Pongámoslo así: Perras on the Beach es la primera banda crecida bajo el total efecto The Truman Show del rock argentino. El crecimiento del grupo liderado por Simón Poxyran fue la consumación de un cambio de época, por el que ahora todo está ahí para ver, todo el tiempo, y donde el tiempo también pasa bastante más rápido. En términos de entretenimiento, a un lado de esas canciones entradoras de concepto caótico y sensibilidad fumona (Ramona, Australia, Turco X) también hubo una buena historia para seguir por la pantalla del celu: un grupo de pibes del interior surfeando una ola cada vez más grande, sensiblemente conectados con su generación, presentando un disco debut (Chupalapija) que avanzó ligero como un chiste entre amigos que se vuelve viral. Fueron cientos y cientos de historias de Instagram que narraron en vivo el desembarco mendocino en la capital federal, una conquista de tintes heroicos que ganaba soldouts, fanáticos y haters por igual, encabezada por un pibe carismático que parecía purgar algunas carencias abrazado a su guitarra acústica llena de stickers. Todo eso en menos de un año.
“Nosotros somos muy tranca con eso, no nos afecta todo lo que pasa con la banda”, dice con tranquilidad Simón en pleno ensayo con el grupo en Mendoza. “Si estuviera en el otro lugar, estaría odiando a Perras on the Beach, me re pintaría ésa”, se ríe. “Nosotros flasheamos que los haters también son parte de todo el mambo.”
Si Chupalapija era un disco debut de canción hormonal, sucia y experimental, la respuesta con Flow de Cuyo redobla la apuesta, expandiendo ese gusto por lo lúdico y desacartonado y presentando la nueva formación, ya sin los integrantes de Usted Señalemelo, abocados de lleno a su carrera. Es decir, ahora con Ignacio Laspada en guitarra, Fabricio Foresto en batería y Rodrigo Martínez en sintetizadores en lugar de Lucca Beguerie, Cocó Orozco y Juan Saieg. Dentro de este nuevo esquema, el álbum profundiza el sentimiento de sala de ensayo, recreando un happening fumón al mando de un puñado de pibes en situación de recreo permanente. “Lo que siempre buscamos en los discos es que sea como ‘qué pasaría si le das a un grupo de amigos un estudio para grabar’, ése es el plan”, dice el bajista Bruno Beguerie.
Grabado en los estudios Fader de Mendoza, propiedad de la familia de Bruno –y bajo el comando casi total de su hermano Lucca junto a Saieg, Orozco y Luca Bocci–, Flow de Cuyo fue registrando en tiempo real la alquimia de la nueva formación, mientras el efecto de Perras y la carrera solista de Simón seguían sumando seguidores. “No sabíamos qué carajo iba a pasar”, recuerda el cantante. “Pero fueron pasando los ensayos, los días, las ranchadas, y empezó a haber una conexión muy zarpada; eso afectó muchísimo a la banda para bien. Yo empecé a soltarme más, a ceder más.”
Para el guitarrista Nacho Laspada, que era amigo de Simón hacía varios años y vivió a la par suya el proceso de composición de las primeras canciones de Perras, su articulación con el grupo –además su debut en un proyecto formal– se dio de modo natural. “No fue tan complicado sumarme, hablando musicalmente o técnicamente. Lo más difícil fue acoplarse a lo que provocaba en la gente, a la situación en general”, dice. “Por nuestro lado sólo teníamos que hacer música”, suma el baterista Fabricio Foresto, que también toca en Hojarasca, junto a Luca Bocci. “El flash para nosotros fue empezar a tocar para tanta gente.”
Entre largas y eclécticas zapadas y audios ambientes que dominan el mood del nuevo disco, esta vez en paralelo al perfil cancionero de Simón (condensado en Tuca, Las ideas o Futuro) gana terreno el hip-hop en tracks como Municipálida (con feat de Wos, campeón argentina de la Batalla de los Gallos), Sangucci, con Bruno como MC, y Pesadilla. “El hip-hop en este disco tiene más presencia, pero la realidad es que siempre estuvo”, dice Simón. “La mayoría de nosotros anduvimos en skate, anduvimos en la calle y seguimos siendo adolescentes. Es una cultura que te agarra mucho si sos pibe. Cada uno tiene un rollo particular con esa movida.”
Sin dudas, la falta de referencia con un género específico, y de solemnidad para abordar su música en tiempos de consumos fraccionados y atenciones dispersas, además de su contenido sensiblemente más politizado, cantando en contra del gobierno y la policía, son rasgos que siguen conectándolos con su época. También su alteridad: ahora Simón por momentos ocupa el rol de baterista, mientras Laspada toca el bajo y Beguerie empuña el micrófono.
“Somos de esta generación y hay un montón de gente esperando que digas algo. Hay un montón de problemas en el mundo, pero en este momento lo más urgente es la legalización del aborto”, dice Simón antes de profundizar en su vínculo con la política: “No me interesa. Admiro a muchas personas que están en una con la política, pero yo no veo nada ahí, no veo futuro porque siento que son todos unos garcas. Las personas que tienen poder siempre son unos hijos de puta.”
* Sábado 28 a las 21 y domingo 29 a las 19.30 en Niceto Club, Niceto Vega 5510.