El presidente de la Sociedad Rural Argentina, Daniel Pelegrina, pronuncia las palabras “inclusión” y “soberanía”, habla de la necesidad de “salir de la pobreza” y si no fuera por el lugar, por el ambiente, por la gente y por la tibieza de los aplausos, algún incauto podría pensar que se trata de un acto de la CTA. Pronto se disiparán sus dudas, cuando el dirigente diga elípticamente lo que realmente tiene para decirle a la vicepresidenta Gabriela Michetti (¡ni se les ocurra subirnos los impuestos!) y los tres mil fans del campo liberen por fin endorfinas a través de una ovación sanadora. El campo, feliz pero desconfiao, se cura en salud cuando juega de local. 

Michetti, en cambio, no muestra ambigüedades en su retórica. Las expresiones “el amor por el campo no distingue género”, “acá está nuestro gran motor”, “reglas de juego claras y transparencia”, “lo estamos haciendo juntos”, “sí se puede” confirman que se trata, sin ninguna duda, de una militante de Cambiemos, a cargo del Poder Ejecutivo por razones de agenda presidencial. No hay, esta vez, bloopers verbales, porque está leyendo de corrido un discurso de nivel escolar, convenientemente coacheado. Tiene la humildad de no atribuirse la frase intelectualmente más inspirada de la mañana, “sigan cultivando la confianza”, que es, lo dice, un encargo dedicado expresamente por el presidente Mauricio Macri.

Michetti busca sensibilizar a los dueños de la tierra cuando alude a sus orígenes en el núcleo de la Pampa Húmeda pero sabe que no hay nada más emotivo que recordarle a la concurrencia que “le redujimos al Campo más de 1400 aranceles”. Más tarde, cuando PáginaI12 pregunte entre el público por el discurso de la vicepresidenta, Isabel, una productora ovina de Puerto San Julián, Santa Cruz, integrada a Confederaciones Rurales Argentinas, será enfática: “Gabriela habló claro y sencillo, como somos los del campo. Nosotros teníamos un pie aplastando nuestras cabezas (está repitiendo una de las frases del discurso de Michetti, que a su vez repite un slogan que viene del fondo de los tiempos). Ahora nos sentimos liberados”.  

Este cronista se siente tan visitante en el predio de La Rural que ni siquiera cede a la tentación prematura –son las 11 de la mañana– de comerse un choripán de exportación (130 pesos). Mejor escapar de la garúa finita y protegerse bajo el techo de la platea. Está desfilando el Regimiento de Granaderos a Caballo, acompañado por la Fanfarria del Alto Perú, que recoge a su paso la aprobación protocolar del público. Un hombre de cincuenta y pico se enoja con los menos patriotas de la platea. Los arenga con una exigencia que apela a la vergüenza: “Vamos, hay que pararse, están pasando los Granaderos, respeten las instituciones. Parecen peronistas…” Dos o tres se levantan de sus asientos. Un rato antes, la multitud se había mostrado más entusiasta con la exhibición de los campeones (las vacas y los toros) y el paso avasallante de los tractores de última generación, auténticos monstruos mecánicos que vienen a ser los “tanques” del campo en una suerte de desfile de la victoria. 

 –Señor, ¿me permite un segundo? Quisiera preguntarle su opinión sobre el acto. 

–¿De qué medio sos?

–De Página/12. 

–No hablo con Página/12 –contesta el hombre, que es parecido al que quería a todos parados y en posición de firmes, pero no es el mismo. Es uno del montón. Pero es El Campo. Por la expresión de su rostro, que adoptó un tono de satisfacción afectada, da la sensación de que estuvo muchos años esperando poder decir eso.

–¿Por qué?

–Porque ustedes (sic) destruyeron el país y ahora lo quieren volver a destruir. 

Una chica más joven se lo lleva con un “vámonos, Ignacio...” (los puntos suspensivos pueden ser completados con el final de la famosa frase de doña Florinda a su hijo Quico en El Chavo)  

Un entrerriano de la localidad de Diamante se define como un “pequeño productor”. Tiene 70 vacas de cría. Es la primera vez que visita la exposición y es de pocas palabras.

–¿Cómo está la situación de los pequeños ganaderos? 

–Muy complicada. Entre el clima y los impuestos nos están matando.  

–¿Le gustó el discurso de la vicepresidenta?

–Sí, fue muy alentador para nosotros.  

Un cafecito en una de las confiterías del predio permite distenderse y escuchar los diálogos de las dos mesas más cercanas. En una de ellas comentan sobre la salida de Jorge Rial de Intrusos. En la otra, se inclinan por la trivialidad. Las señoras charlan de lo más animadas. Se ve que se conocen de otras ediciones de la muestra, pero no parecen ser del mismo pueblo. O al menos una de ellas no está al tanto de las últimas noticias.  

–¿El mayor de los tuyos sigue en el mismo puesto?

–No… ¿no te conté el año pasado? Lo convocó el intendente y lo nombraron subsecretario de agricultura.  

–¡Te felicito!

–Sí, está muy contento. A los 6 meses hubo un recorte y le bajaron el sueldo a la mitad…

–Uh…

–Pero no sabés…cuando los productores de la zona se enteraron, decidieron juntar plata y pagarle esa mitad del sueldo de su propio bolsillo. Es gente muy macanuda. El les hizo muchas gauchadas y ahora ellos se lo agradecen. 

–Se lo merece, es tan bueno... 

En el stand de la estancia La Paz, de Vedia, Federico está a cargo del cuidado de las vacas y los toros. Está un poco triste porque el Toro Colorado, su preferido, no ganó. Se prepararon durante todo el año para esto: “Los tratamos como si fueran una mujer: los cuidamos, los bañamos, con crema enjuague y todo, los sacamos a caminar a la noche, los dejamos listos para el desfile”. Durante los días que dura la exposición trabaja desde las 6.30 hasta las 19, aproximadamente. En ese lapso no puede salir del stand y convive con los animales. Dice que los patrones le cumplen con todo lo prometido. 

Los patrones –no los de Federico, pero podrían serlo– están repartidos entre los lugares de ocio gastronómico (el pacú a la parrilla quedará para otra oportunidad y en otro contexto) y los espacios reservados para los negocios. Los encargados de ventas en el stand de la empresa New Holland (subsidiaria de Fiat) saben reconocer entre los que compararán alguno de sus tractores (de 150 mil dólares para arriba) y los que sólo se acercan para mirar y apenas consultarán seriamente algún precio en el New Holland Store (las boinas, una marca de pertenencia en la Rural, están a 450 pesos).   

 A pocos metros de la salida, sobre la avenida Sarmiento, un grupo de mujeres instaló una mesita y no para de repartir pañuelos celestes. Tienen también un afiche firmado por “El bebito”: “Tengo 6 semanas. Quiero nacer. Mi vida está en tus manos”. La gente pasa y firma una planilla “a favor de las 2 vidas”. El cronista, después de declinar cortésmente el ofrecimiento de las mujeres, no puede evitar decirles: “este es el lugar ideal para juntar estas firmas, ¿no?”. Y luego pregunta: 

–¿Qué opinan sobre la posición del gobierno respecto del tratamiento de la ley?  

–El gobierno está a favor del aborto. Nos sentimos traicionadas. Lo votamos, muchas de nosotras inclusive fiscalizamos en las últimas elecciones. Nos mintió en un tema muy grave. Porque otras cosas, bueno, ponele lo de “pobreza cero”, uno puede entender que no cumpla, pero acá está jugando con la vida. 

Ahora sí, es momento de irse. La vida está en otro lado.