Cuentan las buenas lenguas que Mosquito Sancineto se dirigió a hacer un casting sin conocer de qué papel se trata y, luego de improvisar durante un buen rato, se descubrió siendo la líder del pabellón trans de la segunda temporada de El Marginal, que se emite todos los martes a las 22 por la TV Pública. Fabiola, el personaje que interpreta Mosquito y que aparece a partir del tercer capítulo de la serie, fue utizado por él mismo a pedido del director. Pasando revista a su carácter y teniendo en cuenta que es una travesti de armas tomar, muy segura de sí misma, dispuesta a llevarse a todo el mundo por delante y siempre en un estado de supervivencia ubicada más allá del bien y del mal, Mosquito no dudó en identificarla con una extensión de su propio nombre para convertirla en su nuevo alter ego: “Soy yo hecho en femenina, con pelo tido rojo, pañuelo en la cabeza y un vestuario muy significativo”, comenta a este suplemento y hace de Fabiola una peluquera cargada de fuertes sentimientos maternales sobre algunos de los chicos de la nda sub 21 de presos, además de otorgarle la hermosa impunidad de la que goza con los presos varones al besar sin límites y echar mano cuando lo cree oportuno.
Soy dialogó con Guillermo Salmerón y Silvina Olschansky sobre la escritura del guión, la vitalidad de los personajes y la cotidianidad del pabellón trans y sus habitantes como contrapeso de la violencia institucional que refleja con crudeza la serie dirigida por Adrián Caetano y Alejandro Ciancio en las inmediaciones de la ex Cárcel de Caseros.
¿Cómo ganó protagonismo el pabellón trans en esta temporada?
Guillermo Salmerón: El pabellón trans tiene de por sí una historia previa. En el formato original de la primera temporada había una variedad de historias que estan en los libros, y ya teníamos en ese momento un pabellón trans y muchas otras historias femeninas, pero en determinado momento hubo un arreglo diferente con el cambio de gestión del canal y se hicieron muchas modificaciones. Se guardó la historia policial, pero nos quedó esa deuda pendiente para la segunda temporada.
¿Cuál es el origen de este pabellón de la trama?
Silvina Olschansky: Hubo una historia interesante, que es horrenda, ocurrida en el motín del penal de Sierra Chica en los años 90. Durante ese proceso los integrantes del pabellón gay se tuvieron que encerrar en una capilla sin poder salir por varios días. Estan desnutridos, con el paso de los días todo esta lleno de mierda por todos lados y no había forma de andonar ese lugar porque los in a matar, los otros presos los amenazan con ser violados y al final se salvaron la vida pero la pasaron tremendo.
Uno de los motines más sangrientos de la historia…
S. O.: Sí. Esa fue una de las experiencias que tuvimos en cuenta para pensar en ser gay o trans en la cárcel en relación a la convivencia con el resto de los presos, en el hecho de que puede ser que cotidianamente esté todo bien pero de golpe un día se pudre todo.
G. S.: Además, en el motín habían saqueado la farmacia, con lo cual ese afuera era un descontrol total. De hecho algo pasa en la serie que se conduce para ese lado y el pabellón trans sufre las consecuencias.
¿Es el colectivo más vulnerable dentro de la cárcel?
S. O.: Si se arma quilombo, ellas están en mayor peligro. Pensámos en Sierra Chica por el hecho de que, en el caso de un motín así, se encuentran en desventaja. Hay un sentimiento de fraternidad entre ellas, porque otros presos pueden elegir a qué pabellón ir cuando ingresan a la cárcel, pero en este caso tienen que ir a ese pabellón porque se corren otros riesgos.
¿Cómo ocurre este crecimiento de ficciones que incluyen al colectivo lgbti en la trama?
S. O.: En este caso, el hecho de que fuera Mosquito Sancineto el actor que interpreta ese personaje generó que lo queramos poner más, que crezca más, que tenga mayor protagonismo, que la historia se mantenga firme. Nuestra idea es que fuera un personaje adorable. Tenemos otro personaje que es un niño que siempre estuvo preso y al que siempre le faltó contención familiar, y entonces la idea era que él encuentra en ese pabellón eso que le falta, esa contención.
