrados en la deforestación ilegal”, plantó Hernán Giardini, responsable de bosques de Greenpeace, que ayer acompañó el reclamo.
La vía judicial fue el camino por el que optaron también los diputados nacionales María Emilia Soria, Martín Doñate, y Silvia Horne, quienes denunciaron los distintos negociados de Lewis en la zona (ver aparte).
Un abrazo al acampe
Pasadas las seis de la tarde, un mar de banderas argentinas, mapuches y wiphalas coronaban una marcha que los organizadores calcularon en más de siete mil personas. La gente –jóvenes en abrumadora mayoría– llegaba hasta la Avenida San Martín, frente al paseo de artesanos, disfrazada, con la cara pintada, haciendo sonar panderetas, cantando coplas o en grupos de batucadas. No hubo un sólo petardo, ni un solo bombo. Tampoco –salvo excepciones como el Partido Obrero– hubo banderas partidarias. Un grupo levantaba a contrarreloj un escenario para los recitales nocturnos. Otro, intentaba encuadrar a los curiosos dentro de los márgenes de la columna, que estuvo nutriéndose durante una hora antes de emprender camino. A contramano de la costumbre de las marchas del área metropolitana, no se hizo epicentro en un organismo público: el cierre fue en el acampe que hace 23 días sostienen un grupo de vecinos en la Plaza San Martín. La desconcentración también fue inusual, por lo lenta: concluyó en un abrazo colectivo y al canto de “si este no es el pueblo, el pueblo dónde está”, como si se tratase de un ritual.
“Los ricos se quieren llevar el agua que es de todos”, intentaba explicarle Silvia a sus nietos, a los que llevaba de la mano. Como muchos de los manifestantes de ayer, Silvia no vive en El Bolsón, pero tiene un lazo sentimental con el lugar: allí nacieron sus dos hijos y también sus nietos. “Conozco este lugar desde mucho antes que llegaran los magnates a comprarse las tierras y querer despojarnos de todo. Pero creo que más que ellos, el problema son los funcionarios cómplices que los dejan hacer”, le dijo a este diario.
Cerca suyo, se desplegaba uno de los espectáculos de la marcha: los agricultores del Fonaf, afectados directamente por el proyecto, se sumaban a la marcha montados en sus caballos y en un par de tractores y cosechadoras. “El proyecto de Lewis afecta a la economía de los pobladores, porque nosotros vivimos de la tierra. En nombre de un falso progreso, vienen a defender compromisos y negocios que ya tienen a nivel nacional y amenazan lo que nosotros estamos construyendo con esfuerzo y no queremos perder, que es el buen vivir. Decidimos tener un municipio limpio y así lo vamos a defender”, indicó su referente, Alicia Roldán.
“El loteo es justo donde se dividen las aguas, que llegan hasta el Lago Puelo”, explicó Justo Pozo, de la comunidad Mapuche Meuenché, mientras señalaba los cerros del límite con Chile. Justo cría ovejas y animales de corral y produce frutillas. “Los ríos son nuestras vías de riego, que vienen del glaciar. Sin eso no tenemos agua ni para los animales”, indicó preocupado. Aunque se mostró confiado en que “la presión de la comunidad” va a ser cambiar de opinión a las autoridades.
“Somos agua”, se leía en uno de los carteles colgados en el acampe sobre la Plaza San Martín, que fue la llegada pero también el punto de partida de la marcha. Desde temprano circularon las voces de solidaridad por la radio abierta, sostenida por comunicadores de la zona organizados en la Red Nacional de Medios Alternativos y en Farco. La plaza está sitiada desde hace 23 días por una veintena de carpas, donde se turnan para dormir unos cien acampantes, que durante el día reciben la solidaridad de los vecinos. “Nos traen arroz integral yamaní, yerba orgánica, cereales, baldes de miel, muy del lugar”, describe entre risas Lucía, de 24 años, nacida en El Bolsón. “Hace cinco años que estoy en esta lucha. Es la primera vez que veo un compromiso tan grande de la comunidad”, concluyó.
Informe: Matias Ferrari.