¿Es solo abrir el envoltorio, desenrollar el hilo que sujeta el plástico, cortar un trocito y meterlo en la boca para saborear el chocolate, o el caramelo, la frutita masticable o lo que sea? ¿O es que todas esas formas y colores que vienen dados desde lo externo al sabor, saborizan? ¿El formato es capaz de sumar al deleite de una golosina? Nadie lo piensa cuando compra una tableta de chocolate o un paquete de caramelos. Vamos. Pero no sería lo mismo si se tratara de cuerpos informes, volúmenes sin decir nada antes de que sean bocado. Algo de sabor está dicho antes en la forma, en el diseño. El buen plato entra por los ojos. Y las golosinas también.
“A mí siempre me gustaron las cosas dulces”, aclara Ignacio Pilotto, casi como para justificar que es diseñador egresado de la Universidad Nacional de Córdoba, y que avanzó hasta llegar a diseñar todo tipo de galletitas, gomitas, helados, caramelos y chocolates para la emblemática Arcor.
Comenzó ofreciendo y vendiendo sus geniales gadgests de diseño –dispositivos divertidos que vende a empresas de todo el mundo– y ahora ostenta el puesto de jefe de diseño en la gerencia corporativa de innovación, investigación y desarrollo. Lo que le abre la puerta para salir a jugar y diseñar desde gomitas con formas de animales, pasando por palitos de helados, juguetes y contenedores especiales para caramelos. El sueño del pibe.
“A mí siempre me gustaron las cosas dulces. De chico siempre que juntaba alguna moneda me la gastaba en el quiosco. Cuando estaba estudiando, tenía como plan visitar industrias y conseguí visitar Arcor. Para los del interior era toda una ilusión. Ahí partimos con mis papás, viajamos a Arroyito y desde ese instante tuve el sueño de trabajar en esa fábrica enorme”, adelanta. En el proceso probó suerte de forma independiente, con más y menos fortuna, hasta que fue su pareja, también diseñadora, quien encontró un anuncio laboral para Bagley y lo postuló sin su consentimiento. De esto ya pasaron muchos años y cientos de diseños de golosinas. Es que Ignacio empezó en el negocio de los chocolates y helados para hacer envases, pero como era de esperar, al poco tiempo empezó a meter mano en todo lo que podía. “Con la ayuda de muchos profesionales históricos de la fábrica que con su generosidad me fueron enseñando, algunos ya retirados como el jefe de planta Avelino Galara o el ingeniero Sergio Lucic, aprendí de moldería de alimentos y cómo estos se piensan. Lo lindo es que para llegar a un producto trabajamos codo a codo ingenieros en alimentos, químicos y un sin fin de profesionales”, detalla.
¿Qué significa para un diseñador trabajar en una empresa de golosinas? “Para mí es un sueño. Siempre me gustó este mundo y tener la posibilidad de crear dentro de él, es mágico. Hace un tiempo me invitaron a dar una charla y previo a mí presentaron diseñadores exitosos que son extranjeros o trabajan exclusivamente para otras partes del mundo, por lo que sólo pudimos ver sus productos en la pantalla. En esa oportunidad se me ocurrió sumar algo de lo que hago y llevar cosas ricas y el público se volvió loco. No sólo se comieron todo, sino que lo que hablamos cobró otro sentido ya que lo más lindo que tiene mi trabajo es que diseño cosas reales que la gente conoce y consume. Cosas al alcance. Por otro lado que sea desde una industria nacional es un gran orgullo.”
¿Proyectos favoritos? “Muchos, aunque uno muy divertido es un juguete que hicimos ahora para el mundial: el primer muñeco de Messi made in Argentina. Lo hicimos con una empresa local y los detalles que conseguimos fueron un éxito”, cuenta.
Por último, ¿nunca un empacho? “El primer año me capacité como panel sensorial y probaba todas las materias primas y productos terminados (almendras, bombones, chocolates). Para desarrollar bien, tenés que comer lo que hacés, esa es mi verdadera excusa y además tenés que comer lo que hace la competencia aunque no sea tan rico”, remata.
Hay equipo
Agradecido de su oportunidad, Pilotto es un gran dador de trabajo a otros colegas. Es así como el año pasado convocó a otro diseñador industrial experto en juguetes, Hernán Ohashi, para un desarrollo de gomitas.
“Cuando todavía iba a la facultad descubrí el blog de Ignacio. Me encantaban sus productos divertidos, con doble sentido y encima con una estética increíble –dice Ohashi–. Cada tanto le dejaba un mensaje de felicitaciones. Con el tiempo nos conocimos y tuve el privilegio que me hiciera este encargo de trabajo. La empresa había desarrollado varias gomitas pero todas grandes con lo que en la bolsa venían pocas, así que querían desarrollar una mini gomita con un motivo que fuera popular para los más chicos, resume Ohashi. Así surgió la idea de hacer mini dinosaurios. Fue todo trabajado a distancia. Hubo mucho bocetado a mano al principio. Después pasamos a dibujos a color. Trabajamos en diferentes expresiones de los dinos. Después pasamos al modelado. Chequeamos tamaños mediante impresión 3D. Hicimos un par de correcciones y terminamos a finales del año pasado y ahora están en la calle”.
¿Diseñar golosinas? “Es una felicidad. Como me dedico a hacer juguetes, mi niño está presente siempre, pero con las golosinas apareció uno aún más pequeño. Fue un sueño cumplido. Comer gomitas es de esos recuerdos reconfortantes que están desde siempre. Y encima de niño era fan de los dinos. Tenía libros, me sabía los nombres de memoria. Así que fue fácil elegir los tipos de dinosaurios. Pero no quería que fueran solo dinosaurios, sino personajes. No quería que fueran hiperrealistas, quería que fueran super simpáticos y queribles. Que tuvieran una estética y vida propia para diferenciarse de tantas cosas de dinosaurios que hay. Así que pensé mucho en las pelis y las series que veía de chico, pero también me inspiré en los dibus que miran los chicos hoy en día. Acá estaba diseñando la gomita, que iba a estar a la par de la madre de las gomitas más conocidas. Eso fue una presión y una motivación extra al mismo tiempo. No podía dejar de pensar en los miles de chicos, que sus primeras gomitas, iban a ser estas. Fue un verdadero trabajo en equipo made in Argentina”, remata.