PáginaI12 En Brasil

Desde Río de Janeiro

Aunque parezca una posibilidad cada vez más lejana, la libertad inmediata del ex presidente Lula da Silva, preso desde hace más de cien días luego de un juicio que lo condenó sin que surgiese prueba alguna en su contra, sigue como prioridad para sus seguidores y para la opinión pública, como indican los sondeos electorales, en que él aparece con 41% de las intenciones de votos. La suma de los demás postulantes alcanza 29%.

Hasta ahora, sin embargo, las manifestaciones populares habían reunido a un número más bien discreto de participantes. 

La noche del sábado pasado, eso cambió: el “Festival Lula Livre” realizado en la zona céntrica más tradicional de Río, el barrio bohemio de Lapa, rompió drásticamente el cuadro. 

Pese al rigurosísimo boicot de los medios hegemónicos de comunicación, ha sido un éxito retumbante. Los cálculos más conservadores indican 50 mil personas, los más optimistas 80 mil, y los más exagerados, “cerca de cien mil”. Sea como sea, ha sido un marco de contundencia indiscutible: desde hace mucho Río no presenciaba algo semejante. 

Sus organizadores calculaban que, gracias a la presencia de figuras icónicas como Chico Buarque y Gilberto Gil, sería posible reunir a 30 mil espectadores para el espectáculo inicialmente previsto para durar de las cinco de la tarde a las diez de la noche, pero que recién terminó pasada la medianoche y ya era domingo. 

Fueron muchos los momentos de especial emoción, como cuando la actriz Lucelia Santos, eterna “Esclava Isaura”, leyó el manifiesto de convocatoria al acto, o cuando el muy popular cantautor Chico Cesar empezó su participación cantando a capella el himno de la Independencia, cambiando el verso “o quedar la patria libre, o morir por Brasil” por “o quedar Lula libre, o luchar por Brasil”. 

El actor Herson Capri leyó una carta escrita desde la cárcel por Lula, y otra gran estrella, el también actor Fabio Assunção, llevó el delirio a la platea al leer su parte del guión. Por el escenario pasaron grupos de música de raíces africanas a grupos de rap, de samba a ritmos del norte y noreste, frente a una multitud que osciló entre momentos de euforia y de deslumbramiento.

Otro momento único fue cuando el teólogo Leonardo Boff leyó un texto contando lo qué sueña hoy: un nuevo país, una “utopía mínima plenamente realizada de comer al menos tres veces al día”. 

El auge se dio al cierre, cuando Chico Buarque cantó tres temas y en seguida recibió a otro nombre estelar de la música brasileña contemporánea, el bahiano Gilberto Gil. 

Lo que se dio entonces ha sido algo histórico: por primera vez cantaron juntos la canción “Cálice” (Cáliz), que escribieron en 1973. Aquel año intentaron cantarla en un festival, pero la censura se los impidió,  cortando los micrófonos.  

El sábado pasado la canción, uno de los himnos de resistencia a la dictadura militar más reciente (1964-1985), mostró su persistente permanencia. Es que en su refrán dice ‘pai, afasta de mim ese cálice’, o sea, padre, aleja de mí ese cáliz. Pero suena, en portugués, a ‘pai, afasta de mim ese cale-se’, o sea, aparta de mí ese cállese.

En el momento en que hacen de todo para acallar a Lula da Silva, nada pareció, a los miles y miles presentes al acto, más propicio y oportuno.