Mendocino exiliado en 1976 y radicado en Ecuador, Arístides Vargas (actor, director, dramaturgo) vuelve con frecuencia al país para concretar proyectos teatrales. Este mes viajó a San Carlos de Bariloche, donde estrenó Enemigo de papel, en el marco de la 5ta edición del Festival Internacional Nevadas Teatrales. Integran el elenco de este montaje que también contempla funciones en Puerto Montt, las chilenas Natalia Alfaro y Macarena González y los argentinos Juan Alarí y Garza Bima, este último, coautor del texto junto al mismo Vargas.
“Tenemos muy poca información sobre las guerras en Latinoamérica porque nos educaron enseñándonos la historia europea”, sostiene Vargas en diálogo telefónico con PáginaI12. El autor de La razón blindada completa con esta obra una trilogía sobre los conflictos fronterizos en Sudamérica. Las piezas anteriores fueron Mar, obra sobre la guerra del Pacífico que montó junto al grupo boliviano Teatro de los Andes y Francisco de Cariamanga, reescritura del Woyzeck de George Büchner, que alude al conflicto territorial entre Perú y Ecuador, interpretada por Malayerba, el grupo que Vargas dirige en Quito. En cuanto a Enemigo…, la obra hace foco sobre el conflicto que estalló hace 40 años entre Argentina y Chile por el Canal de Beagle, sobre el cual actuó como mediador el Cardenal Antonio Samoré en diciembre de 1978
“Es una obra que habla acerca de las estrategias que se crean para vivir una guerra, porque por participación o por omisión, la sociedad en su conjunto participa de un conflicto cuando éste se desata”, explica el director, quien también destaca la importancia de conocer los detalles del conflicto para la escritura del texto, aunque éste no asuma un carácter documental: “hubo movilización de tropas y de población hacia las fronteras y se sintió una enorme tensión en ambos pueblos, especialmente en las zonas fronterizas”, describe Vargas, quien sitúa a sus protagonistas en un punto limítrofe, en un “no lugar”, entre dos países cuyos gobiernos han decretado sus diferencias.
–¿Por qué eligieron ese nombre?
–Para referirnos a la fragilidad del conflicto, a su falta de sustento. Claramente fue una estrategia para que ambos gobiernos se sostuviesen en el poder. Cada vez que los regímenes dictatoriales se ven amenazados inventan guerras frágiles como el papel.
–En el montaje están Pinochet y Videla y también cuatro artistas varados en la frontera. ¿Cómo se articulan esas presencias?
–Es un juego cruzado de fragmentos. La fábula es muy sencilla: dos actores argentinos de provincia y dos bailarinas chilenas de folklore se encuentran en la frontera el mismo día en que casi se desata la guerra. Como ninguno puede pasar al otro lado, entonces arman una especie de sainete que, sin darse cuenta, hace alusión al conflicto que se está viviendo en ese momento.
–¿Hay un juego entre ficción y realidad?
–Sí, es un juego divertido y trágico a la vez, hecho por actores que tienen las mismas nacionalidades que sus personajes. Queremos contar la historia desde la perspectiva de los humillados, de los que siempre pierden en las guerras: estos artistas no son famosos, son artistas de provincia, atrapados en un paso fronterizo, es decir, en un espacio de tránsito, en un no lugar.
–La frontera es un tema crucial para la circunstancia que aborda la obra. ¿Qué otras implicancias tiene?
–La frontera es la interiorización de un espacio límite, no se necesita estar en una frontera física para sentir que estamos en la frontera de algo terrible, en nuestro caso no solo es una metáfora teatral, también es juntar actrices y actores de diferentes países, y plantear una experiencia en nuestras fronteras culturales y teatrales.
–¿Definiría esta obra como un documento ficcional?
–No es exactamente un documento, pero sí es una estrategia creativa que apela a la personalidad de cada actriz y cada actor para, desde allí, contar un juego de espejos, donde la frontera real es a la vez la frontera ficcional.