G. S.: Hay un crecimiento de la temática que empieza a relacionarse con los productores. A veces los temas quedan muy pequeños o crecen un montón en función del eco que van teniendo. Lo que hicimos fue algo muy respetuoso.
¿En qué sentido?
S. O.: Ese chico se deja hacer mimos, es como más vulnerable que el resto, y ese pabellón tiene una cosa muy linda. Pero igual, cuando se arma y tienen que ser violentas y hay que ponerse las pilas porque están ahí adentro sobreviviendo, se las ponen. No estámos pensando específicamente en lo trans, sino como otros personajes más dentro de la trama.
G. S.: En el pabellón hay una relación maternal. Ese chico encuentra un lugar ahí, donde puede hablar mejor, donde lo tratan como si fueran las hermanas más grandes y lo resguardan. Desde que arrancamos la escritura nosotros decidimos obviar el tema trans en la mirada de los personajes, y que simplemente todo se diera ahí, más naturalizado que lo que puede ser afuera de la cárcel.
¿Cómo transcurre el cotidiano dentro del pabellón?
G. S.: Ellas duermen ahí, viven ahí, tienen todo ahí. Conviven 5 o 6 personajes en un espacio reducido y todas las situaciones que armamos en ese ambiente tratamos, al menos desde el libro, que fueran muy naturales. Están en un sector, se escuchan unos gemidos, y sale alguien que esta garchando sin ninguna sorpresa o editorialización al respecto. Es parte de ese mundo. Desde el libro lo que se propuso es que las escenas de sexo que pasaran ahí fueran cuidadas.
¿Qué significa eso?
G. S.: Que fueran más tiernas que otra cosa. Caricias, besos y no estigmatizar desde otro lugar. Me parece que la mayor cantidad de público puede tener la idea de que ese es el pabellón del descontrol, adonde van todos a tener sexo de cualquier forma. Y eso ocurre en otros sectores de la cárcel, pero acá planteamos otro escenario. Aprovechamos ese lugar para jar el pie del acelerador e instalarnos ahí.
¿Opera como un contrapeso de la sordidez y la violencia que se vive en la cárcel?
S. O.: Nosotros quisimos hacer así este pabellón, y no es que fuimos a ver un pabellón trans para entender cómo era y luego sarnos en eso. En trajos anteriores como Televisión por la Identidad o Televisión por la Inclusión sí había un aspecto más periodístico, mas documental, pero en este caso no se refleja necesariamente el afuera.
G. S.: Y además es fundamental que todo el tiempo, con los elementos que tenemos, podamos crear cierta sorpresa. Siempre la prioridad es entretener, que este sea un espacio de disfrute, tanto nuestro al hacerlo como para el espectador al verlo. Al ponernos a laburar pensamos que la historia tiene que ser interesante, con giros dramáticos, que te sorprenda.
Entonces la trama no refiere a otras historias, ficciones o series.
G. S.: Lo que intentamos es salir del molde. Salgamos de lo obvio. Si esta chica se ve como vulnerable y tranquila que de repente se levante y sea fuertísima. Lo mismo con respecto al espacio, en lugar de ser un lugar de desquicio y descontrol, que sea un lugar amable, en donde haya linda música, telas, sahumerios. Nosotros planteamos que ahí hubiera muchos colores, y de hecho es el lugar más luminoso de la serie. Yo no miro series, prefiero ver algo por la calle y encontrar ahí la inspiración, porque eso en algún momento se va perdiendo. Trajar así genera más inquietud, te mantiene más despierto y termina dándote una identidad, una cosa cultural más local que evita que todo se parezca a todo.
S. O.: Hay una serie que me parece espectacular, que es Transparent. Esa producción sube la vara, cuando ves que hay gente tomando todo con tanta naturalidad y tan divinamente, jando esas historias a la realidad de la gente de esa manera. Te das cuenta de que después de eso ya no se puede volver al estereotipo.